CARTEL SEMANA SANTA 2011
En 2011 y según lo establecido por el sorteo realizado hace años, le correspondía ser soporte del cartel anunciador de la Semana Santa vallisoletana a una fotografía en la que se viera representada la Cofradía El Descendimiento y Santo Cristo de la Buena Muerte.
Ya durante la pasada Semana Santa del año 2010 se hizo saber al equipo fotográfico, a través de la Junta de Cofradías de Semana Santa, el interés de la Cofradía en que la imagen que apareciese finalmente en el cartel de 2011 correspondiese a la talla del Cristo Yacente que Gregorio Fernández esculpiese hacia el año 1630, que se conserva y se da culto en la Capilla de la Buena Muerte de la Iglesia Parroquial de San Miguel y San Julián.
A mí personalmente me parece una de las mejores tallas de todas las que son procesionadas en nuestra capital, al mismo tiempo que la procesión de la que este cristo es titular, igualmente me parece una de las más bellas estéticamente hablando, y de las que presenta un mayor recogimiento y escenifica ante nuestros ojos la esencia de una procesión castellana, asentada en el silencio, la seriedad, y la austeridad, piedras angulares de nuestra Semana de Pasión.
Pero si bien no descubro nada nuevo con esta afirmación, tampoco lo hago al decir que nos encontramos ante una de las tallas más difíciles de plasmar fotográficamente, debido a que se trata de un yacente que es procesionado en unas andas bellísimas pero de gran altura y con unos guardabrisas igualmente muy estéticos pero muy altos, y lógicamente enclavados en los ángulos, denominémosles más fotográficos.
Se nos informó que al inicio de la procesión, por parte de la cofradía estaría instalado una especie de templete frente a la puerta de la iglesia, con el fin de poder realizar alguna fotografía en la que se pudiese ver al Cristo desde un punto de vista más elevado, a los cofrades portadores de las andas, una parte de la fachada de la iglesia, así como el retablo de la misma de fondo. Cuando vimos las fotografías realizadas en este espacio, ninguna de ellas fue de la entera satisfacción de nadie, dado que la belleza del retablo quedaba tapada parcialmente por la segunda de las puertas de la iglesia, y el ángulo tampoco era el más favorable para la talla. La imagen final resultaba además demasiado deformada por el gran angular, dada la estrechez de la calle. Como suele ocurrir casi siempre en este tipo de fotografía, la imagen premeditada no funcionó, y hubo de recurrirse a otras imágenes tomadas durante el transcurso de la procesión.
Otro hándicap que presentaba el paso venía dado por el hecho de que tradicionalmente y por motivos de funcionalidad a la hora de colocar el cartel en las puertas de los establecimientos, el formato de la fotografía habría de ser vertical, lo que a la hora de retratar una imagen de un yacente no es algo que precisamente facilite la labor.
Finalmente, la fotografía elegida está realizada en la Calle San Diego, a la 1:50 horas de la madrugada del viernes, día 2 de abril de 2010, en los compases finales de la procesión, justo cuando, transitando por el lateral del Palacio de Butrón, la comitiva desemboca en la Plaza de las Brígidas. El cortejo procesional está en movimiento, y la fotografía está tirada justo en el momento en el que la talla estuvo situada delante de la reja de una de las ventanas del palacio, a la vez que la imagen de Cristo se veía iluminada por una farola próxima que ayudaba a resaltar su trascendencia. Fue un breve instante de conjunción de elementos que no me permitió hacer nada más que una única toma, en la que traté de encuadrar lo más rápido posible haciendo que el Cristo estuviese en el único ángulo en el que, en formato vertical, los pies o las rodillas, dada a la altura a la que es procesionado, no tapasen el rostro del cadáver, y que igualmente se viese el cuerpo entero, incluida la mano, el sudario, parte de las andas y que los guardabrisas ocupasen el menor espacio posible, sin restar protagonismo al rostro del Cristo iluminado, pero integrándose en la escena como parte importante de la misma, en ese encomiable afán por parte de las cofradías vallisoletanas de volver a este tipo de iluminación, que si bien contribuye a acentuar la sobriedad del cortejo, no facilita precisamente la labor fotográfica de las tallas. Del mismo modo quedan representados los colores de la cofradía en las capuchas de los cofrades que portan la talla, pero sin que apareciesen sus rostros como era deseo expreso de los órganos rectores de la cofradía y de la propia Junta de Cofradías de Semana Santa. Para facilitar la consecución de una imagen que reuniese estas características, hube de emplear el uso de un teleobjetivo, y con ello intentar “aplanar” al máximo la escena y poder centrarme en el rostro de cristo, alma mater de la composición y centro de atención de nuestra mirada, de tal suerte que el resto de elementos integrantes de la toma no restasen importancia al elemento principal de la misma, pero sin dejar tampoco de ser parte esencial de la estructura compositiva de la instantánea.
En la imagen final se ha tratado de que quedasen plasmadas las características esenciales de sobriedad y austeridad de esta procesión, que no son otras que las propias de la escenificación de un entierro o comitiva fúnebre, con ese sabor recio castellano que aportan los guardabrisas, la cera de las velas, las capuchas de los cofrades, el sudario, las andas artísticamente labradas en madera, la reja de la ventana palaciega, y la delicada belleza del lánguido cadáver tan magistralmente construido por el insigne escultor gallego; todo ello aderezado por un tratamiento claroscural que viniese a acentuar el dramatismo de la escena.
La fotografía está realizada con una cámara Nikon D700, montando un objetivo Nikon 70-200 mm., y ajustada con los siguientes parámetros:
Velocidad ISO: 4.000
Apertura de diafragma: F/2,8
Velocidad de obturación: 1/100 seg.
Longitud focal: 105 mm.
Modo de exposición: Prioridad a la apertura del diafragma
Sin compensación de la exposición
Sin utilización de flash.
La imagen tomada en formato raw fue editada con el programa Adobe Photoshop CS4, tocando niveles, enfoque, contraste, brillo, curvas de nivel, reducción de ruido, y equilibrio de color, para finalmente añadir la leyenda “Valladolid, Semana Santa 2011” con un tipo de letra sin rasgos y con los colores del hábito de la Cofradía.
SEGUNDO CARTEL
Chema Concellón
Fotógrafo.
GLOSA CARTEL SEMANA SANTA DE VALLADOLID 2011
por Luis Amo Esguevillas
“Al aproximarse Semana Santa, tío Jairo mostró interés especial por el ritual y las procesiones y tía Macrina le informó que la mayor parte de ellas discurrían bajo el balcón de su hotel, desde donde podían verlas juntos en todo su esplendor, en especial, la del Viernes Santo. (…) Las tallas más renombradas de Juni, Berruguete y Gregorio Fernández las tienes aquí, dijo con orgullo de Cicerone. (…) Mientras, abajo, se sucedían las cofradías y los pasos, oscilaban las llamas de los cirios, cambiaban de color las túnicas y las capuchas”.
- Excelentísimo alcalde y autoridades del Ayuntamiento de Valladolid
- Presidente de la Junta de Cofradías de Semana Santa y miembros directivos
- Cofrades y devotos en Cristo Yacente del Descendimiento y la Buena Muerte
- Miembros de las distintas cofradías vallisoletanas
- Hermanos, vecinos y amigos de Valladolid…
Diez meses hace. Permítanme recordar al comienzo de mi intervención a ese vecino ilustre de la capital vallisoletana que por su obra más bien parece seguir dando el paseo mañanero por el casco histórico. Ése al cual miles y miles de ciudadanos despedíamos en este mismo Salón de Recepciones de la Casa Consistorial hace menos de un año. Ése cuya pureza del verbo, sencillez de adjetivos y austeridad de palabra también tuvo letras, argumentos y recuerdos para la Semana Santa de su Valladolid. La tradición más arraigada y más respetada de la Castilla la Vieja de Don Miguel Delibes Setién.
‘Madera de héroe’ es uno de sus relatos novelados escrito en 1987, marcado por el hecho cruento, pero donde los desfiles procesionales de la capital provocan el “ostento” capilar de Gervasio. Este niño tenía esa ‘Madera de héroe’, la misma que los sayones, crucificados, yacentes y esas piadosas vírgenes vallisoletanas. Son lo más parecido al milagro del cincel tallando la espiritualidad castellana. Una ‘Madera de héroe’ que también ha ido traspasando de generación en generación los sentimientos de un pueblo que, al llegar la alborada de la primavera, cambia sus usanzas para encontrarse con Cristo camino del Calvario.
La Cofradía del Descendimiento y del Santo Cristo de la Buena Muerte vuelve a protagonizar treinta años después la cartelería, que más bien es una proclama del acontecimiento religioso más aguardado en los almanaques locales año a año. Estamos ante una de las hermandades más lozanas de la ciudad. Y emprendedoras. Nacida la Cofradía del Descendimiento en 1939 y fusionada con la Congregación de la Buena Muerte en 1954, ésta es la tercera vez en su historia que alguna de sus veneradas imágenes ha sido imagen de la Semana Santa de Valladolid.
Tras ‘El Descendimiento’ en el año 1953 y el ‘Cristo Crucificado del Monte Calvario’ en 1981, la hermandad forja en 2011 otra pequeña parte de la historia de la ciudad y de su Semana Grande: El Cristo Yacente, de la Real Iglesia de San Miguel y San Julián, situado en la primera capilla desde el crucero, en el lado de la Epístola, será la imagen que venda Valladolid, que sosiegue a los cristianos y que aliente las almas más provisorias por todo el mundo.
Esta escultura recostada es el único Cristo Yacente de Valladolid esculpido íntegramente. Es una imagen de las conocidas como de bulto redondo que, por esto mismo, significa una de las máximas expresiones artísticas que Gregorio Fernández realizase en el año 1632. Estamos ante una talla sublime en la imaginería que representa a Jesucristo sobre un sudario, en este caso un paño real, en posición Yacente, una vez Crucificado y trasladado al Santo Sepulcro. La locuacidad vallisoletana –es más- viene refiriéndose a este Cristo Yacente “como el que tiene tres heridas: la del amor, de la muerte y de la vida”.
La muerte está representada enfatizando las heridas causadas por el vía crucis, por la crucifixión, manteniendo así las pautas de la escultura religiosa del barroco español. Pero este cartel es más histórico todavía porque esta sacra escultura ha sido procesionada solo en tres ocasiones por las calles vallisoletanas, por esos recónditos lugares que son la antigua judería de la ciudad, que encarnan para los que amamos la Semana Santa la máxima manifestación de la plasticidad patrimonial y del recogimiento humano.
En torno a la medianoche del Jueves Santo, el chirriar del portón jesuítico de la Real Iglesia de San Miguel y San Julián marca la salida de la Procesión de Cristo al Humilladero. La formación cuasi blanquivioleta va saliendo hacia un exterior a media luz, inundado por el silencio y la expectación ante el inminente discurrir del Cristo Yacente.
El cartel de 2011 representa un mensaje rápido y sencillo, al tiempo que permite detenerse para admirar el arte y profundizar en su dolor. José María Pérez Concellón ha vuelto a retratar con su inconfundible maestría la Semana Santa de Valladolid, el sacrificio anual de los vallisoletanos al recogerse delante de sus cristos y sus vírgenes en lo que comporta que las procesiones protagonizan –casi paralizan- la vida urbana durante diez días.
Este fotógrafo hace propia nuestra Semana Santa para vender ciudad y carácter, Valladolid y religiosidad, sabiendo superar también en el cartel el hecho captado. La luz es la cotidianidad del camino, de la propia procesión, porque procede como del cielo, en este caso de una farola de la calle San Diego, casi esquina con la plaza de las Brígidas, permitiendo que nuestra vista acuda al encuentro con su mirada, a reconciliarse con Cristo Yacente. De modo casi tenue, observamos las magníficas andas labradas muchos siglos después –en 2008- por otro imaginero vallisoletano, por el riosecano Ángel Martín García.
Estamos ante una imagen captada el 2 de abril de 2010, diez minutos antes de las dos de la madrugada, donde la pericia de nuestro fotógrafo ha permitido este resultado: una habilidad excepcional debido a la dificultad de la instantánea, una imagen angulada como consecuencia de la altura de las andas, para que pueda verse el conmovedor rostro, de la misma manera que las manos, los pies y otros elementos significativos de la composición como el sudario, los guardabrisas e incluso los hermanos porteadores.
La instantánea amontona múltiples reflexiones. Cristo Yacente, recién bajado del madero, invita a considerar la vida. Como dijera San Agustín, “la vida es lo que siempre fue: el hilo no se ha cortado. ¿Por qué habría yo de estar fuera de tus pensamientos? ¿Solo porque estoy fuera de tu vista? No estoy lejos –viene a decir sobre Jesús- tan solo a la vuelta del camino”. Y, como vivió entre nosotros, el modelo de Gregorio Fernández nos invita a pensar que, a partir de su muerte, la humanidad encontró el símbolo perpetuo para apostar por todas las vidas, hasta las recién engendradas, por la paz y por la tolerancia.
Chema Concellón, antes imaginero del carrete y ahora de lo digital, ha recogido la sensibilidad del pueblo, con una pureza gráfica que transmite los silencios y las esencias de esas fechas. Este artista compila en su haber el arte de unos modelos procesionales que los hace inagotables. Y este misticismo alcanza en esta ocasión, en este año, sus bodas de plata. Veinticinco años de sensibilidad piadosa fotografiando para traspasar los corazones de todos, de devotos y de peregrinos. Junto a él, menos años, otro amigo: Pedro J. Muñoz Rojo, responsable en esta ocasión del segundo de los carteles editados, un detalle en blanco y negro del Crucificado del paso Monte Calvario.
Así, el virtuosismo que representa la imagen del Yacente, escapando de la novedad del desfile y más aún del cristo procesionado, ha motivado la impresión en el cartel de 2011 de ese carácter señorial y conventual de la ciudad, de ese legado de nuestra extraordinaria historia, recogido a través de la rejería del Palacio de Butrón. Es éste el momento casi último de la Procesión del Humilladero, del discurrir de las primeras horas de un Viernes de la Cruz cuando la cofradía retorna del acto de reflexión en el Convento de San Quince y Santa Julita y de la colocación del sudario en el crucero de piedra de la plaza de San Pablo, cuyo significado es renovar el compromiso cofrade, y constituye uno de los actos más desconocidos y más emotivos de esta semana procesional.
Y sino que se lo digan al equipo médico habitual, cuyo reconocimiento y amistad no podía ausentar en este relato, a esos cofrades de acera, que con murmuración poco más o menos que misericordiosa, frecuentan todos los gólgotas callejeros para informar e historiar. O, lo que es lo mismo, para comunicar, transmitir y notificar a generaciones venideras. Y es que debo reconocer llegados a este punto el soporte obtenido, que también el apoyo y el esfuerzo, de esas empresas y esos medios con los que he creído todavía más en la Semana Santa de Valladolid, en su recogimiento y en su turismo: Cadena COPE, El Día de Valladolid, la ahora Televisión Castilla y León y Onda Cero Radio, donde los silencios se convierten en sonidos, donde la sobriedad en sentimientos anotados y las imágenes en catequesis.
Permítanme –y voy terminando- volver a la escena del drama. Volver a ese entramado urbano de la plaza de las Brígidas, donde yergue el noble edificio del Licenciado de Butrón, otro de los escenarios del ilustre vecino en su último postulado, El Hereje; o admirar la entrada del Cristo Yacente a la Real Iglesia, con el pensamiento en otro de los nuestros, el Beato Francisco Bernardo de Hoyos, que allí expiró. Y, en este preciso momento, buscamos el interrogante de por qué el Mesías hubo de padecer. Pero lo cierto es que no todo termina con la muerte. El amor no muere, porque la llama de la Pascua es la llamada de la fe. Y el turismo, en esta ciudad, en esta semana, tiene un papel muy importante que también hay que cuidar. Y se sabe cuidar.
Por último, ahora sí, recibe querido José Miguel y toda tu directiva un mensaje de bienvenida, de apoyo y de colaboración en tu cuarto mandato al frente de la Junta de Cofradías de Semana Santa. De la misma manera, alcalde, gracias en nombre de la prensa y de los cofrades vallisoletanos a tu labor, y la de los tuyos, a tu contribución inestimable -personal e institucional- en el término de tu cuarto mandato al frente del Ayuntamiento de Valladolid, porque con tanto orgullo recorres calles y plazas, municipios foráneos y ciudades hermanas, con nuestra tradición más arraigada al hombro. Y, a todos ustedes, elogiarles por su paciencia al escucharme y animarles a custodiar aún más lo nuestro. A saber transmitirlo como lo hemos recibido nosotros, como decía otro amigo personal y de la casa, Antonio Pelayo, en su pregón de 2008.
Muchas gracias.