Esta serie de artículos dedicados a la liturgia católica, están extraídos y recopilados de distintas páginas de Internet, con el objeto de servir de formación y aprendizaje en temas litúrgicos para todos los cofrades que nos visitan en la página www.valladolidcofrade.com.
EL AÑO LITÚRGICO
El ritmo semanal con el domingo como día central es el primer eslabón de la cadena del Año litúrgico. Con el tiempo, un domingo destacó sobre los demás: fue el domingo de Pascua. En rigor, todos los domingos del año son domingos pascuales, pascua semanal. La Iglesia desde el Siglo V ha impuesto la obligación de santificar el día del Señor, día que comienza en las Vísperas, o sea, en la tarde anterior (sábado) siguiendo la costumbre judía de contar los días. También las solemnidades comienzan en la Víspera. Por este motivo la misa vespertina del sábado "vale" para cumplir el precepto dominical porque en rigor ya es domingo.
El domingo pascual, núcleo del Año litúrgico, quedó fijado por el Concilio de Nicea reunido el año 325 que dispuso que la Pascua se celebrase el domingo posterior al primer plenilunio del equinoccio de primavera, o dicho de otra manera, el domingo que sigue a la primera luna llena que haya después del 22 de marzo. Por este motivo, la Pascua de Resurrección es fiesta variable, ya que depende de la luna y necesariamente deberá oscilar entre el 22 de marzo y el 25 de abril. Una vez fijado el domingo pascual de cada año se establecen los demás tiempos movibles y sus fiestas: el tiempo pascual (cincuenta días posteriores) y el tiempo cuaresmal (cuarenta días atrás) además de las solemnidades que dependen de la fecha de Pentecostés (Santísima Trinidad, Corpus Christi, Sagrado Corazón).
El Año Litúrgico puede decirse que se compone de tiempos “fuertes” (Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua) en los cuales se celebra un misterio concreto de la historia de la Salvación y otro tiempo llamado Tiempo Ordinario en el cual no se celebra ningún aspecto concreto sino más bien el mismo misterio de Cristo en su plenitud, especialmente en los domingos. Este Tiempo Ordinario transcurre partido y dura treinta y tres o treinta y cuatro semanas.
TIEMPO DE ADVIENTO: El año litúrgico comienza en las vísperas del primer domingo de Adviento, que es siempre el domingo más cercano al día 30 de noviembre, festividad de San Andrés. Dura cuatro semanas con sus respectivos domingos.
TIEMPO DE NAVIDAD: Abarca desde el veinticinco de diciembre hasta el domingo posterior a la Epifanía (6 de enero). Ese domingo celebramos el bautismo del Señor.
TIEMPO ORDINARIO: PRIMERA PARTE. Abarca desde el lunes posterior a la fiesta del Bautismo del Señor hasta el martes anterior al Miércoles de Ceniza.
TIEMPO DE CUARESMA: La Cuaresma, tiempo de preparación para la Pascua de Cristo, es un tiempo claramente penitencial. "Actualmente, el cómputo matemático hace de nuestra Cuaresma un período de cuarenta y cuatro días, incluidos el miércoles de Ceniza y el Jueves Santo". Incluye cuarenta días de penitencia, excluyendo los cinco domingos de Cuaresma y el de Ramos (el domingo siempre es día festivo) y añadiendo los días del Viernes y Sábado Santo, ya en pleno Triduo Pascual. En sentido estricto, la Cuaresma abarca desde el miércoles de Ceniza hasta la misa vespertina de la Cena del Señor del Jueves Santo (NUALC 29).
SEMANA SANTA: Es la semana que abarca desde el Domingo de Ramos en la Pasión del Señor hasta la Vigilia Pascual del Sábado Santo. Incluye al Triduo Pascual, que comienza con la Misa vespertina en la Cena del Señor, del Jueves Santo y se prolonga Viernes, Sábado Santo y el Domingo de Resurreción. Triduo del Señor muerto, enterrado y resucitado. Es un error muy extendido hoy día seguir llamando Domingo de Pasión al domingo anterior al de Ramos (V de Cuaresma) cuando hoy día el domingo de Pasión es el mismo del de Ramos ya que se denomina Domingo de Ramos en la Pasión del Señor.
TIEMPO PASCUAL: Abarca los cincuenta días posteriores a Pascua de Resurrección (cincuentena pascual), incluyendo el domingo pascual, y se distinguen tres períodos:
v Octava de Pascua: son los ocho días posteriores y deben considerarse como un solo día festivo. Termina en las Vísperas del II Domingo de Pascua.
v Tiempo Pascual hasta la Ascensión
v Tiempo Pascual después de la Ascensión.
El Domingo de Pentecostés, que se celebra a los cincuenta días de Pascua, es el colofón del ciclo pascual, no debe pues considerarse como una nueva Pascua.
TIEMPO ORDINARIO: (SEGUNDA PARTE). Abarca desde el lunes posterior a Pentecostés hasta las Vísperas del primer domingo de Adviento. El domingo anterior al primero de Adviento, último del Año litúrgico, celebramos la solemnidad de Cristo Rey.
Los días que no son domingos de cualquier tiempo se llaman ferias. Según la costumbre latina, el lunes recibe el nombre de "feria segunda" y así sucesivamente hasta la feria sexta (viernes). Recuérdese el nombre tan clásico y venerable de "feria V in Coena Domini" al Jueves Santo y el de "feria VI in Passione Domini" al Viernes Santo. El sábado tiene su nombre propio heredado de los judíos (Sabbat que significa descanso). El dies domínica, (kyriaké emera) es el domingo, el día del Señor. Ese día fue el de la resurrección de Cristo. Así nos lo cuentan los evangelistas (Mateo 28.1-7; Marcos 16. 1-8; Lucas 24.1-12; Juan 20. 1-10). Es también ese día el elegido por Jesús Resucitado para aparecerse a sus discípulos en el camino de Emaús y en el Cenáculo. También al domingo se la ha llamado el “octavo día” por los Padres de la Iglesia, haciendo referencia al tiempo nuevo que abre la resurrección y en otro sentido se le ha llamado el “tercer día” si se mira desde la perspectiva de la Cruz. De los simbolismos expuestos considerarlo como primer día de la semana será el más importante.
Terminamos con las palabras que la Constitución Litúrgica del Vaticano II (S.C.) nos dice sobre el año litúrgico:
"La Santa Madre Iglesia considera deber suyo celebrar con un sagrado recuerdo en días determinados a través del año la obra salvífica de su divino Esposo. Cada semana en el día que llaman del Señor, conmemora su resurrección, que una vez al año celebra, junto con su santa pasión, en la solemnidad de la Pascua. Además, en el círculo del año desarrolla todo el misterio de Cristo, desde la Encarnación y la Navidad hasta la Ascensión, Pentecostés y la expectativa de la dichosa esperanza y venida del Señor. Conmemorando así los misterios de la redención, abre las riquezas del poder santificador y de los méritos de su Señor, de tal manera que, en cierto modo, se hacen presentes en todo tiempo para que puedan los fieles ponerse en contacto con ellos y llenarse de la gracia de la salvación.
En la celebración de este círculo anual de los misterios de Cristo, la santa Iglesia venera con amor especial a la bienaventurada Madre de Dios, la Virgen María, unida con lazo indisoluble a la obra salvífica de su Hijo... Además, la Iglesia introdujo en el círculo anual el recuerdo de los mártires y de los demás santos que, llegado a la perfección por la multiforme gracia de Dios, y habiendo ya alcanzado la salvación eterna, cantan la perfecta alabanza de Dios en el cielo e interceden por nosotros" (SC. 102, 103, 104).
Siglas empleadas:
CDC: Código de Derecho Canónico
NUALC: Normas Universales para el Año Litúrgico.
SC.: Sacrosanctum Concilium
LOS GRADOS DE LAS CELEBRACIONES LITÚRGICAS
Las celebraciones de la Iglesia Católica se dividen en celebraciones del Señor, de la Virgen y de los Santos, y a su vez, cada uno de estos grupos y dependiendo de su grado de importancia en tres clases:
v SOLEMNIDADES: Días que por ser considerados muy importantes por la Iglesia se equiparan a domingos (pascua semanal) y comienzan a celebrarse, por lo tanto, en las vísperas. Son catorce: Maternidad de María, Epifanía, San José, Anunciación, San Juan Bautista, Santos Pedro y Pablo, Asunción, Todos los Santos, Inmaculada, Navidad, Trinidad, Corpus Christi, Sagrado Corazón y Cristo Rey. Estas solemnidades tienen todo propio como las lecturas, prefacio, oraciones, etc. En nuestra nación, Santiago Apóstol (patrón de España) es también solemnidad. La solemnidad por excelencia es el domingo de Pascua, en que celebramos la Resurrección.
v FIESTAS: Hoy día son veinticinco. Son días litúrgicos de menor rango que las solemnidades y se celebran dentro del día natural, salvo que se traten de fiestas del Señor que caigan en domingo, teniendo entonces primeras Vísperas. Citaremos las fiestas de los distintos Apóstoles, el Bautismo de Jesús, Sagrada Familia y otras.
v MEMORIAS: Pueden ser obligatorias o libres, las obligatorias en el calendario universal son sesenta y tres. Las memorias, tanto las obligatorias como las libres, son conmemoraciones de los Santos y algunas de la Virgen.
Algunas solemnidades tienen octava, como Navidad y Pascua, aunque la octava de Pascua excluye totalmente otras celebraciones, cosa que no pasa en Navidad, que admite en su octava las fiestas de San Esteban, San Juan Evangelista, Los Santos Inocentes, Sagrada Familia y María, Madre de Dios. La octava de Pentecostés está suprimida.
Además, según el calendario litúrgico, tienen categoría de solemnidad las siguientes celebraciones propias de cada lugar:
Ø Solemnidad del Patrón principal del lugar, sea pueblo o ciudad.
Ø Solemnidad de la Dedicación y aniversario de la Dedicación de la Iglesia propia.
Ø Solemnidad del Título de la iglesia propia.
Ø Solemnidad o del Título, o del Fundador, o del Patrono principal de la Orden o Congregación religiosa.
Con el Nuevo Calendario de Santos, promulgado tras la reforma de 1969, se han tenido en cuenta unos criterios que en definitiva hacen referencia a la primacía del Misterio de Cristo, a priorizar el domingo como pascua semanal, distinguir entre celebraciones universales y particulares, y en cuanto al culto a los santos, descargar un poco de fiestas y dejar muchas de ellas como memorias libres o facultativas, al objeto de que los fieles de cada localidad puedan celebrarlas según sus propias devociones, dejando unas figuras universales a recordar obligatoriamente, bien seleccionadas y representativas.
Este cambio no fue bien entendido en ocasiones, como sucedió con la reducción de las llamadas fiestas de precepto, que son celebraciones que la Iglesia considera muy importantes y por eso las equipara a un domingo, interpretando el pueblo que la Iglesia se pliega al poder civil al trasladar fiestas muy tradicionales al domingo si es que caían en días laborables tales como Corpus o la Ascensión. El CDC en su Canon 1246.1 nos relaciona los días de precepto, a saber: los domingos y además los días de Navidad, Epifanía, Ascensión, Corpus Christi, Santa María Madre de Dios, Inmaculada, Asunción, San José, santos Apóstoles Pedro y Pablo y Todos los Santos. En el siguiente punto se autoriza a la Conferencia Episcopal a trasladar algunas de esas solemnidades a domingo. La reforma del Derecho Canónico prevé que la calificación de precepto sólo sea unitaria para Navidad y para una solemnidad de la Virgen y que cada Conferencia Episcopal determinará, en cada lugar, que otras fiestas además de las citadas serán de precepto.
Las solemnidades del Señor pasadas a domingo se celebran como día propio (Corpus y Ascensión), quedando la Epifanía en su fecha. El motivo es que el pueblo de Dios no debe dejar de celebrar estas fechas y la legislación laboral (que en muchos países no las consideraba fiestas de descanso) impedía o dificultaba su celebración, que además tiene en el domingo su día más señalado.
LOS COLORES LITÚRGICOS
Los colores litúrgicos empleados en la celebración de la Misa católica en las vestiduras de los celebrantes son:
v BLANCO: Simboliza pureza y tiempo de júbilo. Es usado en los momentos principales del calendario litúrgico; Navidad y Pascua. También se usa en fiestas dedicadas a la Virgen o Santos no Martirizados, así como en la festividad de Todos los Santos o Cristo Rey.
v MORADO: Simboliza una profundización espiritual, una preparación. Se usa en Adviento y en Cuaresma, tiempos de preparación para la Navidad y la Pascua respectivamente. También se usa en funerales y misas de difuntos.
v VERDE: Simboliza la esperanza. Es usado después de Navidad hasta Cuaresma, y después de la Pascua hasta el Adviento. Es tiempo de esperanza por la venida del Mesías y por la Resurrección salvadora respectivamente. Este tiempo se conoce como Tiempo Ordinario dentro del calendario litúrgico.
v ROJO: Simboliza el martirio y la fuerza del Espíritu Santo. Es usado en las fiestas de Santos Martirizados, Domingo de Ramos, Viernes Santo y Pentecostés.
v NEGRO: Simboliza duelo y tristeza, se utiliza para misa de difuntos y para Miércoles de Ceniza, ha caído en desuso en favor del morado.
v ROSADO: Se utiliza en la misa de la tercera semana de Adviento para indicar la cercanía de Navidad y la cuarta semana de la Cuaresma para indicar pausar la penitencia.
v AZUL: Simboliza pureza y la virginidad. Se utiliza para las fiestas de la Virgen María, especialmente para la Inmaculada Concepción.
v DORADO: Simboliza triunfo y júbilo, se utiliza en las grandes fiestas en especial en las misas del Domingo de Resurrección.
TABLA DE PREEMINENCIA DE LOS DÍAS LITÚRGICOS
Dentro del calendario litúrgico existe un orden de precedencia, de importancia. Esta tabla es la siguiente:
1. Triduo pascual de la Pasión y Resurrección del Señor.
2. Natividad del Señor, Epifanía, Ascensión y Pentecostés.
Domingos de Adviento, Cuaresma y Pascua.
Miércoles de Ceniza.
Semana Santa (de lunes a jueves)
Octava de Pascua.
3. Solemnidades del Señor, de la Santísima Virgen María y de los Santos. Conmemoración de todos los fieles difuntos.
4. Solemnidades propias tales como:
5. Fiestas del Señor.
6. Domingos del tiempo de Navidad y del tiempo Ordinario.
7. Fiestas de la Virgen y de los Santos.
8. Fiestas propias (Patronos, Dedicación de la Catedral, Fundadores, etc.)
9. Ferias de Adviento que van del 17 al 24 de diciembre, ferias de Cuaresma y octava de Navidad.
10. Memorias obligatorias.
11. Memorias obligatorias propias (Patronos secundarios de un lugar, otras Memorias inscritas en cada Diócesis, Orden o Congregación).
12. Memorias libres.
13. Resto de los días feriales (Adviento hasta el 16 de diciembre, Navidad desde el 2 de enero al sábado posterior a Epifanía, ferias del tiempo pascual fuera de la octava y todas las ferias del tiempo ordinario).
ELEMENTOS NATURALES DE LA LITÚRGIA
La Iglesia, cantora de la naturaleza y de su Creador y amante del simbolismo, debía aprovechar para su liturgia algunos de esos elementos como signos eficaces de valores sobrenaturales y salvíficos. El mismo Cristo los usó y les comunicó virtudes secretas en orden a la vida sobrenatural. Por ejemplo: el agua en el perdón, la saliva en el ciego, el hálito en el cenáculo, etc. Jesús explotó su simbolismo en sus discursos y parábolas: la luz, sal, vid, grano de mostaza, etc.
Vamos a analizar brevemente los principales elementos y símbolos litúrgicos que emplea la Iglesia, su significado y su uso:
LUZ: De todas las obras de la creación, la luz parece ser la más excelente. Con ella empezó Dios a adornar el mundo. Es la más hermosa de las creaturas naturales y de ella beben la belleza todas las demás. En la Vigilia Pascual se nos da la clave. La Iglesia bendice la luz sacándola del nuevo fuego y la introduce a la iglesia con el cirio pascual. La luz, por tanto, representa y rinde tributo a Jesucristo, “Luz del mundo”, símbolo de la presencia divina y de fiesta.
FUEGO: Es de los elementos más misteriosos y terribles, al mismo tiempo. Sin él, apenas se podría vivir. Es fuerza que quema y alumbra, mata y vivifica, destruye y purifica. La Iglesia utiliza constantemente el fuego para sus ritos:
o Con el fuego anuncia la resurrección de Cristo, el Sábado Santo en la noche de la Vigilia Pascual.
o En el incensario, fuego e incienso simbolizan el fervor de la oración y la entrega de nuestra vida, que se va consumiendo poco a poco como suave perfume en honor a Dios.
AGUA: Es uno de los elementos más indispensables para la vida, y henchido de simbolismo. Al principio del mundo, el Espíritu de Dios la acarició con su soplo como elemento de fecundidad; eran aguas repletas de vida vegetal y animal. Y Jesús la santificó con su contacto en las corrientes del río Jordán. El agua con el crisma forma parte de la materia del Bautismo. La Biblia está llena de fuentes, de pozos; y con el agua del diluvio quiso Dios limpiar la maldad de la tierra. Y Jesús de su costado abierto hizo brotar “sangre y agua”. Y su agua calma siempre la sed.
SALIVA: Jesús la usó para curar a un sordomudo y al ciego de nacimiento. Los santos Padres la consideraban como símbolo de la sabiduría; la liturgia la ha usado tan sólo en el Bautismo, mojando en ella la nariz y oídos del bautizado. Así reproducía el gesto de Jesús al curar. De esta manera, esos órganos están ya habilitados para oír con gusto la Palabra de Dios y aspirar el perfume de la santidad. Dada la sensibilidad de los tiempos modernos, el nuevo ritual del bautismo suprimió el uso de la saliva.
AIRE: El soplo del Creador infundió vida al hombre. Y el de Jesús resucitado comunicó a los apóstoles el Espíritu Santo. En el rito bautismal, ha figurado el soplo como signo de expulsión de Satanás, del alma del bautizado.
ACEITE: En la vida espiritual, simboliza: fortaleza espiritual y corporal, valor curativo y conservativo de carácter espiritual, efusión de la gracia, santificación e inhabitación del Espíritu Santo y testimonio cristiano, comunicación del poder divino y consagración de objetos sagrados. Y por eso se usa como materia en algunos sacramentos:
o En el bautismo, el óleo de los catecúmenos se coloca en el pecho. Simboliza la fortaleza y la agilidad espiritual.
o El crisma se compone de aceite y bálsamo. Se usa en el bautismo, confirmación y consagración de sacerdotes, obispos, cálices, altares, patenas, Iglesias. Todo cristiano tiene que exhalar el suave olor de la santidad, el suave olor de Cristo, como dice San Pablo. En la ordenación sacerdotal se ungen las manos; en la episcopal, la cabeza.
o Óleo de los enfermos: vehículo para la gracia divina, y para la salud del cuerpo y del alma.
CIRIO: Se usa para el alumbrado propiamente litúrgico, es decir, para las Misas y demás sacramentos y sacramentales. La vela encendida sirve para simbolizar a Cristo-Luz del mundo y significar la fe y la oración de los fieles en presencia del Señor.
PAN Y VINO: Son la base del alimento corporal del hombre. Simbolizan, al convertirse en verdadero Cuerpo y Sangre de Cristo, que la Eucaristía es alimento indispensable de todos los cristianos. Son los signos del sacrificio de su cuerpo y sangre como manjar espiritual del alma. El pan, hecho de muchos granos, y el vino, de muchos racimos, son símbolo de la unión íntima entre los cristianos. Simbolizan también la unidad de la Iglesia y de los cristianos con Cristo y entre sí, pues compartir el mismo pan y el mismo vino son signos de fraternidad, amistad y unidad.
SAL: que sazona y preserva, se dejó optativo en la fórmula ritual de la bendición del agua lustral como remedio para poner en fuga los demonios y ahuyentar enfermedades. También se usó en el bautismo, colocando unos granitos sobre la boca del bautizado.
CENIZA: Es símbolo de la caducidad de la vida y de todo lo material, y, por lo mismo, símbolo del dolor, de la penitencia, del arrepentimiento, de una gran aflicción. La Iglesia nos la pone el día del miércoles de ceniza “en señal de la humildad cristiana y como prenda del perdón que se espera”.
INCIENSO: Nuestra vida se tiene que quemar en honor a Dios, dando suave aroma. En las solemnidades se inciensa el altar y los santos, la cruz y el Santísimo Sacramento en señal de respeto y veneración. Se inciensa al sacerdote como representante de Dios, y a los fieles para recordarles que, como pueblo santo y sacerdotal, son concelebrantes y no sólo espectadores. Además, purifica el templo y nos eleva a Dios.
FLORES: Las flores naturales que adornan el altar y los santos significan fiesta, alegría, exultación piadosa. En tiempo de cuaresma, tiempo fuerte de penitencia y austeridad, aunque se pueden poner algunas plantas, no debe haber, sin embargo, flores en las iglesias, exceptuando el tercer domingo de cuaresma, domingo del “Laetare”, y las solemnidades y fiestas que caen en cuaresma.
CAMPANILLA: Para la atención piadosa y unión de corazones de la asamblea participante. Se usa en el momento de la consagración en la Santa Misa, para centrar la atención de los que participan en la eucaristía.
CRUZ: Como árbol de vida y victoria pascual, se adorará en los Oficios del Viernes Santo. Además preside la Eucaristía y encabeza las procesiones.
LAS FIESTAS DEL SEÑOR: NATIVIDAD
Un ciclo importante del año litúrgico se nuclea en torno a la festividad de la Natividad del Señor, fiesta fija, que celebramos el 25 de diciembre, Navidad.
La Iglesia celebra el Nacimiento desde el año 336, por disposición del papa san Julio I aunque en realidad no se sabe con exactitud la fecha del Nacimiento (en cualquier caso parece ser que fue unos años antes de los que normalmente consideramos) y ni siquiera si fue o no en invierno. Los orígenes de esta celebración parecen remontarse a tiempos muy lejanos, teniendo como lugar de inicio la gruta donde nació Jesús. Sobre esa gruta construye Santa Elena la basílica de la Natividad, allá por el año 326, colocando el altar encima mismo de la gruta. Se ha venido afirmando que los cristianos de Roma habían fijado en el Siglo IV la fecha del 25 de diciembre para conmemorar la Natividad del Señor, eligiendo la fecha de la fiesta civil romana del Sol invicto, fiesta muy popular entre los romanos y que evocaba la victoria del sol sobre las tinieblas, divinidad que tenía su templo romano en el Campo Marzo y que el emperador Adriano impuso.
El elegir esta fecha (solsticio de invierno) tiene un simbolismo. Al acabar el otoño el sol ha alcanzado su punto más bajo en el horizonte y justamente al comenzar el invierno comienza de nuevo a levantarse, simbolizando a Cristo, Sol naciente que con su luz alumbra a la Humanidad a la que ha venido a salvar. Con la venida de la nueva luz y el nacimiento del Sol (fiesta pagana) los creyentes celebramos a Cristo, luz que no se apaga jamás y Sol que ilumina a todos los hombres. Se introduce y generaliza posteriormente la costumbre romana de la Misa de medianoche (la tradicional Misa del Gallo), que se empezó celebrando en la basílica romana de Santa María la Mayor (basílica romana erigida como imitación de la de la Natividad en Belén).
La Navidad es una celebración entrañable, a la que contribuyó decisivamente la figura de San Francisco de Asís cuando en el año 1223 hace representar con personajes la escena de Belén, origen de los actuales belenes y nacimientos, tan arraigados en la religiosidad popular y que las Parroquias y Cofradías montan con gran cariño en época navideña. La cena navideña en familia, la asistencia a la Misa del Gallo y el beso a la imagen del Niño Jesús son elementos muy entrañables y queridos por el pueblo cristiano.
Hoy en día, sin embargo, se está dando justo el fenómeno contrario de lo que fue el origen de la Navidad. Si los primitivos cristianos tuvieron la valentía de "cristianizar" una fiesta pagana, (inculturación en términos antropológicos) hoy en día nuestra sociedad secularizada está "paganizando" una fiesta religiosa, convirtiendo los días navideños en época de consumo desenfrenado y vacación frívola, perdiendo el sentido de celebración religiosa.
LAS FIESTAS DEL SEÑOR II
Las fiestas del Señor admiten una triple clasificación: fiestas que celebran un misterio salvífico (Pascua, Ascensión, Pentecostés, Navidad y Epifanía); fiestas devocionales como la del Sagrado Corazón de Jesús y fiestas ideológicas tales como el Corpus o Cristo Rey. Vamos a ver algunas de ellas:
La Presentación del Señor (Candelaria): Es actualmente una festividad cristífera y así la ha retomado últimamente la liturgia, aunque su componente mariano (Purificación de la Virgen a los cuarenta días del parto) ha tenido bastante peso y era considerada antes de la reforma litúrgica como fiesta mariana. Es también una de las más antiguas celebrándose en Jerusalén a fines del S. IV y en Occidente se celebra desde el S. VII introducida por el papa Sergio I. La Purificación ya se celebraba en el rito judío a los 40 días del parto, o sea, en la cuarentena. Ese día, para cumplir la Ley Mosaica, los varones primogénitos debían ser ofrecidos a Dios y presentados en el Templo. Jesús lo fue ante el anciano Simeón. La fecha cristiana es la del 2 de febrero (40 días después de Navidad) y conjuntamente recordamos la Presentación del Señor y la Purificación de la Virgen (hay que entender esta purificación en lo referido a María como un trámite puramente "legal" para cumplir con la ley mosaica). Es la fiesta de la Candelaria, así llamada por la velas que se encienden ritualmente ese día para indicar que "Cristo es la luz de las naciones".
La Anunciación del Señor: El 25 de marzo (nueve meses antes del parto, que será el 25 de diciembre) es hoy solemnidad del Señor habiendo sido antes fiesta de la Virgen, pero con una gran contenido mariano. La Iglesia ha celebrado este misterio en Adviento, fijándolo posteriormente, por razones cronológicas, nueve meses antes del Nacimiento y así se celebra ya desde fines del S. VII. Actualmente la solemnidad se llama Anunciación del Señor. El contenido de esta fiesta hace referencia al momento de la concepción divina de Jesús en el seno de María.
La Santísima Trinidad: Siete días después de Pentecostés, o sea, el domingo posterior a Pentecostés se celebra esta solemnidad (extendida por Juan XXII en 1334 a toda la Cristiandad). Es una solemnidad de tipo ideológico que pretende llevarnos al umbral mismo del principal misterio de la teología.
Corpus Christi: Al jueves siguiente, hasta hace poco, la Iglesia celebraba la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, ahora pasada al domingo siguiente, fiesta de origen claramente medieval. Hay dos hechos que influyeron en la creación de esta fiesta: las revelaciones de la beata Juliana de Lieja y el milagro eucarístico acaecido en Bolsena (que resumido consiste en la caída milagrosa de la Sagrada forma de gotas de sangre al dudar un sacerdote de la presencia real de Cristo en la Eucaristía al oficiar misa junto al lago de Bolsena) lo cual hizo aumentar mucho el fervor eucarístico que se produce a partir del S. XII. El papa Urbano IV mediante la Bula “Transiturus” el 11 de agosto de 1264 la extiende a toda la Iglesia centrándola en un culto popular.
Sagrado Corazón de Jesús: El viernes posterior al domingo II después de Pentecostés celebramos la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, fiesta de origen devocional y popular desde el S. XVII, extendida a toda la iglesia en 1856 por Pío IX y dándole Pío XI la máxima categoría litúrgica en 1928. Los pilares de esta fiesta la ponen las monjas benedictinas Santa Gertrudis y Santa Matilde al propagar la devoción a las llagas de Cristo en la época medieval pero es Santa Margarita María de Alacoque la que da un impulso definitivo a esta devoción con sus visiones del Sagrado Corazón de Jesús. Su significado teológico tiene como telón de fondo la caridad y el amor de Cristo a los hombres simbolizados en su corazón.
Cristo Rey: También la celebramos como solemnidad del Señor en el último domingo del tiempo ordinario y como conclusión del año litúrgico. Esta solemnidad la instituyó Pío XI en 1925 mediante la Encíclica “Quas primas” para afirmar en nuestra sociedad secularizada la soberanía de Cristo y tuvo sus detractores entre círculos liturgistas por considerarla superflua ya que a Cristo se le honra como rey del Universo a lo largo de todo el año litúrgico.
LAS FIESTAS DEL SEÑOR III
Dos fiestas tienen relación con la Cruz de Cristo.
La Invención de la Cruz: Se celebraba el 3 de mayo, y recuerda el hallazgo de la Santa Cruz por la madre del emperador Constantino, Santa Elena, en Jerusalén allá por el año 326. De dicha Cruz se llevó la mitad a Roma y dejó la otra mitad en Jerusalén. Esta fiesta fue suprimida por Juan XXIII en la reforma litúrgica, aunque algunas Cofradías la siguen celebrando, por tradición. La palabra invención hay que tomarla aquí en su sentido etimológico más estricto (del latín inventare=encontrar).
La Exaltación de la Cruz: La celebramos el 14 de septiembre, y nos recuerda el día en que el emperador Heraclio trasladó la Cruz a Jerusalén tras haberla recuperado del poder de los persas que la tenían en su poder, derrotando al rey Cosroes II en el año 630. Al suprimirse la fiesta de la Invención es actualmente la única fiesta dedicada a la veneración de la Cruz.
Otra fiesta es la de la Transfiguración del Señor. Fue el Papa valenciano Calixto III quien la extiende a toda la Iglesia en 1457 como acción de gracias por la victoria contra los turcos en Belgrado del año anterior, Se celebra cuarenta días antes de la fiesta de la Exaltación de la Cruz, el 6 de agosto, día en que la noticia de la victoria llegó a Roma.
La fiesta de la Dedicación de la basílica de Letrán, el 9 de noviembre. Ésa es la basílica considerada “Madre y Cabeza de todas las iglesias de la ciudad y del mundo” tal como reza en su fachada. En ella se celebraron cinco Concilios ecuménicos y tiene su sentido en la sacramentalidad de la Iglesia.
En España se celebra la fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote. Tiene su origen en la Congregación de Oblatas de Cristo Sacerdote, que solicitan a Pío XII celebrarla como fiesta patronal y se extiende a toda España en 1973. Se celebra el jueves posterior al domingo pentecostal.
Fiestas suprimidas han sido la del Dulce Nombre de Jesús, hoy celebrada como memoria libre el 3 de enero y la de su Preciosísima Sangre, antes el 1 de julio.
La presencia de María en la litÚrgia
La presencia actual de María en la liturgia católica ha quedado claramente definida fundamentalmente por dos documentos: por un lado la Constitución promulgada por el Vaticano II sobre la Iglesia denominada “Lumen Gentium” fechada el 21 de noviembre de 1964 que dedica su capítulo VIII a la Santísima Virgen María , Madre de Dios, en el Misterio de Cristo y de la Iglesia y por otro lado la Exhortación Apostólica "Marialis Cultus" para la recta ordenación y desarrollo del culto a la Santísima Virgen , dada por el papa Pablo VI en Roma el 2 de febrero de 1974.
El papa Juan Pablo II también ha contribuido a enriquecer el culto mariano con su Encíclica "Redemptoris Mater" de fecha 25 de marzo de 1987 y con las misas de la Virgen María que en número de 46 han completado esta presencia de María en la liturgia católica dejando el culto a la Virgen claramente establecido y en su justo lugar. Estas misas están especialmente dirigidas para la memoria sabatina y para los santuarios marianos de la Cristiandad. La presencia del culto a la Virgen en la Iglesia católica se deja ver:
En el AÑO LITÚRGICO: La Virgen no tiene ni puede tener un ciclo propio dentro del año cristiano. La SC, documento para la reforma de la Sagrada Liturgia del Vaticano II nos dice en el apartado 103: "En la celebración de este círculo anual de los misterios de Cristo, la santa Iglesia venera con amor especial a la BIENAVENTURADA MADRE DE DIOS, la Virgen María , unida con lazo indisoluble a la obra salvífica de su Hijo; en ella, la Iglesia admira y ensalza el fruto más espléndido de la redención y contempla, como en la más purísima imagen, lo que ella misma, toda entera, ansía y espera ser".
No obstante lo dicho hay un tiempo litúrgico en el cual la presencia de María es muy clara: en Adviento y Navidad. El Adviento es un tiempo especialmente mariano: se celebra la Solemnidad de la Inmaculada el 8 de diciembre y ya en tiempos de Navidad la Solemnidad de la María, Madre de Dios el 1 de enero. La última semana del Adviento, en las ferias del diecisiete al veinticuatro de diciembre es toda una eclosión de María que se refleja en las lecturas y un momento especialmente apto para celebrar el culto a la Madre de Dios. La Cuaresma y el tiempo pascual tienen en la liturgia actual escaso color mariano. Sin embargo, en Semana Santa la presencia de la Virgen al pie de la cruz se hace patente (he ahí a tu hijo... he ahí a tu madre), así como en Pentecostés cuando los Apóstoles, presididos por la Virgen, reciben el Espíritu Santo.
CADA DÍA: Se la recuerda durante la misa en la Plegaria Eucarística, que es el centro de la celebración, en algunos de los numerosos prefacios marianos establecidos para las fiestas de la Virgen, en las intercesiones cuando la Iglesia hace memoria de los Santos y en el embolismo tras el Padre Nuestro (si se dice “Líbranos, Señor, de todos los males...y por la intercesión de la gloriosa siempre Virgen Maria...). También se la recuerda en el Credo cuando lo hay ("y nació de santa María Virgen") y en el acto penitencial (si se escoge la fórmula del Yo confieso en la frase "por eso ruego a santa María, siempre Virgen").
La Liturgia de las Horas también recuerda diariamente a la Madre de Dios, concluyendo el Oficio de Completas, último del día, siempre con una antífona mariana de las que existen cinco formularios: Salve Regina; Sub tuum praesidium (Bajo tu amparo nos acogemos); Alma Redemptoris Mater (Madre del Redentor) en Adviento y Navidad; Regina caeli, laetare, alleluia (Reina del cielo, alégrate) en tiempo pascual y Ave Regina caelorum (Salve, Reina de los Cielos) en Cuaresma. Un lugar ciertamente privilegiado en esta Liturgia de las Horas concluir cada día con el recuerdo a María.
CADA SEMANA: En la memoria libre de Santa María en Sábado, día en el cual se pueden decir una de las misas de santa María Virgen. Desde la Edad Media se ha considerado el sábado como día dedicado a la Virgen. El fundamento de tal elección hay que buscarlo en la tradición, que considera que el sábado, día en que Jesús permanece muerto, es el día en que la Fe y la Esperanza de la Iglesia estuvieron puestas en María como presidenta del Colegio Apostólico. Tiene este día sus propias misas votivas.
Tradicionalmente el pueblo cristiano ha tenido en el mes de mayo un recuerdo especialmente ligado a la memoria de María, nacido de elementos de la piedad popular. Al coincidir con el tiempo pascual hay que saber conjugar la presencia de María con la Cristo, ya que María es en definitiva el fruto más espléndido de la Pascua que nos trae Jesús.
Pero a la Virgen se la recuerda muy especialmente en sus celebraciones propias que son:
v Tres Solemnidades: María Madre de Dios, Inmaculada Concepción y Asunción
v Dos Fiestas: Natividad y Visitación
v Ocho Memorias: Nuestra Señora de los Dolores, Nuestra Señora del Rosario, santa María Virgen Reina y la Presentación de Nuestra Señora como memorias obligatorias y Nuestra Señora de Lourdes, el Inmaculado Corazón de María, Nuestra Señora del Carmen y Nuestra Señora de la Merced como memorias libres. Como creencias marianas la Iglesia ha proclamado cuatro dogmas que hacen referencia a María como siempre Virgen (antes, durante y después del parto), a María como Madre de Dios, a su Inmaculada Concepción y a su gloriosa Asunción a los cielos en cuerpo y alma.
A estas festividades habrá que sumarles las propias de cada nación, pueblo o comunidad religiosa. El color litúrgico propio de las fiestas marianas es el blanco y por especial privilegio de la Santa Sede, en España e Hispanoamérica puede usarse el azul en la Inmaculada y en la fiesta de la Medalla Milagrosa, así como la Orden franciscana. El color dorado también puede emplearse en grandes solemnidades para resaltar la importancia del día.
En lo que respecta a los signos de reverencia que se tributan a la Virgen habría que decir que la incensación a las imágenes marianas consiste en dos golpes dobles de incensario. La inclinación de cabeza (reverencia simple) es lo más apropiado ante sus imágenes. Recordamos que la genuflexión está reservada a Jesús sacramentado y a la adoración de la Cruz el Viernes Santo.
En cualquier caso es fundamental siempre tener en cuenta que el único culto que la Iglesia tributa a Dios es el culto cristiano queriéndose decir con esto que el culto a la Virgen y el debido a los Santos está siempre supeditado y en subordinación al culto que se tributa a Cristo que es su punto necesario e imprescindible de referencia. Sin el culto a Cristo lo demás no tiene sentido. Los cristianos adoramos a un solo Dios, un solo Señor y reconocemos un solo bautismo.
EL CULTO A LA VIRGEN: SOLEMNIDADES
Las solemnidades de la Virgen son tres: La primera de ellas cronológicamente hablando se produce a raíz de la proclamación del dogma de la maternidad divina de María en el Concilio de Éfeso del año 431 siendo a partir de entonces cuando el culto a la Virgen se desarrolla de manera clara. Cronológicamente aparece después el dogma de la Inmaculada Concepción de María en el S XIX y a mediados del S. XX se proclama el dogma de la Asunción de la Virgen María a los cielos en cuerpo y alma.
La Solemnidad de María, Madre de Dios: (antes fiesta de la Circuncisión) Es dogma de fe desde que el Concilio de Éfeso en 431 así lo proclamara. Esta fiesta está destinada a "celebrar la parte que tuvo María en el misterio de la salvación y a exaltar la singular dignidad de que goza la santa Madre de Dios, por la que merecimos recibir al autor de la vida" (MC 5). Ese día se celebra también la "Jornada mundial por la Paz", instituida por Pablo VI. La solemnidad de María, Madre de Dios se celebra el 1 de enero. Ocho días después del nacimiento de un niño los judíos practicaban el rito de la Circuncisión, signo visible de la pertenencia al pueblo escogido y de la Alianza con Yahvé, fiesta que la Iglesia recordaba en la octava de Navidad, primer día del año conjuntamente con la solemnidad de la Maternidad de María como Madre de Dios. Fue el Concilio de Éfeso el que proclama a María no sólo como Madre de Cristo sino como Madre de Dios gracias entre otros a San Cirilo que defendió el dogma en contra de la opinión de Nestorio. Así, María no es solo Madre de Cristo sino Theotokos, o sea, Madre de Dios. Este título de la Virgen como Madre de Dios fue el primero que la Iglesia reconoció, siendo el último otro que también hace referencia a su aspecto de Madre, el de Madre de la Iglesia.
Otra Solemnidad de la Virgen es La Inmaculada Concepción 8 de diciembre, creencia piadosa defendida desde el S. XVI y declarado dogma por Pío IX el 8 de diciembre de 1854 por la Bula Ineffabilis Deus. El papa Sixto IV introduce esta fiesta en el calendario romano en 1476. En el Misal de san Pío V figuraba sólo como memoria y no será hasta Pío IX en 1854 cuando se proclame como Dogma.
La Pureza de María era especialmente defendida por los franciscanos, siguiendo las enseñanzas de Duns Scotto, y era combatida por los dominicos que seguían la enseñanza de Santo Tomás en el sentido de que sólo Cristo había estado libre del pecado original y que la Virgen fue purificada en el momento de su Concepción. Si Cristo redimió a todos los hombres (redención universal) también redimió a María y si Ella no tuvo pecado original entonces ¿cómo pudo ser redimida? Este razonamiento tomista implicaba que para que la redención fuese universal debía abarcar a toda la Humanidad incluyendo a la Virgen y para que Ella fuera redimida debía haber tenido al menos el llamado “pecado original” que todos los humanos por el hecho se serlo traemos al mundo. El dogma hay que entenderlo como un privilegio especial concedido a su Madre: Cristo impidió que tuviese pecado pero ese hecho la Virgen se lo debe a Él luego Ella fue también redimida, aunque de otra forma que el resto de los mortales.
La Asunción de la Virgen: 15 de agosto. Fue declarada dogma de fe el 1 de noviembre de 1950 por Pío XII, con estas palabras: "Proclamamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial" (Constitución Apostólica Munificentissimus Deus). El sentido de esta fiesta es que "María asunta al cielo personifica el estado de gloria que tiene todos los que, como Ella, murieron en Cristo".
La MC dice al respecto: "En la solemnidad del 15 de agosto celebramos la gloriosa Asunción de María al cielo: fiesta en la que recordamos su destino de plenitud y bienaventuranza, la glorificación de su alma inmaculada y de su cuerpo virginal, su perfecta configuración con Cristo resucitado. Fiesta que propone a la Iglesia y a la Humanidad la imagen y la consoladora garantía del cumplimiento de la esperanza final. Pues dicha glorificación plena es el gozoso destino de todos aquellos a quines Cristo ha hecho hermanos, teniendo en común con ellos la carne y la sangre" (MC 6).
Esta creencia ya se venía aceptando desde el S. VI, muy relacionada con la fiesta de la Dormición celebrada desde muy antiguo en las iglesias orientales. Desde el S. VI se celebraba una fiesta en Jerusalén que pasa a Occidente con el nombre de la Dormición de Santa María.
EL CULTO A LA VIRGEN: mEMORIAS
Como Memorias de la Virgen (obligatorias o libres) celebramos las siguientes:
Como Memorias obligatorias se celebran:
v Santa María Virgen, Reina: El día 22 de Agosto se celebra la memoria obligatoria de Santa María Virgen, Reina. Es la prolongación jubilosa de la Solemnidad de la Asunción, ocho días después. Es una memoria instituida por el papa Pío XII en 1954 para realzar la realeza de la Virgen, que no se contradice con su condición de sierva pues fue "el que se humilla será ensalzado". El emplear la Iglesia estos términos de realeza y rey para Cristo hacen que estos términos cobren un nuevo sentido. "La solemnidad de la Asunción se prolonga jubilosamente en la celebración de la fiesta de la Realeza de María, que tiene lugar ocho días después y en la se contempla a aquella que, sentada junto al Rey de los siglos, resplandece como Reina e intercede como Madre" (MC 6).
v Los Dolores de la Virgen: El 15 de septiembre tiene su origen en el apostolado de la orden Servita y fue extendida a toda la iglesia por Pío VII en 1814. Los Siete Dolores de la Virgen, simbolizados en un corazón con siete puñales, son: los padecimientos de Cristo ante la Cruz, la Crucifixión, la muerte en la Cruz, la Lanzada, el Descendimiento, la Piedad y el Entierro. Fue introducida en el calendario universal por el papa Pío VII en el S. XIX siendo Pío X quien la sitúa en el 15 de septiembre. Es una memoria de origen devocional que remonta a la Edad Media. Tiene un gran contenido teológico: recuerda la presencia de María al pie de la Cruz. Al celebrarse al día siguiente de la Exaltación de la Cruz “es una ocasión propicia para revivir el momento decisivo de la historia de la salvación y para venerar junto al Hijo exaltado en la Cruz a la madre que comparte su dolor” (MC 7).
v Nuestra Señora del Rosario: Celebrada el 7 de octubre, fue instituida por Pío V tras la victoria de Lepanto sobre los turcos en 1571 y entra en el calendario universal en el S. XVIII. El contenido de la memoria no es la devoción al Rosario sino la Virgen María, presente en el camino de Cristo y en el nuestro.
v La Presentación de la Virgen: El 21 de noviembre. Sixto V la extendió a toda la Iglesia en el año 1585. El contenido de la fiesta es la memoria del gozo de la hija de Sion que se consagra totalmente al Señor y hace relación a la “dedicación” que la Virgen hizo de sí misma a Dios teniendo su origen en la dedicación del templo de Santa María la Nueva en Jerusalén. Esta memoria no tiene su base en relatos evangélicos.
Como Memorias libres celebramos otras cuatro:
v El Inmaculado Corazón de María: sábado después del II domingo después de Pentecostés y que se celebra al día siguiente al Sagrado Corazón de Jesús. Instituida por Pío XII en 1944 como réplica al Sagrado Corazón de Jesús. Su devoción de remonta al S. XVII y su sentido es evangélico ya que "La Madre medita las palabras y los hechos del hijo en su propio corazón" (Lc 2, 19.51)
v Nuestra Señora de Lourdes: 11 de febrero, instituida por Pío X en 1907 para recordar las apariciones de la Virgen producidas cuatro años después de la proclamación del dogma de la Inmaculada, en 1858, a una humilde muchachita francesa llamada Bernardita. Desde entonces Lourdes se ha convertido en lugar de peregrinación y de curaciones milagrosas y en santuario mariano muy importante. Su memoria ofrece la posibilidad de la contemplación de María como fuente de agua viva y medicina de los enfermos.
v Nuestra Señora del Carmen: 16 de julio, extendida por el papa Benedicto XIII a toda la iglesia universal. Es un recuerdo a esta advocación en la vertiente contemplativa, como invitación a interiorizar en la oración y en la meditación la fe en Cristo. "María escuchaba la palabra de Dios y la cumplía, meditándola en su corazón" tal como dice la antífona del Magníficat. Recuerda el nacimiento de una Orden religiosa profundamente mariana que la considera madre y hermana.
v La Dedicación de la Basílica de Santa María la Mayor: 5 de agosto, hace referencia a la iglesia construida en Roma en honor de la Virgen María, Santa María la Mayor o la Blanca, como réplica romana a la basílica de la Natividad de Belén. Su historia hace referencia al sueño del patricio Juan al cual el 5 de agosto del año 352 y siendo papa Liberio, se le apareció la Virgen para pedirle que construyese una iglesia en su honor en la colina que hubiese nieve. Comunicado el sueño al Papa se dirigen al monte Esquilino donde no sólo había nieve sino que estaba dibujada en el suelo la planta de la iglesia. Históricamente hablando fue el papa Sixto III en el año 433 quien construye la iglesia y la ofrece al pueblo de Dios embellecida por bellos mosaicos. Esta memoria evoca los grandes temas de María como templo de Dios y nueva Jerusalén.
Para terminar no hay que olvidar que el Calendario Romano general no recoge todas las celebraciones marianas correspondiendo a los calendarios particulares con fidelidad a las normas litúrgicas recoger las fiestas marianas propias de las distintas iglesias locales y diócesis sumadas a las que celebran las diferentes familias religiosas.
EL CULTO A LA VIRGEN: FIESTAS
Como fiestas de la Virgen celebramos la Natividad de la Virgen María el 8 de septiembre (fecha de comienzo del año litúrgico en la liturgia bizantina) y la Visitación (el 31 de mayo). Ambos son acontecimientos en la vida de la Virgen que la Iglesia celebra como fiestas.
La Natividad de la Virgen es una fiesta procedente de Oriente que celebramos el 8 de septiembre y que va unida a la dedicación de la iglesia de la Natividad de María en Jerusalén remontándose su antigüedad en Roma al menos al S. VII. La MC dice que esta fiesta celebra "esperanza para todo el mundo y aurora de salvación" (MC 7). Sólo celebramos el nacimiento de dos santos: la Virgen y san Juan Bautista, ambos estrechamente relacionados con Cristo. Ese día de la Natividad es la aurora, así como la Asunción es el triunfo final. La Iglesia ve en el nacimiento de la Virgen el comienzo de la salvación universal. Esta fecha del 8 de septiembre fue la que condicionó la de la Inmaculada, nueve meses antes ya que nueve meses antes de su Natividad sería su Concepción Inmaculada.
La Visitación de la Virgen María que celebramos el 31 de mayo tiene su justificación en el Evangelio de Lucas (Lc 1, 39-56). Como fiesta fue instituida por Urbano VI en 1389 pero ya era celebrada por los franciscanos el 2 de julio desde el año 1263. Se ha colocado antes de la solemnidad del nacimiento del Bautista por razones lógicas, desplazando la memoria de María Reina al 22 de agosto. La MC dice de esta fiesta que "la liturgia recuerda a la Santísima Virgen que, llevando en su seno al Hijo, va a casa de Isabel para ofrecerle la ayuda de su caridad y proclamar la misericordia de Dios Salvador" (MC 7). María aparece como portadora de Cristo. La actitud de alegría y alabanza hace exclamar a María su canto del Magnificat.
LA VENERACIÓN A LA VIRGEN: PARALITURGIAS
Independientemente de las fiestas propias de la Virgen la piedad popular ha recurrido a numerosas prácticas piadosas no litúrgicas que hay que tomarlas como muestras del cariño popular que su figura despierta en el pueblo cristiano. Estas prácticas brotan de la fe y del amor del pueblo que considera a María no sólo como Madre de Dios sino también como Madre de todos los hombres. La Iglesia exhorta a todos sus hijos a aumentar su piedad con ejercicios piadosos que aprueba y recomienda tal como la Congregación para el Culto Divino ha dejado dispuesto en numerosas Decretos y Cartas circulares siempre teniendo como referencia a la liturgia que debe ser la fuente de inspiración y punto de referencia de estos actos piadosos.
Dentro del variado repertorio de prácticas piadosas en el culto a la Virgen podemos señalar el sábado (sabatina), los triduos, quinarios, septenarios y novenas, el mes de María, el Ave María, el Ángelus y el Regina Caeli, la Salve, el Rosario, las Letanías, el escapulario del Carmen y las medallas.
EL MES DE MARÍA: Es tradicionalmente el mes de mayo, mes en el cual el pueblo cristiano tiene un recuerdo especialmente mariano. Como cae gran parte en tiempo pascual hay que enfocarlo entendiendo a María como el fruto más perfecto de la Pascua, ya que Ella fue la llena de Pascua y si hay alguien que ha recibido plenamente el don del Espíritu es María.
EL AVE MARÍA: Es sin duda la oración dedicada a la Virgen más popular y extendida en todo el orbe católico. La primera parte de la oración recoge el saludo del ángel, del enviado del Señor, en el momento de la Anunciación. Es una alabanza en la que usamos las mismas palabras del embajador de Dios. Es Dios mismo quien, por mediación de su ángel, saluda a María (Lc 1, 28). "Llena eres de gracia, el Señor es contigo". A continuación se añade el saludo de santa Isabel: "Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús". Isabel dice estas palabras llena del Espíritu Santo (Lucas 1, 42), y así se convierte en la primera persona dentro de la larga serie de las generaciones que llaman y llamarán bienaventurada a María. Después, el Avemaría continúa con nuestra petición: "Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”. María nos entrega a Jesús, su Hijo, que muere por nosotros y por nuestra salvación en la cruz y, desde esa misma cruz, Jesucristo nos da a María como Madre nuestra (Juan 19, 26-28); María es Madre de Dios y Madre nuestra, y por eso podemos confiarle todas nuestras preocupaciones y peticiones, porque sabemos que Dios no le va a negar nada (Juan 2, 3-5) y al mismo tiempo confiamos en que tampoco nos lo va a negar a nosotros si es para nuestro bien. El papa Juan Pablo II nos explica claramente el contenido del saludo de Isabel a su prima en la Carta Encíclica “Redemptoris Mater” (nº 12) y asimismo el Catecismo de la Iglesia católica, en sus números 2676 y 2677 nos ilustra suficientemente sobre el contenido y significado de la oración mariana más bella y conocida.
EL ÁNGELUS: Tiene una estructura sencilla y está inspirado en las Escrituras. Recibe ese nombre por ser esa palabra en latín por la que comienza la oración. El Ángelus es "una invitación a conmemorar el misterio pascual, pues a partir de la noticia de la Encarnación del Hijo de Dios, pedimos ser llevados por su Pasión y su cruz a la gloria de su Resurrección" (MC 41). Pablo VI en la Marialis Cultus lo recomienda especialmente pues santifica los distintos momentos de la jornada ya que se debe rezar tres veces: en la mañana, mediodía y tarde aunque el rezo al mediodía es el más extendido. Es una invitación a los hombres a hacer una alto en su trabajo y consagrarlo al Señor con la oración. En tiempo pascual se sustituye por el Regina Caeli.
LA SALVE REGINA: Es una oración muy antigua pues ya existía en el siglo XI. La Salve es una oración que gusta por su brevedad y sencillez, por su ternura y profundidad, en la que se entrelazan de modo admirable la tristeza del peregrino y la esperanza del creyente. Comienza con un saludo a base de sucesivos piropos: “Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve”. Enseguida la nombramos con el mejor titulo que posee: Madre y además, misericordiosa. Vida, dulzura, esperanza son piropos de cariño destinados a ganarnos su benevolencia. Continuamos pidiendo su mediación: “A ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas”. La Madre es nuestra abogada, la que siempre nos ampara: “Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos”. Si la Virgen no nos ayuda y ampara ¿Quién lo hará? A continuación le hacemos la única petición que contiene la oración: “y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre”. Termina la oración con una coda: “¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!” La coda, atribuida a San Bernardo, es el broche final y la despedida de esta hermosísima oración que concluye de modo magistral pronunciando simplemente el nombre de María.
EL ROSARIO: Es una práctica piadosa definida como el Salterio de la Virgen y que tiene una índole evangélica como compendio de todo el Evangelio. El Catecismo nos dice que en su origen fue una sustitución popular de la Oración de las Horas. Es la devoción mariana por excelencia y el papa Pablo VI lo recomienda muy especialmente en la MC: "Favorece la oración contemplativa, que es a la vez alabanza y súplica, y han ensalzado su eficacia a la hora de promover la vida cristiana y el empeño apostólico" (MC 42). Históricamente se atribuye su invención a Santo Domingo de Guzmán aunque ya se conocía antes su existencia y consistía en el rezo de 150 Ave Marías, como un salterio mariano paralelo a los Salmos que son también el mismo número. Fue el dominico Alano de la Roche quien difunde la anterior atribución y le da gran difusión. Al principio sólo se rezaban Ave Marías, después se introducen la meditación de los misterios, aportación hecha por los cartujos. Alano de la Roche añade el Padrenuestro y propaga la fórmula de quince Padrenuestros y cincuenta Ave Marías. Finalmente fue el papa Pío V quien le dio la forma actual en la Bula "Consueverunt Romani Pontífices" con los quince misterios (gozosos, dolorosos y gloriosos) y el Padrenuestro y las Ave Marías. Ya en el S. XVII el jesuita español Arias hace mención al uso de la jaculatoria final y del Gloria añadiéndose también en ese siglo las letanías. El papa León XIII, denominado “Papa del Rosario”, ha promulgado varias encíclicas sobre esta devoción y nos dice que el rezo del Santísimo Rosario ha proporcionado grandes beneficios a la Cristiandad. Muy recientemente el papa Juan Pablo II en su carta apostólica “Rosarium Virginis Mariae” publicada el 16 de octubre de 2002 añadió al rezo del Rosario los misterios luminosos como aportación de un Papa mariano por excelencia.
Terminamos con la recomendación del papa Pablo VI en la MC: "Por su naturaleza, el rezo del Rosario exige una recitación tranquila y un ritmo reflexivo que favorezca en quien ora la meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del corazón de Aquella que estuvo más cerca que nadie de Él, y le ayude a descubrir sus insondables riquezas" (MC 47). Los misterios son: Gozosos (lunes y sábados), Dolorosos (martes y viernes), Gloriosos (miércoles y domingos) y Luminosos (jueves).
La adjudicación de días concretos a cada grupo de misterios no es algo inamovible y debe adaptarse a los tiempos litúrgicos. Quiérese decir con eso que, por ejemplo, si un día de Navidad cae en viernes no es propio decir los misterios dolorosos por ser un día claramente gozoso.
LAS LETANÍAS: Aunque popularmente así se considere, no forman parte del rosario ni son un colofón del rezo del mismo sino una oración independiente. La prescripción del papa León XIII de concluir el rezo del rosario con el canto de las letanías durante el mes de octubre hizo que los fieles asociaran las letanías como una parte final del rezo del rosario. Las letanías son pues, por sí mismas, un acto de culto propio a la Virgen pudiendo ser canto procesional o formar parte de otros actos culturales. Las primitivas letanías de la Virgen eran las que se cantaban en el italiano santuario de Loreto (de ahí su nombre de Letanías Lauretanas) y Clemente VIII las declaró como las únicas que merecían tal nombre siendo el papa Sixto V quien aprobó las originales en el año 1587. Hoy día la Sagrada Congregación de Ritos es la competente para aprobar las modificaciones habiendo aparecido otras letanías posteriores.
LOS ESCAPULARIOS: Son otro elemento de la piedad popular mariana, especialmente el del Carmen. Su extensión es universal y es un “signo exterior de la relación especial filial y confiada, que se establece entre la Virgen Reina y Madre del Carmelo, y los devotos que se confían a Ella con total entrega y recurren con toda confianza a su intercesión maternal”, tal como el Directorio sobre la piedad popular y la liturgia nos indica claramente.
LAS MEDALLAS: que los fieles gustamos de llevar colgadas al cuello, son asimismo testimonio de fe, signos de veneración a la Virgen María y expresiones de confianza en su protección maternal.
LAS CORONACIONES DE LAS IMÁGENES MARIANAS
“La veneración a las imágenes de santa María Virgen frecuentemente se manifiesta adornando su cabeza con una corona real”. Esta frase tomada de los prenotandos del Ritual de la coronación de una imagen de santa María Virgen deja a las claras que es costumbre antigua. Desde el Concilio de Éfeso (431) se inicia esta costumbre, extendida tanto por Oriente como por Occidente. Al generalizarse se fue organizando el rito para dicha ceremonia, rito que fue incorporado en el S. XIX a la liturgia romana.
El fundamento teológico de esta costumbre de considerar e invocar a la Virgen como Reina se basa en que María es Madre del Hijo de Dios y Rey mesiánico, Madre del Verbo encarnado por medio del cual fueron creadas todas las cosas, celestes y terrestres. Es colaboradora augusta del Redentor ya que tuvo una participación relevante en la obra salvadora de Cristo y es la más perfecta discípula de Cristo ya que dando su asentimiento al plan divino se hizo digna merecedora de la corona de gloria. Además María es miembro supereminente de la Iglesia, bendita entre las mujeres, Reina de todos los santos.
Por todos esos méritos, no exhaustivamente expuestos, la costumbre de coronar a la Virgen está más que justificada. Pero si teológicamente tiene un fundamento claro hay otras razones, quizás de más peso aunque de tipo sentimental. Coronar una imagen de la Virgen es una muestra de amor, de cariño, de profundo respeto con el que los fieles devotos de dicha imagen pretenden expresar su entrega y agradecimiento a la Reina de los Cielos.
EL TIEMPO PASCUAL
Con el domingo de Pascua, domingo sobre el que gira todo el año litúrgico del cual es su raíz, se comienza uno de los tiempos litúrgicos fuertes: el tiempo pascual cuya característica es la alegría. Abarca los cincuenta días posteriores a Pascua de Resurrección (cincuentena pascual), incluyendo el domingo pascual, y se distinguen tres períodos:
v Octava de Pascua: Son los ocho días posteriores y deben considerarse como un solo día festivo. Termina en las Vísperas del II Domingo de Pascua también llamado domingo “in albis”porque era cuando los catecúmenos que se habían bautizado en la Vigila pascual deponían las vestiduras blancas que había llevado toda la octava.
v Tiempo Pascual hasta la Ascensión.
v Tiempo Pascual después de la Ascensión: En este tiempo celebramos:
Ø La Ascensión del Señor: A los cuarenta días de Pascua, hoy pasada al domingo VII de Pascua.
Ø Pentecostés: Se celebra a los cincuenta días de Pascua, en el domingo VIII después de Resurrección. Su octava ha sido suprimida. Es el colofón del ciclo pascual, no una nueva Pascua.
Ya los judíos celebraban la fiesta de la cincuentena para conmemorar la Alianza de Dios con su pueblo en el Sinaí. La Iglesia, en el Concilio de Nicea reunido el año 325 dispuso que la Pascua se celebrase el domingo que hubiese tras el primer plenilunio del equinoccio de primavera, o dicho de otra manera, el domingo que sigue a la primera luna llena que haya después del 22 de marzo. Por este motivo, la Pascua de Resurrección, la Pascua Florida que es como se la llama en España, es fiesta variable, ya que depende de la luna y necesariamente deberá oscilar entre el 22 de marzo y el 25 de abril. Podemos en cierto modo decir que así se unen los dos calendarios: el lunar (de tradición hebrea) y el solar.
En la cincuentena pascual, que debe considerarse como una única solemnidad, debe siempre haber signos festivos en el altar y en la iglesia (flores, luces, música). El cirio pascual debe encenderse a diario, para subrayar la unidad de la cincuentena pascual y vuelve el Gloria. En las lecturas, durante la cincuentena se omiten las del Antiguo Testamento, para dar a entender que estamos en un tiempo nuevo, leyéndose los Hechos de los Apóstoles, Apocalipsis, Cartas de san Juan y san Pedro. En las evangélicas se lee el de San Juan y las apariciones del Resucitado según el evangelista del año.
La cincuentena pascual es el tiempo fuerte por excelencia del año litúrgico y la alegría debe ser la nota dominante. Es tiempo de frecuentar los sacramentos y de llevar la Eucaristía procesionalmente a los enfermos. El Código de derecho canónico obliga a comulgar al menos una vez al año y este precepto debe cumplirse en tiempo pascual, salvo que por causa justa se haga en otro tiempo (CDC 920). También es precepto confesar los pecados graves al menos una vez al año, aunque no necesariamente en tiempo pascual. Las vestiduras de los ministros es blanca.
EL TIEMPO ORDINARIO
El tiempo del Año litúrgico que no tiene un carácter propio (Adviento Navidad, Cuaresma y Pascua) recibe el nombre de Tiempo ordinario, que abarca 33 ó 34 semanas. En este tiempo no se celebra ningún aspecto concreto del misterio de Cristo.
El Tiempo ordinario comienza el lunes siguiente al domingo posterior al 6 de enero, Epifanía, y dura hasta el martes anterior al Miércoles de Ceniza, que da inicio a la Cuaresma. Ahí se interrumpe para reiniciarse desde el lunes siguiente a Pentecostés hasta las vísperas del primer domingo de Adviento, (que es el domingo más próximo al 30 de noviembre) con el cual se inicia el Nuevo Año litúrgico. Durante el tiempo ordinario se celebran numerosas fiestas tanto del Señor como de la Virgen y de los Santos.
Este Tiempo Ordinario es una novedad de la reforma postconciliar ya que antes era llamado domingos después de Epifanía y domingos después de Pentecostés y también “domingos verdes” por el color litúrgico que se emplea. El Tiempo Ordinario cobra su unidad en el Leccionario ya que tiene un ciclo trianual en los domingos y bienal en las ferias.
Para los cristianos cada día tiene un sentido cristológico: la mañana trae el recuerdo de la Resurrección, la hora de tercia recuerda al Espíritu Santo, la hora de sexta la Ascensión, la de nona la Crucifixión y muerte del Señor, la de vísperas la Cena y la noche la espera escatológica del Señor. Antes de la reforma litúrgica, el Tiempo Ordinario recibía su significado casi exclusivamente del Santoral, habiéndose recuperado actualmente la visión global del misterio salvífico. Según la costumbre latina, el lunes recibe el nombre de "feria segunda" y así sucesivamente hasta la feria sexta (viernes). El sábado tiene su nombre propio heredado de los judíos (Sabbat = descanso).
En el T.O. la Iglesia celebra en la semana del 18 al 25 de enero el Octavario por la unidad de los cristianos, coincidiendo con la fiesta de la Conversión de San Pablo que se celebra el 25 de enero, y en octubre Preces para después de la cosecha, Témporas de acción de gracias y de petición en el 5 de octubre. El penúltimo domingo de octubre se celebra el Domund (Día de la propagación de la Fe).
LA CUARESMA
Cuarenta días antes del Domingo de Ramos empieza el tiempo de Cuaresma, que la Iglesia instituye para prepararnos a celebrar los misterios de la Pasión. Desde fines del S. II ya existe en la Iglesia un período de preparación a la Pascua, observado con días de ayuno y penitencia.
Este ayuno de cuarenta días se observaba desde la sexta semana antes de Pascua, pero habiendo por medio seis domingos (días siempre festivos y nunca penitenciales) y para completar el número simbólico de cuarenta días de penitencia (cuarenta años fue la peregrinación del pueblo de Israel en el desierto, cuarenta horas permaneció Jesús muerto, cuarenta días duró el diluvio, cuarenta días estuvo Moisés en el Sinaí) se amplió al miércoles anterior.
Más tarde se añadieron otros domingos de preparación a la Cuaresma (Quincuagésima, Sexagésima y Septuagésima, hoy suprimidos). Era en Cuaresma la época en que los catecúmenos que se iban a bautizar en la Vigilia Pascual se preparaban intensamente para recibir el Sacramento. También, en el Miércoles de Ceniza, eran separados públicamente de la Asamblea los pecadores, imponiéndoseles la ceniza y obligándoseles a la penitencia pública, generalizando la costumbre de la imposición de la ceniza a todos los fieles el papa Urbano II en el Sínodo de Benevento del año 1001. La Constitución litúrgica (SC 109) recuerda el carácter bautismal y penitencial de la Cuaresma. Es la época del "Convertíos y creed en el Evangelio" (Mc 1,15)
Abarca pues desde el Miércoles de Ceniza hasta el Triduo pascual. El computo matemático total en la actualidad suma cuarenta y cuatro días, incluidos el Miércoles de Ceniza y el Jueves Santo. Dentro de la Cuaresma entran las siguientes fiestas:
v Solemnidad de San José, el diecinueve de marzo.
v La Anunciación del Señor, el veinticinco de marzo.
La SC nos recuerda el doble carácter de la Cuaresma: penitencial y bautismal. Insiste en la escucha asidua de la palabra y en la dedicación a la oración. Teológicamente el protagonista de la Cuaresma es Cristo (se retira al desierto a orar, se encuentra con la samaritana y la salva, cura al ciego, etc). Él es el dueño de la historia y avanza hacia la Pascua sembrando la Salvación.
La trilogía cuaresmal que la iglesia nos propone consiste en limosna, oración y ayuno.
En cuanto a normas litúrgicas y orientaciones pastorales propias de este tiempo podemos apuntar algunas:
Ø En general se debe buscar en el tiempo cuaresmal la mayor austeridad posible, tanto para el altar como para los demás lugares y elementos celebrativos.
Ø El contraste entre esta austeridad cuaresmal y las maneras festivas que se ofrecerán al llegar la Pascua (Pascua=paso) ayudarán a captar este concepto de "paso".
Ø En este tiempo hay que suprimir las flores, la música instrumental (salvo si es imprescindible para acompañar el canto) y los adornos.
Ø Una celebración comunitaria de la Penitencia es muy recomendable, con confesión personal como preparación inmediata al Triduo Pascual, así como el ejercicio del Vía Crucis.
Ø En la Misa se omite siempre el Aleluya.
Ø Se dicen los prefacios de Cuaresma (excepto las fiestas que los tengan propios).
Ø Los domingos se omite el Gloria.
Ø Antes del Evangelio, el lugar del Aleluya se puede hacer una aclamación a Cristo.
Ø El acto penitencial de la Misa debe destacarse.
Ø El miércoles de Ceniza y el Viernes Santo hay que guardar abstinencia de carne y ayuno.
Ø Los viernes de Cuaresma (y todos los del año) son días penitenciales de abstinencia. Esta puede ser sustituida por alguna práctica religiosa: lectura de la Sagrada Escritura, limosna penitencial, obras de caridad o piedad, etc.
Ø En el miércoles de Ceniza, la imposición de la ceniza debe hacerse después del Evangelio y la homilía. Por ese motivo en la Misa de ese día se omite el acto penitencial. Es recomendable que el sacerdote presidente se imponga a sí mismo la ceniza o que alguno de los fieles se adelante a imponérsela: debe dar ejemplo de que, como signo visible de Cristo en la comunidad, se incorpora también a su camino de Pascua.
Ø El sexto domingo de Cuaresma se llama domingo en la Pasión del Señor o de Ramos (antes de la reforma litúrgica se conocía por el nombre de Domingo de Pasión al anterior a Ramos).
Ø Las vestiduras son, como en Adviento, moradas.
Resumiendo pues, en Cuaresma se debe buscar la mayor austeridad posible como tiempo penitencial propio tanto en el exorno de los altares como en los demás elementos celebrativos, suprimiendo flores y cánticos. En la antigua liturgia hispánica, en este tiempo se cubría el altar con un paño de saco. Se omite siempre el "Aleluya" y está mandado suprimir los adornos y las flores, excepto el domingo IV llamado de Laetare por su Introito (ese domingo se pueden usar ornamentos rosas), omitiéndose los domingos el "Gloria". Es tiempo adecuado para realizar celebraciones comunitarias de la Penitencia. El ayuno está limitado al Miércoles de Ceniza y al Viernes Santo, y la abstinencia de carne los días anteriores y a todos los viernes del año, no sólo los cuaresmales, ya que el CDC no hace distinción alguna entre unos viernes u otros (CDC 1.250 y siguientes). No obstante, el ayuno y la abstinencia pueden ser sustituidos por otra práctica penitencial como obras de caridad o de piedad, limosnas, lecturas de las Sagradas Escrituras, etc (Artículo 13.2 del Decreto general sobre Normas Complementarias al Nuevo Código de Derecho Canónico de 26/11/83).
EL ADVIENTO
Las cuatro semanas anteriores a la solemnidad de Navidad forman el tiempo de Adviento que es la preparación para la llegada del Salvador, dando con el primer domingo de Adviento comienzo un nuevo año litúrgico, que terminó el domingo anterior con la festividad de Cristo Rey (en el rito oriental-bizantino el año litúrgico comienza con la fiesta de la Natividad de la Virgen, el 8 de septiembre).
Las normas litúrgicas universales dicen que el Adviento "comienza con las primeras Vísperas del primer domingo de Adviento (el 30 de noviembre o domingo más cercano) y acaba antes de las primeras Vísperas de Navidad". Contiene siempre cuatro domingos que se estructuran en dos partes bien definidas: hasta el 16 de diciembre y del 17 al 24 de diciembre. Fue el papa San Gregorio Magno quien la estructura en cuatro semanas.
El tiempo de Adviento no se conoce en Roma hasta el S. VI, recogiendo la palabra adventus, aplicada anteriormente a la llegada de algún personaje importante (Emperador). Es el tiempo del Marana-tha (ven Señor), de la espera gozosa del Salvador. El Adviento es también el tiempo mariano por excelencia, donde la presencia de María en la liturgia es más patente.
Teológicamente es tiempo de espera gozosa de la venida de Cristo, es tiempo asimismo del Espíritu Santo, tiempo del cumplimiento de las profecías, tiempo de conversión y tiempo mariano por excelencia como hemos dicho (diciembre el mes más particularmente apto para el culto a la Virgen sin que deba ser considerado como mes de María) con la Inmaculada, la Expectación al Parto, y ya en tiempo de Navidad con la solemnidad de María Madre de Dios el 1 de enero.
En los aspectos litúrgicos el Adviento es tiempo de relativa austeridad en los signos externos. Así, es aconsejable pastoralmente hacer alguna celebración comunitaria de la penitencia. Se omite el Gloria los domingos por el carácter relativamente penitencial del tiempo para que resuene con más alegría el Gloria de la misa del Gallo. Las vestiduras son moradas (como en Cuaresma) y el altar debe estar escueto y sin adornos muy festivos. En el domingo III de Adviento, llamado de Gaudete por la antífona de entrada -Gaudéte in Domino semper: íterum dico, gaudéte- se puede usar el color rosa (como ocurrirá en el IV domingo de Cuaresma llamado de Laetare). La música instrumental se debe omitir para que contraste más la alegría del Nacimiento.
También se recomienda poner en lugar preferente una imagen de María y se está recuperando la tradición, procedente sobre todo de Centroeuropa y Norteamérica, de poner la llamada corona de Adviento (cuatro velas de diferentes colores sobre una corona de ramos verdes que se van encendiendo progresivamente en cada domingo, marcando el tiempo de la llegada del Señor).
La semana que precede a la Navidad tiene un sentido propio y distinto al resto del Adviento pues la llegada del Señor es inminente. Aquí las memorias de los santos son siempre libres, se puede cantar diariamente el Aleluya, poner más luces en el altar, usar vestiduras más lujosas, dar la bendición con la fórmula solemne de bendición de Adviento. Se debe notar que el tiempo es más alegre.
Las lecturas de Adviento se nuclean en las ferias en torno al profeta Isaías y las evangélicas en los pasajes que narran al Precursor y los preparativos del Nacimiento. Los domingos se leen las epístolas de Pablo, Santiago y Hebreos.
Resumiendo pues diremos que el Adviento es un tiempo de relativa austeridad, ya que a quien espera siempre le falta algo. Por eso se emplean algunos signos de austeridad como las vestiduras moradas o la omisión del Gloria.
LA LITÚRGIA DE LA SEMANA SANTA
Si se puede hablar a lo largo del Año litúrgico de un tiempo de gran riqueza litúrgica ese tiempo es sin duda la Semana Santa. Domingo de Ramos, Oficios del Jueves y Viernes Santos y la Vigilia Pascual son momentos cumbres del año litúrgico.
La actual Liturgia de la Semana Santa se inicia a partir de los años 1951 y 1955 siendo papa Pío XII que reforma primero la Vigila Pascual y posteriormente toda la Semana Santa. El Concilio Vaticano II, en la Sacrosantum Concilium la culmina con la posterior publicación del Misal romano de 1969. Ya quedaron atrás el uso del Tenebrario para iluminar tenuemente el templo e ir apagando todas sus velas excepto una en el suprimido Oficio de Tiniebas y en el cual los fieles tocaban sus carracas, o el enorme desarrollo de los llamados “monumentos”, arquitecturas efímeras para albergar la reserva del Santísimo que hoy sigue su costumbre pero de forma más discreta.
Hasta las reformas citadas se consideraba al Sábado Santo como día de Gloria (sábado de Gloria) ya que la Vigilia pascual se celebraba por la mañana.
Comienza la Semana Santa con el Domingo de Ramos en la Pasión del Señor (que ese es su actual nombre aunque errónea e indebidamente se le siga llamado Domingo de Pasión al anterior al de Ramos). El Domingo de Ramos, en todas las Misas, es obligatorio hacer conmemoración de la Entrada del Señor en Jerusalén, que puede realizarse con una procesión, con entrada solemne o con entrada simple, según las circunstancias de cada momento y lugar.
Las palmas y los ramos, que son signos populares de victoria, manifiestan que la muerte en la Cruz es signo de victoria. Los fieles han de tener los ramos en las manos antes de la celebración ya que la distribución de los ramos ha sido suprimida. Ese día los celebrantes usan el color rojo que apunta a la muerte del Mártir y a su posterior Victoria uniendo así la Entrada de Jesús con su muerte y resurrección.
Acabada la procesión se dice inmediatamente la oración colecta, suprimiéndose pues los ritos iniciales. Asimismo se debe leer la Pasión, por lo menos en su forma abreviada. Se leerá el relato de la Pasión según el evangelista del año que toque (Mateo, Marcos o Lucas ya que el relato de Juan se reserva siempre para el Viernes Santo) y ya desde antiguo se adoptó la costumbre de actuar tres lectores distintos: el que hace de Jesús (reservado al celebrante), otro narrador y un tercero que personifica al resto de los demás interlocutores, costumbre que debe mantenerse cuando sea posible.
En la mañana del Jueves Santo se celebra por el obispo la llamada “Misa Crismal” en la cual se bendicen los Santos Oleos que se usarán durante el año. Es una Misa a la cual están especialmente llamados los sacerdotes, que en la misma renovaran sus promesas sacerdotales.
El Triduo Pascual, que comienza con la Misa “in coena Domine” y termina en la Vigilia Pascual, es el ápice de la Liturgia que estallará en la celebración del domingo pascual.
El Triduo Pascual comienza con la misa vespertina del Jueves Santo en la Cena del Señor (dando por finalizado el período cuaresmal precedente) tiene como característico el rito del Lavatorio de los pies tras la Liturgia de la Palabra y la reserva del Santísimo para la comunión del día siguiente ya que el Viernes Santo no se celebra la Misa ni se consagra. Al final de la Misa se omite el rito de despedida y la bendición y se hace el traslado del Santísimo Sacramento. Se despoja el Altar sin ninguna ceremonia y si es posible se retiran las cruces de la iglesia o en su defecto se velan.
El Viernes Santo, primer día del Triduo Pascual, Pascua de Cristo crucificado es un día alitúrgico puesto que es un día en que la Iglesia no celebra la Eucaristía (al igual que el Sábado Santo) aunque si se reparte el Cuerpo de Cristo (novedad introducida con la reforma), se lee la Pasión de Jesús según el evangelio de Juan, a ser posible dialogada, y se hace la adoración de la Cruz. La oración de los fieles tiene ese día una especial importancia. El color litúrgico que corresponde es el rojo.
El Sábado Santo, segundo día del Triduo, Cristo en el sepulcro, es también un día alitúrgico en el cual no hay ninguna celebración sacramental prevista.
En la Vigilia Pascual, que comienza con la Liturgia del Lucernario, bendición del fuego y posterior Pregón pascual prosigue con la Liturgia de la Palabra con nueve lecturas incluyendo los salmos, en las cuales al acabar las pertenecientes al Antiguo Testamento se canta el Gloria, se encienden las luces del templo que hasta ese momento ha permanecido a oscuras y se adorna el Altar con luces y flores para seguir con la Liturgia bautismal en la que se pueden bautizar a los catecúmenos y renovar las promesas bautismales. En la procesión hacia el baptisterio se entonan las letanías de los santos. Terminada la Liturgia bautismal se continúa con la liturgia eucarística en la forma acostumbrada. Las vestiduras son blancas.
Históricamente se comenzó celebrando solamente la Vigilia Pascual y de ahí se pasa en el S. IV a celebrar el Triduo Pascual, y como consecuencia, la Semana Santa completa.
Como normas litúrgicas hay que tener en cuenta que durante el Triduo pascual no se tocan campanas (suena la popular matraca), el Altar permanece despojado sin Cruz ni mantel desde la terminación de la Misa en la Cena del Señor del Jueves Santo y sin flores o muy escasas y el Sagrario permanece abierto y vacío. No suena la música y el coro, si interviene, lo hace "a capella".
El Viernes Santo y el Sábado según la oportunidad se guarda el sagrado ayuno de la Pascua que no tiene ya carácter penitencial. En la Vigila Pascual, por el contrario, todo debe rezumar alegría: se deben poner flores, alfombras, y a partir del Gloria suenan las campanas y los instrumentos musicales. Debe contrastar claramente la austeridad cuaresmal con la alegría de la Resurrección.
Desde el final de la Misa vespertina del Jueves Santo hasta la medianoche se considera reserva solemne. El Viernes Santo se da el culto habitual a la reserva eucarística y tras los Oficios se debe retirar la reserva de la veneración de los fieles y colocarla en un lugar privado. También se hace genuflexión a la Cruz desde los Oficios del Viernes Santo hasta la Vigilia pascual.
Desde estas líneas invitamos a todos los católicos a participar en los actos litúrgicos de la Semana Santa, cada uno en su parroquia respectiva, Iglesia Penitencial o en la catedral. Ningún cristiano debe perder la ocasión de participar en los actos litúrgicos de esos días pues no hay mejor manera de celebrar el Misterio de nuestra salvación. Y al salir de los Oficios ¡A ver Cofradías¡
LA VIGILIA PASCUAL
Es la celebración central de todo el año litúrgico, ocurre al caer el sol del Sábado Santo.
Es la "noche santa" en la que la Iglesia celebra, en la forma más expresiva, la obra de la redención como memoria, presencia y espera.
Los cristianos recordamos la noche en la cual Cristo sale de la tumba, victorioso de la muerte y esta memoria se hace realidad, porque sabemos que el mismo Cristo resucitado está presente en la comunidad que celebra el gran acontecimiento.
Lo llamamos "vigilia", por la actitud de espera que debe tener el cristiano, según la invitación del evangelio: "Tengan la ropa puesta y mantengan encendidas sus lámparas. Estén como hombres que esperan que su patrón regrese de un casamiento para abrirle la puerta. Dichosos los siervos que el Señor a venir, encuentre despiertos…" (Lc 12, 35-37)
Para todo cristiano este velar adquiere el valor simbólico de la espera de la venida del Señor. Así la Vigilia Pascual se convierte en programa de vida: estar siempre alertas y preparados para nuestro encuentro final con el Señor.
Símbolos y ritos de la celebración:
v BENDICIÓN DEL FUEGO: Es el inicio de la Vigilia. Habla del paso de las tinieblas a la luz, de la noche al día. Las tinieblas simbolizan el pecado y la muerte; y la luz simboliza a Cristo Resucitado.
v CIRIO PASCUAL: Se enciende el Cirio Pascual, que simboliza a Cristo resucitado y se reparte su fuego para encender las velas que todos los fieles llevan a la celebración, significando que Cristo, "Luz del Mundo", ilumina la vida de los hombres con su Resurrección. Se coloca al frente, en el presbiterio, desde donde domina toda la asamblea.
v PROCESIÓN: Consiste en entrar al templo o lugar de la celebración, precedidos por el Sacerdote que lleva el Cirio Pascual en Alto, significa que somos el Nuevo Pueblo de Dios, nacido de la Pascua; peregrinos seguimos a Cristo Resucitado, nuestro Jefe y Luz del Mundo a través del desierto de esta vida hacia la Patria Celestial.
v LITURGIA DE LA PALABRA: El símbolo de la luz del cirio cede el lugar a la realidad de Cristo, luz del mundo, presente en su Palabra, proclamada en esta noche. En ninguna otra celebración hay tantos textos como en esta. Son nueve lecturas que presentan en síntesis la Historia de la Salvación. Las lecturas se hacen a manera de diálogo entre Dios y la comunidad, cada una está precedida de momentos de silencio, aclamaciones y cantos de salmos. Las siete primeras lecturas se hacen del Antiguo Testamento, para admirar la obra de la Creación (Génesis); recordar los prodigios que hizo Dios con Israel su Pueblo (Éxodo); leer a los profetas que anunciaron la Salvación que Dios realizaría para todos los hombres; las siguientes dos lecturas son, una de San Pablo que anuncia a la nueva Iglesia que Cristo resucitado de entre los muertos, ya no muere más y la más importante, el Evangelio, que narra la Resurrección del Señor.
v LITURGIA BAUTISMAL: Momento en que se bendice el agua bautismal, se celebra el Bautismo a quienes se hayan preparado para ingresar en la comunidad cristiana y se renuevan las promesas bautismales por parte de todos los presentes.
v LITURGIA EUCARÍSTICA: Como en todas las Celebraciones Eucarísticas (Misas), se prepara el altar con los dones del pan y el vino, para hacer presente la Pascua de Cristo, como Él nos lo enseñó. La celebración eucarística es el centro de toda la vigilia. La palabra eucaristía, significa "acción de gracias". En esta noche pascual, la Iglesia celebra su acción de gracias a Padre por habernos dado a su Hijo muerto y resucitado. En esta noche se comprende más que nunca el porqué los primeros cristianos llamaron Eucaristía a la Cena del Señor. Este es el momento en que nació la verdadera Eucaristía: ¡La Pascua!. Por esto, el Misterio de la Noche Pascual culmina en la Eucaristía, que ya no la ofrece Cristo solo, sino en compañía de su Iglesia.
LA RELIGIOSIDAD POPULAR
La religiosidad popular es un tema muy manido y que no goza de excesivos entusiasmos últimamente. Bueno es reproducir unas líneas de Benedicto XVI sobre el tema escritas cuando era cardenal: “La religiosidad popular es el humus sin el cual la liturgia no puede desarrollarse. Desgraciadamente muchas veces fue despreciada e incluso pisoteada por parte de algunos sectores del Movimiento Litúrgico y con ocasión de la reforma postconciliar. Y sin embargo, hay que amarla, es necesario purificarla y guiarla, acogiéndola siempre con respeto, ya que es la manera con la que la fe es acogida en el corazón del pueblo, aun cuando parezca extraña o sorprendente. Es la raigambre segura e interior de la fe”. Magníficas palabras para valorar ese fenómeno de la religiosidad popular uno de cuyos elementos más destacados son las Hermandades y Cofradías. El “Directorio sobre la piedad popular y la liturgia” de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos nos ilustra sobradamente sobre las formas de culto y especialmente sobre las prácticas de la piedad popular.
Las formas de culto de las Hermandades y Cofradías, en su vertiente devocional más generalizadas, se resumen en novenas, septenarios, quinarios y triduos, teniendo siempre como centro celebrativo la Eucaristía.
La novena: Es un ejercicio piadoso que dura nueve días, dedicado generalmente a la Virgen María y a otros santos y santas, así como a devociones particulares. Muchas de las novenas tiene indulgencias y la única novena que no era de devoción sino litúrgica fue la prescrita por León XIII en el año 1895 dedicada al Espíritu Santo para preparar Pentecostés.
El septenario: Es un ejercicio de siete días especialmente dedicado a la Virgen en sus advocaciones dolorosas, como recuerdo de los siete dolores que padeció la Virgen al contemplar los padecimientos de Cristo ante la Cruz.
El quinario: Ejercicio de cinco días que parece tener su origen en el recuerdo de las cinco llagas de Cristo (manos, pies y costado) y se celebran tanto para el culto a Cristo, como a la Virgen.
El triduo: Ejercicio de tres días dedicado tanto a Cristo como a la Vírgen. Tres son las personas de la Trinidad y tres los días que conforman el Triduo Pascual. Se dedican también Triduos al Santísimo.
El Vía Crucis cuaresmal y el Vía Lucis, su equivalente pascual, son otras formas de devoción muy utilizados por las Cofradías, especialmente el ejercicio del Vía Crucis en el cual se recorren los momentos más sobresalientes de la Pasión y Muerte de Cristo a través de sus catorce estaciones. De igual forma, en la Cuaresma, están bastante extendidas las meditaciones sobre el Stabat Mater y sobre las Siete Palabras de Jesús en la Cruz, difundidas estas últimas en el S. XVII sobre todo gracias al tratado que sobre dicho tema escribió San Roberto Belarmino. El Sermón sobre las Siete Palabras es fuente importante de reflexión durante los días cuaresmales y en Valladolid adquiere su máximo exponente en la mañana del Viernes Santo en su Plaza Mayor.
No podemos dejar de nombrar la señal de la cruz. Hacer la señal de la cruz es el gesto fundamental del cristiano. Santiguarse es aceptar a Cristo en nuestra vida, reconocernos discípulos suyos. Si además utilizamos el agua bendita para santiguarnos nos trae recuerdos del bautismo. En definitiva es una profesión de fe en el Dios trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Hacer la señal de la cruz equivale a ponernos bajo la protección del Señor, equivale a un escudo que nos protege de las tribulaciones diarias y nos anima a seguir adelante.
LAS PROCESIONES
Un apartado de la religiosidad popular muy querido por las Hermandades y Cofradías son las procesiones. La procesión es una expresión cultual de carácter universal en la cual la piedad popular y la liturgia establecen una relación muy peculiar. Las procesiones son manifestaciones de la fe y piedad populares con grandes connotaciones culturales y que despiertan el sentimiento religioso de los fieles, tal como las define el Directorio sobre la piedad popular y la liturgia.
Hay procesiones litúrgicas que se celebran durante el desarrollo de la Eucaristía y son necesarias para el desarrollo de la misma acción litúrgica: la procesión de entrada del ministro y los celebrantes, que puede solemnizarse entrando los celebrantes desde el fondo de la nave; la procesión hacía el ambón del diácono o presbítero para proclamar el Evangelio; la procesión para presentar las ofrendas; el momento de recibir la comunión, que también se considera procesión de los fieles. Además hay procesiones litúrgicas con motivo de ciertas festividades: la del 2 de febrero (Candelaria) que conmemora la Presentación del Señor en el Templo; la del Domingo de Ramos (palmas) que conmemora la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén; las de la Vigilia Pascual con el rito del Lucernario. Otras tienen carácter votivo, como la del Corpus o las de rogativas.
Fue en la Edad Media cuando la piedad popular amplió el número de procesiones votivas que alcanzaron su punto álgido durante la época barroca, tanto para honrar a los santos como para meditar los aspectos de la pasión. Los riesgos que tienen se refieren a que estas manifestaciones prevalezcan sobre los sacramentos, que quedarían relegados a un segundo plano o a considerar la procesión como el acto culminante de la Liturgia lo cual puede degenerar en convertir la procesión en mero espectáculo o acto folclórico cultural. Para evitar esa mala interpretación se impone una catequesis adecuada sobre el sentido de las procesiones, en un triple sentido: teológico, como sentido de pueblo de Dios en marcha camino de la Jerusalén celeste: litúrgico, procurando que haya representación eclesiástica en la presidencia y con oraciones al inicio y al terminar, portando velas los asistentes; antropológico, poniendo de manifiesto el significado de procesión como camino que se hace juntos participando en el mismo clima de oración.
LOS CULTOS EN LAS COFRADÍAS
Los cultos que las cofradías dedican hoy día a sus titulares están recogidos claramente en sus Reglas o Estatutos. Entre sus fines se recoge en primer lugar el de "Dar culto público y asiduo a Dios Nuestro Señor Jesucristo y a su Santísima Madre la Virgen María, representados en nuestras Sagradas Imágenes".
Queda claro pues desde el principio que uno de los fines esenciales e irrenunciables de las cofradías es el de dar culto público a Dios y a la Virgen María, además de a sus devociones particulares. Esto debe saberse con claridad ya que algunas de las críticas que se hacen a las Cofradías proviene del desconocimiento de sus fines. El culto a sus titulares es "lo suyo específico" estando lógicamente obligadas a realizar otras funciones (caridad, formación, catequesis) ineludibles para poder estar en línea con las exigencias de la Iglesia hoy en día.
Las hermandades y cofradías tienen en honor a sus titulares principales (Cristo y/o Virgen) fundamentalmente cuatro formas de cultos: novenas, septenarios, quinarios y triduos.
El desarrollo del triduo, quinario, septenario o novena podría seguir el siguiente esquema: rezo del Santo Rosario, ejercicio propio del Triduo o correspondiente, que consiste en una breve oración, algunas preces, peticiones dirigidas al titular al que se le dedica el culto y Santa Misa con Sermón. En algunas ocasiones hay Exposición del Santísimo y Bendición.
En realidad, los ejercicios de piedad (ya que no son otra cosa los Quinarios, Triduos y demás) tenían antiguamente un sentido de preparación, durante el cual mediante el Sermón, único medio de la Iglesia para transmitir sus mensajes evangélicos en aquellos tiempos, y mediante la meditación de los misterios de la Pasión, se invitaba al cofrade a una conversión, que culminaría recibiendo los Sacramentos del Perdón y de la Eucaristía.
Cierto es también que la práctica de la comunión frecuente es muy moderna, siendo en siglos pasados ésta una práctica más bien excepcional debido entre otras cosas al estricto ayuno eucarístico que había que guardar para comulgar (desde la medianoche anterior), lo cual no favorecía esta práctica y forzaba por añadidura la inexistencia de misa vespertina. Pío XII en 1953 mitigó el ayuno, que pasó primero tres horas y posteriormente a una hora antes (CDC 919).
El hecho de celebrar en el mismo acto el rezo del Santo Rosario, el ejercicio de la Novena, Quinario o Triduo, la Santa Misa con el Sermón y a veces la bendición con el Santísimo prolongan en demasía la duración de algunos cultos, confundiendo la larga duración con la solemnidad, cuando más bien puede caerse en pesadez o aburrimiento. Es claro que la calidad del culto no depende del tiempo sino de la intensidad y participación de los fieles.
LA INCENSACIÓN
El rito de incensación expresa reverencia y oración. La materia que se coloca en el incensario debe ser incienso puro o en caso de agregarle alguna sustancia se debe procurar que la cantidad de incienso sea mucho mayor.
En cuanto a la forma de incensar siempre ha de hacerse con movimientos dobles únicamente. Antes y después de incensar se debe hacer una inclinación profunda a la persona u objeto que se inciensa. Con tres movimientos dobles se inciensa: el Santísimo Sacramento (que ha de hacerse de rodillas), la reliquia de la Santa Cruz, las imágenes del Señor o de de la Virgen, los dones para el sacrificio, la cruz del altar, el Evangelario, el Cirio Pascual, el ministro celebrante y el pueblo. Con dos movimientos dobles se inciensa en el resto de los casos. Antes y después de la incensación se debe hacer una reverencia profunda a la persona u objeto que se inciensa, a excepción del altar y los dones para el sacrificio de la Misa.
En la Misa se puede incensiar durante la procesión de entrada; al comienzo de la Misa para incensiar primero a la cruz si está sobre el altar y si no lo está cuando pase ante ella, después al altar; en la procesión y proclamación del Evangelio al Evangeliario; en la preparación de los dones, que se inciensan las ofrendas, el altar, la Cruz, al Obispo o presbítero, a los concelebrantes y al pueblo. También se inciensa, de rodillas, en el momento de mostrar la hostia y el cáliz, después de la consagración. En la bendición con el Santísimo Sacramento se le inciensa durante el momento mismo de la bendición, colocándose el turiferario ante el altar de rodillas como en la consagración. Las imágenes se inciensan sólo al comienzo de la celebración, no en el ofertorio.
FUNCIONES DE LOS ACÓLITOS EN LAS COFRADÍAS
Antes de ponerse en marcha la procesión de entrada hacia el altar para comenzar la Eucaristía el turiferario ofrece al presidente el incensario para que imponga el incienso.
Acto seguido comienza la procesión de entrada por este orden: turiferario, cruz alzada con dos portadores de ciriales a ambos lados, siguen los demás ministros y el diácono (si lo hay), que porta el Evangeliario en alto. Si no hay diácono puede portarlo un acólito o un lector instituido, siguen los concelebrantes siempre de dos en dos y el presidente sólo. Cierra la procesión el maestro de ceremonias y los ministros del libro, mitra y báculo (si preside el obispo). Los concelebrantes y ministros, cuando van caminando en procesión o están de pie deben tener ante el pecho las palmas extendidas y juntas, el pulgar de la mano derecha sobre el pulgar de la izquierda formando una cruz.
Al llegar al altar el turiferario se coloca a la izquierda y entrega al presidente el incensario para la incensación del altar, la Cruz y la imagen solemnemente expuesta. Los ciriales se colocan en un sitio dispuesto para ello. Como norma general se debe considerar que los acólitos que lleven algo en las manos no hacen reverencia ni genuflexión al llegar al altar. El Evangeliario se coloca sobre el altar, cerrado. Cuando los acólitos están en el presbiterio han de cuidar de no tener sus asientos en el mismo rango que los diáconos y los presbíteros, no siendo correcto que se coloquen directamente al lado del celebrante salvo que estén sirviendo el libro. Permanecen en su sitio hasta el Evangelio, al que sólo acude en procesión el turiferario, que ofrecerá el incensario al diácono o concelebrante tras las palabras “Lectura del santo Evangelio según...” para que inciense al Evangeliario y también se colocan a ambos lados del ambón con los ciriales en alto permaneciendo así hasta el final del mismo.
Siempre el acólito debe esperar a que el Presidente bendiga el incienso recién añadido antes de retirarse. Mientras se proclaman las lecturas todos deben mirar hacia el ambón, nunca al pueblo. El turiferario puede presentar el incensario al Presidente para que añada incienso mientras se entona el Aleluya. Nunca debe el acólito hacer esperar a los celebrantes y siempre es preferible que esté esperando el acólito a que haga esperar a los celebrantes. Terminado de proclamar el Evangelio todos vuelven a su lugar dejando al sacerdote solo para la homilía. La manera más correcta de tener las manos durante los momentos en que se está sentado es colocadas sobre las rodillas, tanto los acólitos como los ministros incluido el obispo salvo que lleve el báculo.
En la preparación del altar uno de los acólitos lleva el cáliz y la patena con las formas y los corporales que extiende sobre el altar. Otro lleva las vinajeras presentando primero la del vino con la mano derecha y retirándola con la izquierda procurando ofrecer el asa al sacerdote. Igual hace con la del agua. Estas tareas también las pueden hacer otras personas que expresamente queden encargadas de ayudar a preparar la mesa.
En el Ofertorio para la incensación de las ofrendas se procede como antes dijimos en lo referente a añadir incienso. En este momento de la Misa se inciensa por parte del Presidente las ofrendas, al altar, la Cruz y finalmente el acólito inciensa al Presidente y al pueblo. Se debe hacer inclinación profunda de cabeza antes y después de incensiar, ya sea a personas o imágenes. Al llegar al Sanctus los portadores de los ciriales se dirigen en procesión al pie del presbiterio. Allí permanecen con los ciriales en alto hasta que termine la Plegaria eucarística con el Amen conclusivo de la doxología final para marchar de nuevo a sus puestos. El turiferario se sitúa de rodillas ante el altar para incensiar, con tres golpes dobles, al Pan y al Vino consagrados en el momento de mostrarlos el Presidente a la Asamblea.
En la comunión pueden ayudar a los celebrantes a repartirla, portando las bandejas. Los acólitos comulgan antes, si van a hacerlo. Acaba la comunión presentan las bandejas para ser purificadas, sirven el agua para limpiar el cáliz y retiran el cáliz, los corporales y la patena. Antes de la bendición se levantan los ciriales y así permanecerán hasta que acabada la Misa se inicie la procesión de salida de manera similar a la de entrada. Es importante señalar que los acólitos que sirven al presidente lo hacen siempre de frente, procurando no darle nunca la espalda.
Es muy importante señalar, en todos los momentos, que los acólitos no deben establecer una barrera entre el presbiterio y el pueblo, de manera que impidan la visión y la correcta participación de los fieles en la Eucaristía, debiendo situarse siempre en lugares discretos y que no entorpezcan. De igual forma deben mantener siempre una compostura seria, acorde con la importancia de la función que están realizando. Debe existir siempre un lugar para dejar los ciriales al objeto de que no los sostengan durante toda la Misa y los porten en los momentos indicados. El lugar adecuado de los acólitos cuando no cumplen ninguna función concreta es delante de sus asientos, sentados o en pie, según el momento lo requiera.
Terminamos recordando los momentos en los que el Misal Romano autoriza el uso del incienso durante la Misa:
1. En la procesión de entrada.
2. Al comienzo de la misa para incensar el altar, la Cruz y la imagen solemnemente expuesta.
3. En la procesión y proclamación del Evangelio.
4. Durante el ofertorio, para incensar las ofrendas, el altar, al sacerdote y a la asamblea.
5. Tras la consagración, al mostrar elevando el sacerdote el cáliz y la sagrada forma.
El que inciensa sostiene con la mano izquierda las cadenas por su parte superior a la altura del pecho y con la derecha por la parte inferior, cerca del incensario y lo sostiene de manera cómoda de manera que pueda moverlo con soltura. De igual forma recordamos que los ciriales deben mantenerse en alto durante la lectura del Evangelio, durante la Plegaria eucarística y en la bendición final.
Los golpes del incensario siempre serán dobles, pudiendo hacerse golpes dobles o triples. Con dos golpes dobles se inciensa a las imágenes de la Virgen o santos. Con dos golpes triples se inciensa a la Cruz, al Santísimo, al sacerdote y al pueblo.
Esquema de actuación del Acólito Turiferario en la celebración eucarística:
· Antes de la procesión de entrada.
· Al llegar al Altar se le ofrece al sacerdote para que éste inciense al Altar
· Antes del Evangelio se le ofrece al sacerdote para que inciense al Evangelario (se le acercará durante el Aleluya).
· Tras la preparación de los dones se le ofrece al sacerdote para que inciense los dones y el Altar. Posteriormente el turiferario inciensa al sacerdote, concelebrantes si los hay y posteriormente al pueblo, en todos los casos con dos golpes TRIPLES (al pueblo primero al frente, luego a derecha e izquierda).
· Después del Sanctus el turiferario se coloca de rodillas ante el Altar e inciensa con dos golpes triples tanto al Pan como al Vino consagrado. Acabada la incensación puede volver a su sitio.
El Turiferario nunca pone el incienso en el incensario. Siempre lo pone el Sacerdote, (al que se le ofrece la naveta) que debe bendecidlo. El Turiferario hace reverencia profunda antes y después de inciensar al sacerdote y al pueblo.
CLASES DE CULTO
La Iglesia católica distingue claramente tres clases de cultos: el de LATRÍA o de adoración, el de DULÍA o de veneración, y el de HIPERDULÍA (veneración llevada al extremo).
El CULTO DE LATRIA (adoración): Es exclusivo de Dios. Sólo Dios puede ser adorado y sólo Cristo, Dios hecho hombre, es el Salvador. El mismo Cristo nos lo dijo: "Adorarás al Señor tu Dios y sólo a El darás culto".
El culto de latría al Santísimo Sacramento tiene un hito importante al instituirse la fiesta del Corpus Christi por Urbano IV, habiendo la Iglesia previamente impuesto la obligación, por decisión del IV Concilio de Letrán en 1215 de confesar y comulgar al menos una vez al año, en tiempo Pascual. Ya en el año 1508, al crearse por Doña Teresa Enríquez de Alvarado (llamada por Julio II la loca del Sacramento) la primera hermandad sacramental en el templo romano de San Lorenzo in Dámaso para dar culto al Santísimo y llevar el Viático a los enfermos y moribundos se extendió rápidamente este tipo de Hermandades, y el culto al Santísimo se generalizó. En rigor, se puede afirmar que esta piadosa dama es la fundadora de todas las Sacramentales, ya que el Papa Julio II le concedió por Bula el privilegio de fundar estas Hermandades por toda la Cristiandad.
El CULTO DE DULIA (veneración): Es el propio debido a los santos, personas que por su probada heroicidad en el ejercicio de las virtudes cristianas la Iglesia nos los pone como ejemplo a seguir subiéndolos a los altares. Al patriarca bendito San José se le considera el primero de los santos, dedicándosele un culto de protodulía. San José es proclamado patrono universal de la Iglesia por Pío IX en 1870. Sin duda que en los orígenes del culto a los santos está la influencia profunda y ejemplar de los mártires. De ellos celebramos su dies natalis, o sea, el día en que nacen para la eternidad, día de su martirio.
Muy pronto (desde el S. IV), el catálogo de los mártires se va incrementando y sus aniversarios se van celebrando para recordarles y celebrar la Eucaristía. A partir del S. V se componen los primeros martirologios, que son unas relaciones de los santos. El primero conocido es el llamado jeronimiano, posterior al año 431. Las reliquias de los santos empiezan a ser veneradas y se construyen templos en los lugares donde sufrieron martirio así como se instaura la costumbre de colocar sus reliquias debajo del altar. Más adelante se suman los confesores, las vírgenes, los monjes y las personas que el pueblo, por aclamación, consideran santos. No es hasta el año 993 en que es canonizado el primer santo por el papa Juan XV (se trata de san Ulrico, Obispo de Augsburgo) iniciándose desde entonces una centralización vaticana en este asunto que culmina cuando Sixto V crea en 1588 la Congregación de Ritos.
Pablo VI dividió la Congregación de Ritos en dos: la Sagrada Congregación para el Culto Divino y la Sagrada Constitución para la causa de los Santos, que tiene a su cargo actualmente los expedientes para las beatificaciones y canonizaciones. No obstante, también hoy en día el pueblo sigue dando aureola de santidad a personas a las que considera santas, como puede tratarse del papa Juan XXIII, Juan Pablo II, o de la madre Teresa de Calcuta, adelantándose así a los procesos canónicos.
Las celebraciones de santos que la Iglesia considera como muy importantes son la de San José, ya citada, la del Bautista, la de Todos los Santos (solemnidad al igual que la anterior) y la de los Apóstoles Pedro y Pablo, por ser la base del fundamento apostólico de nuestra fe. La celebración de San José Obrero ha quedado como memoria libre para las asociaciones cristianas de trabajadores.
Hoy en día, y aunque "la teología progresista sea reticente a la veneración de los santos porque distrae la adoración a Dios" (Carlos Ros: Santos del Pueblo), vivimos en una época de cierto ascenso en el culto a los santos, que tuvo su cenit en la Edad Media, sin lugar a dudas. El Vaticano II determinó, en lo referente al culto a los santos, lo siguiente: “Para que las fiestas de los santos no prevalezcan sobre las fiestas que conmemoran los misterios propios de la salvación, debe dejarse la celebración de muchas de éstas a las Iglesias particulares, naciones o familias religiosas, extendiéndose a toda la Iglesia sólo aquellas que recuerdan a santos de importancia realmente universal” (SC.111). Para seleccionar a estos santos de importancia universal se han tenido en cuenta a los Doctores de la Iglesia, a Pontífices romanos, Mártires romanos y no romanos y a santos no mártires.
El Martirologio Romano es donde se hallan catalogados todos los santos que la Iglesia reconoce. El nuevo Calendario universal de la Iglesia ha quedado reducido a 158 santos, de los cuales 63 tienen memoria obligatoria y 95 memoria libre. Cierto es que, antes de la reforma litúrgica, el número de fiestas de los santos era excesiva y distraía en cierto modo a los fieles de la celebración del misterio pascual. Hay que aclarar que lo anterior no quiere decir que sólo existan ese números de santos ni mucho menos pero sí que el Calendario Universal sólo recoge aquellos santos de importancia universal dejando el resto a las iglesias particulares.
El CULTO DE HIPERDULIA: Es exclusivo de la Virgen María y nace como una necesidad de poner el culto a la Santísima Virgen en un lugar privilegiado, por encima del debido a los santos y al límite de la adoración, pero sin llegar a la latría. El Concilio de Éfeso marca una línea clave en el antes y el después en el desarrollo del culto mariano.
Fue el Pontífice Pablo VI quien, en la Marialis Cultus ha reformado las fiestas dedicadas a la Virgen pasando a considerar como fiestas del Señor tanto la Anunciación como la Presentación (Candelaria), mudando en cambio la fiesta de la Circuncisión del Señor en la de la Maternidad divina de María y suprimiendo algunas memorias menores o devocionales.
Esta reforma de Pablo VI (que fue tachada de "antimariana" por sectores conservadores) y el enriquecimiento que supone la nueva colección de las Misas de Santa María Virgen (Decreto de 15 de agosto de 1986) con su correspondiente leccionario de 1987 que contiene hasta 46 formularios de misas podemos considerarlo como la aportación de un Papa mariano por excelencia como fue Juan Pablo II, que deja el culto a la Virgen en la actualidad perfectamente establecido y en su justo lugar.
EL CULTO A LOS SANTOS
Las fiestas de los santos se intercalan a lo largo del año celebrándose generalmente en la fecha de su muerte, su dies natalis. El culto a los mártires fue el primero que históricamente se conoce, comenzando por una veneración a sus restos mortales reuniéndose los fieles en torno a su sepulcro. El primer mártir del que se tiene constancia que recibe una especial veneración es el obispo Policarpo, martirizado en el año 155. Una vez pasada la época de las persecuciones se comienza a tributar culto a otros personajes considerados como ilustres: los confesores de la fe, los ascetas, las vírgenes, los obispos, etc.
La jerarquía en las diversas clases de santos (dejando a María su lugar privilegiado) los ha clasificado por su importancia litúrgica celebrando primero a los apóstoles, mártires, pastores, doctores de la Iglesia, vírgenes, santos varones, santas mujeres, religiosos, personas caritativas y educadores. Hoy día el culto a los santos a nivel de calendario universal tiene como criterio el que sean santos de importancia mundial dejando a los calendarios particulares las celebraciones y memorias de aquellos santos que sean de devoción más localistas o de familias religiosas. Solamente comentamos a continuación aquellas celebraciones de santos que son consideradas como solemnidades a escala universal.
Hay una única excepción en la liturgia católica de un santo que se le recuerda en dos días: en su nacimiento y en su martirio. Se trata del Precursor, Juan el Bautista, personaje que cobra pues una excepcional importancia en el culto católico. Recordamos su nacimiento el 24 de junio, solsticio de verano, y su martirio en el día 29 de agosto. El nacimiento de Juan, el Precursor, se contrapone claramente al de Cristo (seis meses más tarde). Juan el Bautista decía que "es preciso que El crezca y yo disminuya" (Juan, 3,30). En el solsticio de verano se da la noche más corta y es la fecha en la cual los días empiezan a disminuir, días que volverán a crecer justamente en Navidad. Celebramos su nacimiento con el grado de solemnidad.
Solemnidad es también San José, primero entre los santos y cuyo culto apareció en la Edad Media, "como consecuencia de la devoción a la infancia de Jesús". Los grandes propagadores de su devoción fueron San Bernardo y Santa Teresa de Jesús y la fijación de su fecha en el 19 de marzo es totalmente fortuita.
La festividad de los santos apóstoles Pedro y Pablo tiene también grado de solemnidad, celebrando la iglesia en ellos no sólo la gloria del martirio sino también su vocación apostólica. Es muy frecuente verlos juntos en los templos, tanto en esculturas como en retablos, o en pinturas figurando como los dos pilares de la Iglesia y como fundamentos de nuestra fe. Su día de celebración es el 29 de junio.
La solemnidad de Todos los Santos tiene su origen en la Dedicación del Panteón de Roma a la Virgen y a todos los santos, realizada en el año 610. Conmemoramos a "la muchedumbre que nadie puede contar", como Asamblea de la Jerusalén Celeste. Su fecha de celebración es el 1 de noviembre.
A los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael se les dedica una fiesta conjunta, en el 29 de septiembre. Celebrar la fiestas de estos arcángeles supone celebrar la cercanía de Dios a nuestras vidas. Los ángeles aparecen en la vida de Jesús en numerosas ocasiones: Anunciación, Nacimiento, en el desierto le confortan y en su muerte anuncian a las mujeres la Resurrección.
Solemnidad en España es también la fiesta de Santiago Apóstol, 25 de julio, ya que es considerado como Patrono de nuestra nación. La tradición cristiana ha señalado a España como el lugar de la predicación de Santiago, hijo del Zebedeo y hermano de Juan el Evangelista. Fue sobre el año 830 en que se descubrió su sepulcro dando lugar a la actual Santiago de Compostela, iniciándose desde ese momento las peregrinaciones y convirtiendo a Santiago en uno de los tres lugares de peregrinación más importantes del mundo, tras Roma y Tierra Santa.
EL CULTO AL SANTÍSIMO SACRAMENTO
“El culto que se da a la Eucaristía fuera de la Misa es de un valor inestimable en la vida de la Iglesia. Dicho culto está unido a la celebración del sacrificio eucarístico” Juan Pablo II Encíclica Ecclesia de Eucharistia nº 25.
La exposición y bendición con el Santísimo Sacramento debe ser un acto comunitario que contemple la celebración de la Palabra de Dios y el silencio individual contemplativo y meditativo. La exposición eucarística ayuda a reconocer en ella la maravillosa presencia de Cristo y nos invita a la unión más íntima con él, que adquiere su culmen en la comunión sacramental. La exposición puede hacerse con el copón o en la custodia, sobre el altar o en un ostensorio. Se le debe venerar con genuflexión de la rodilla derecha.
Para la exposición del Santísimo, litúrgicamente se procederá de la siguiente manera: Reunido el pueblo y, si parece oportuno, habiéndose iniciado algún cántico de carácter eucarístico, el ministro se acerca al altar. Si el Sacramento no se reserva en el altar de la exposición, el ministro, con el humeral lo trae del lugar de la reserva, acompañado por fieles con velas encendidas. El copón o la custodia se colocará sobre el altar cubierto con mantel, corporal y seis o cuatro velas de cera encendidas. Si se hizo la exposición con la custodia, el ministro inciensa al Santísimo y suele rezar seis padrenuestros con sus avemarías y glorias tras una jaculatoria eucarística; luego se retira, si la adoración va a prolongarse algún tiempo.
Si la exposición es solemne y prolongada, se debería consagrar la hostia para la exposición, en la Misa que antes se celebre, y se colocará sobre el altar, en la custodia, después de la comunión. La Misa concluirá con la oración después de la comunión, omitiendo los ritos de la conclusión. Antes de retirarse del altar, el sacerdote, si se cree oportuno, colocará la custodia y hará la incensación.
Durante el tiempo que dure la exposición, se podrán decir oraciones, cantos y lecturas, de manera que se concentren en una profunda oración. Nunca el Santísimo deberá estar expuesto sin vigilancia suficiente ni sin presencia de fieles. Se deben aprovechar las lecturas de la sagrada Escritura o breves exhortaciones, que promuevan un mayor aprecio del misterio eucarístico. Es también conveniente que los fieles respondan a la palabra de Dios cantando. Se necesita que se guarde piadoso silencio en momentos oportunos. Ante el Santísimo Sacramento expuesto por largo tiempo, se puede celebrar también alguna parte, especialmente las horas más importantes de la Liturgia de las Horas; por medio de esta recitación se prolonga a las distintas horas del día la alabanza y la acción de gracias que se tributan a Dios en la celebración de la Misa, y las súplicas de la Iglesia se dirigen a Cristo y por Cristo al Padre, en nombre de todo el mundo.
La bendición con el Santísimo es el colofón del acto de culto a Jesús Sacramentado. Al final de la adoración, el sacerdote o el diácono se acerca al altar; hace genuflexión, se arrodilla y se entona el cántico eucarístico. Mientras tanto, arrodillado, el ministro inciensa el Santísimo Sacramento, si la exposición se hizo con la custodia. Luego se pone en pie y entona la oración.
Una vez dicha, el sacerdote o el diácono se coloca el humeral, hace genuflexión, toma la custodia o el copón y traza con el Sacramento la señal de la Cruz sobre el pueblo. A continuación se suelen recitar las alabanzas de desagravio. Concluida la bendición, el mismo sacerdote que impartió la bendición u otro sacerdote o diácono, reserva el Sacramento en el tabernáculo, y hace genuflexión, en tanto que el pueblo si parece oportuno, puede hacer alguna aclamación. Finalmente el ministro se retira.
Queda prohibido expresamente celebrar la Misa durante la Exposición, que la puede hacer el sacerdote, un diácono e incluso un acólito instituido o persona autorizada aunque estos últimos no pueden en ningún caso impartir la bendición, reservada al presbítero o diácono. Si la exposición del Santísimo Sacramento se prolonga durante uno o varios días, debe interrumpirse durante la celebración de la misa, a no ser que se celebre en una capilla o espacio separado del lugar de la exposición y permanezcan en adoración por lo menos algunos fieles.
Una forma de culto específica al Santísimo Sacramento es el llamado Jubileo Circular de las Cuarenta Horas instituido por el fraile capuchino fray José de Ferno en 1537 para "traer a la memoria de los cristianos el tiempo en que el Cuerpo de Nuestro Salvador Señor Jesucristo yació en el sepulcro".
LAS MISAS DE DIFUNTOS
La OGMR trata en su apartados del 379 al 385 sobre la Misas de difuntos. Dice así: “El sacrificio eucarístico de la Pascua de Cristo lo ofrece la Iglesia por los difuntos, a fin de que, por la comunión entre todos los miembros de Cristo, lo que a unos consigue ayuda espiritual, a otros les otorgue el consuelo de la esperanza”.
Entre las Misas de difuntos, la más importante es la Misa exequial que se puede celebrar todos los días, excepto las solemnidades de precepto, el Jueves Santo, el Triduo pascual y los domingos de Adviento, Cuaresma y Pascua. Debe hacerse una pequeña homilía, excluyendo los elogios fúnebres. Se entiende por Misa exequial (del latín ex-sequi, ex-sequia que significa seguir, acompañar) aquella en la que la comunidad cristiana acompaña a sus difuntos y los encomienda a la bondad de Dios. En sentido estricto sería aquella Misa en la que está presente el difunto recién fallecido o también la primera Misa ofrecida por él.
Si la Misa exequial está directamente unida con el rito de las exequias, una vez dicha la oración después de la sagrada Comunión, se omite todo el rito conclusivo y en su lugar se reza la última recomendación o despedida; este rito solamente se hace cuando está presente el cadáver. También la Misa del primer aniversario del fallecimiento tiene una especial consideración litúrgica.
Así pues, la Misa de difuntos, después de recibida la noticia de la muerte, o con ocasión de la sepultura definitiva o la del primer aniversario, dice la OGMR que puede celebrarse en la octava de Navidad y en los días en que hay una memoria obligatoria o en una feria que no sea el miércoles de Ceniza o una feria de Semana Santa.
Las otras Misas de difuntos, en las que solamente se hace mención del difunto en las oraciones se pueden celebrar en las ferias del tiempo ordinario en que cae alguna memoria. Estas Misas se celebran en “sufragio” de los difuntos. Sufragios son, en lenguaje litúrgico, los actos piadosos que se realizan para ayudar a los difuntos.
El Misal exhorta a los fieles, sobre todo a los familiares del difunto, a que participen en el sacrificio eucarístico ofrecido por él, también acercándose a la Comunión. También han de tenerse en cuenta al ordenar y seleccionar las partes de la Misa de difuntos, sobre todo la Misa exequial, los motivos pastorales respecto al difunto, a su familia, a los presentes.
Finaliza lo dispuesto sobre las Misas de difuntos exhortando a los sacerdotes a que pongan especial cuidado con aquellas personas que asisten a las celebraciones litúrgicas y oyen el Evangelio, personas que pueden no ser católicas o que son católicos que nunca o casi nunca participan en la Eucaristía, o que incluso parecen haber perdido la fe. Se recuerda a los sacerdotes que son ministros del Evangelio de Cristo para todos.
LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA
El esquema de la celebración eucarística tiene, como Asamblea y reunión que es, un esquema similar al de una reunión de amigos que recibe un anfitrión: se recibe a los que llegan, se habla y escucha, se come en común y se despide al terminar. Así hizo Jesús en la Última Cena ya que reunió a los Apóstoles (rito de apertura), les habló (Palabra), pronunció la bendición, les dio de comer y beber (eucaristía) y salieron hacia el monte de los Olivos (conclusión).
En la Asamblea eucarística se distinguen claramente cuatro partes:
A) LOS RITOS INICIALES: Sirven para recibir a los fieles y son la apertura. Sus objetivos son los de ayudar a formar y sentirse como comunidad y preparar a los fieles a oír y celebrar dignamente la Eucaristía. Estos ritos iniciales son los siguientes:
Ø Procesión y canto de entrada: abre festivamente la celebración, fomenta la unión de los fieles y acompaña la procesión.
Ø Veneración del altar: como símbolo de Cristo (beso ritual)
Ø La señal de la Cruz: evoca nuestra iniciación cristiana y se invoca a la Trinidad.
Ø Saludo a la Asamblea: Se establece aquí un diálogo de comunión entre el Presidente y la Asamblea.
Ø Monición Inicial: Tiene por objeto explicar e implicar a todos en la celebración. Debe ser breve, incisa y preparada.
Ø Acto penitencial: Todos somos pecadores y debemos pedir perdón. Este acto a su vez consta de varias partes:
§ Monición
§ Silencio
§ Confesión general
§ Absolución (que perdona los pecados leves del día).
Ø El Kyrie: "Señor, ten piedad". No es penitencial sino que tiene sentido de aclamación a Cristo y petición de misericordia.
Ø El himno Gloria: No fue compuesto para la Misa. Entró en la Eucaristía para la fiesta de Navidad y es un himno trinitario de alabanza.
Ø La oración Colecta: (colecta=reunir). El sacerdote invita a orar, lee la oración y el pueblo ratifica con un AMEN.
B) LA LITURGIA DE LA PALABRA: Es junto con la eucarística, una de las dos partes esenciales de la Misa. Tiene a su vez varias partes:
Ø El anuncio de la Palabra:
§ Introducción a las lecturas (monición)
§ Proclamación de la Palabra (se proclaman tres lecturas los domingos y solemnidades: profeta, apóstol y evangelista). La lectura evangélica es propia del diácono o del sacerdote mientras que las demás lecturas son ministerios propiamente laicales.
§ Aclamación a cada lectura.
§ Homilía
Ø La oración: La Iglesia acoge, escucha y acepta la Palabra. Los elementos de la respuesta de los fieles a la proclamación hecha tiene varios elementos:
§ El salmo responsorial (se canta o se recita si no hay salmista)
§ Los silencios
§ El Aleluya (debe cantarse y de no hacerlo se puede omitir)
§ La profesión de fe
§ La plegaria universal o de los fieles. Se llama universal porque se suplica por las necesidades de todos los hombres. Debe poder ser asumida por todo el pueblo cristiano y al menos cuatro de las peticiones deben ser:
o Por la Iglesia y sus necesidades
o Por los gobernantes
o Por los pobres y necesitados
o Por todos los presentes
C) LA LITURGIA EUCARÍSTICA: Si hasta este momento la Asamblea se ha centrado en la Palabra (ambón), ahora el centro pasa a los dones (altar). Esta liturgia se desarrolla en tres momentos sucesivos, tal como Jesús hizo en la Última Cena, a saber 1. Tomó el pan, el cáliz (preparación de los dones) 2.- Bendijo, dio gracias a Dios (plegaria eucarística) 3.- Partió y dio (rito de comunión) (OGMR 72).
Ø Preparación de los dones: Consta a su vez de estos momentos:
§ La procesión de los dones (deben llevarse dones que se queden para el servicio o exorno del altar o bien que sean para los pobres y necesitados)
§ La preparación de los dones
§ La presentación de los dones (Bendito seas, Señor...)
§ El lavabo, que se hará en un lado del altar
§ La oración sobre las ofrendas, que se rubrica por el pueblo con un Amen.
Ø Plegaria eucarística: Es el ápice de toda la celebración (OGMR 30). En esta parte se llega a la máxima plenitud de expresión la acción de gracias y la alabanza. Se la ha llamado de diversas formas: plegaria eucarística, canon, anáfora. Es una oración de bendición que consta de los siguientes elementos:
§ La acción de gracias del Prefacio
§ La aclamación del Sanctus
§ La epíclesis o invocación al Espíritu Santo
§ El relato de la institución y la consagración
§ La anámnesis o memorial
§ La obligación
§ Las intercesiones
§ La doxología fina
Ø El rito de comunión: Forma una unidad con la plegaria eucarística, con un esquema lineal. Consta de las siguientes partes:
§ El padrenuestro
§ La paz (algunos liturgistas opinan que debería hacerse junto con el acto penitencial como signo de reconciliación que es)
§ La fracción del pan, que incluye la inmixtión (mezcla) y el Agnus Dei
§ La Comunión, con una preparación previa y oración posterior a la comunión
D) RITO DE CONCLUSIÓN: Tiene como objetivo el unir la celebración con la vida cotidiana. Ahora es el momento de dar los avisos de la comunidad para la semana y las actividades a desarrollar. Se saluda y se acaba con la bendición que puede ser simple o solemne (con tres apartados a los que el pueblo contesta AMEN). Tras el "Podéis ir en paz" la Asamblea se disuelve para ir a sus ocupaciones alabando al Señor.
ELEMENTOS NECESARIOS PARA LA CELEBRACIÓN DE LA MISA
Para celebrar la Misa el sacerdote que preside debe llevar el alba, la estola y sobre ellas la casulla, con los colores litúrgicos del tiempo correspondiente. Los ministros concelebrantes pueden también llevarla, aunque está permitido que sólo vistan alba y estola.
El altar debe estar cubierto con un mantel blanco digno y sobre él o cerca se colocan dos candeleros con velas encendidas. Puede haber flores (salvo en Cuaresma) aunque el criterio es que la ornamentación del altar sea siempre moderada y que no se impida su visión por el pueblo. Además debe haber una Cruz con la imagen de Cristo, o bien sobre el Altar o en un lugar cercano y visible. También se debe seguir el criterio de que sólo debe haber sobre el Altar los objetos que se vayan a utilizar en ese momento, debiendo retirarse cuando no se necesiten.
El Misal es el libro que se necesita para celebrar y contiene las oraciones de la Misa y las partes comunes, con sus distintos formularios. Se coloca sobre un atril o sobre un cojín. En el ambón estará el Leccionario, con las lecturas del día. También puede estar el libro de la Oración de los fieles.
En la credencia debe estar el cáliz cubierto con un velo, (palia), patena con hostia, corporal, purificador, vinajeras con vino y agua, jarrita con agua, aguamanil y toalla pequeña, platillo de comunión y la llave del sagrario.
Al momento de comenzar la liturgia eucarística el acólito acercará al Altar el cáliz, con la patena y la hostia, cubierto con el purificador y el corporal así como las vinajeras con vino y agua. Una vez preparados los dones, retirará las vinajeras.
El turiferario ofrecerá el incensario al sacerdote en los momentos oportunos. El incienso siempre lo pondrá el sacerdote.
El toque de campanillas, hoy en desuso, puede hacerse al acabar el Sanctus y durante la ostensión del cáliz y de la hostia recién consagrada. También puede hacerse al terminar la consagración.
Tras la comunión se retiran los vasos sagrados y se purifican en la credencia. Si hay bendición con el Santísimo deberá estar previsto el humeral (paño de hombros para coger la custodia) y el ostensorio o custodia.
El pan a consagrar debe ser de trigo y hecho recientemente. No se pueden usar cereales distintos del trigo. Sería un abuso grave introducir en su fabricación frutas, azúcar o miel.
Las hostias deben ser preparadas por personas honestas, expertas en la elaboración y que dispongan de los instrumentos adecuados. Las fracciones del pan eucarístico deben ser repartidas entre los fieles, pero cuando el número de estos excede las fracciones se deben usar sobre todo hostias pequeñas.
El vino del Sacrificio debe ser natural, del fruto de la vid, puro y sin corromper, sin mezcla de sustancias extrañas. En la celebración se le debe mezclar un poco de agua. No se debe admitir bajo ningún pretexto otras bebidas de cualquier género.
LA SAGRADA COMUNIÓN: QUIEN PUEDE IMPARTIRLA, CONDICIONES Y MANERA DE RECIBIRLA
La comunión la distribuyen los presbíteros y los diáconos, por derecho propio, especialmente el vino. Si es necesario, puede distribuir la comunión el acólito instituido, al cual se le considera como ministro extraordinario. Si la comunión es bajo las dos especies será el acólito quien ofrezca el cáliz y si es por intinción sostiene el cáliz. Si falta un acólito instituido y fuese necesario también la podría distribuir una persona designada de manera ocasional, sin excluir a las mujeres. En definitiva, tanto los acólitos instituidos como los ocasionales sólo la repartirán en caso de necesidad (excesivo número de fieles, dificultades de movilidad por parte del presidente, difícil acceso a algunas zonas). En ningún caso se debe permitir a los no ordenados distribuirla sin causa justificada y mucho menos como muestra de “reconocimiento o premio” a algún miembro de la comunidad. Siempre lo harán en ausencia o imposibilidad de los ministros ordinarios o extraordinarios.
Sobre la condiciones para recibirla recordamos que el ayuno eucarístico sigue vigente: “Quien vaya a recibir la santísima Eucaristía ha de abstenerse de tomar cualquier alimento y bebida al menos una hora antes de la sagrada comunión, a excepción del agua y las medicinas” (CDC nº 919). Se exceptúa a los ancianos, a los enfermos y a quines los cuidan así como al sacerdote que oficie dos o tres Eucaristías en el mismo día, debiendo guardar el ayuno sólo para la primera Eucaristía. Además, no pueden recibirla los excomulgados ni los que tengan conciencia de hallarse en pecado grave. Si concurre motivo grave y no se tiene posibilidad de confesarse sacramentalmente se puede recibir la comunión, estando obligado a confesar cuanto antes se pueda (CDC 916). Sobre repetir la comunión está permitido recibirla una segunda vez en el mismo día, siempre dentro de la celebración eucarística en la que se participe (CDC 917). También los fieles pueden recibir la comunión fuera de la Misa, siempre que lo pidan por causa justa aunque lo recomendable es recibirla siempre dentro de la celebración eucarística.
Sobre la forma de recibirla por parte de los fieles depende de si se hace bajo una o las dos especies. En cualquier caso es preciso aclarar que bajo una cualquiera de las dos especies está Cristo entero. Los frutos de la comunión no se incrementan por comulgar bajo las dos especies.
El Misal establece: “El sacerdote toma la patena o el copón, y se aproxima a los que van a comulgar, quienes de ordinario se acercan procesionalmente. No está permitido a los fieles tomar por sí mismos el pan consagrado ni el cáliz sagrado, ni mucho menos que se lo pasen entre sí de mano en mano. Los fieles comulgan de rodillas o de pie, según lo establezca la Conferencia episcopal. Cuando comulgan de pie, se recomienda hacer, antes de recibir el Sacramento, la debida reverencia, establecida por las mismas normas” (OGMR 160). Se refiere a inclinación de cabeza. Lo fieles pueden recibir la comunión en la boca o en la mano. Si lo hacen en la mano deben colocar la mano izquierda sobre la derecha para recibir la Hostia en la mano izquierda y cogerla con la derecha para llevarla a la boca. Debe consumirse íntegramente delante del sacerdote y no irse con la Hostia en la mano. El sacerdote dirá: “El cuerpo de Cristo” respondiendo con un Amen.
Bajo las dos especies, además de los religiosos, la pueden recibir los fieles según el criterio de su sacerdote que lo considere pastoralmente oportuno.
Si es bajo las dos especies no está permitido que los fieles reciban primero la Hostia en la mano y luego la mojen ellos mismos en el cáliz. “Si la comunión se hace por intención, el que va a comulgar, sosteniendo la patena bajo la boca, se acerca el sacerdote, que tiene el cáliz y a su lado al ministro que sostiene el recipiente con las partículas consagradas. El sacerdote toma una Hostia, la moja parcialmente en el cáliz y, mostrándola dice: “El Cuerpo y la Sangre de Cristo”; el comulgante responde: “Amen”, recibiéndola en la boca de mano del sacerdote el Sacramento, y luego se retira”. (OGMR 287). Si es bebiendo del cáliz, primero se tomará la Hostia y posteriormente el sacerdote ofrecerá el cáliz para beber de él.
ERRORES MÁS FRECUENTES COMETIDOS EN LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA
Esta es una breve relación sin ánimo de ser exhaustivos de aquellos errores o costumbres más comunes cometidos durante la celebración eucarística que no se ajustan a las normas litúrgicas con el único ánimo de ayudar a corregirlos en lo posible teniendo presente que lo más importante en la Eucaristía es, como no puede ser de otro modo, la participación en ella con un corazón devoto y fraterno y que los errores citados no son de bulto ni anulan por supuesto la validez del acto sacramental. No obstante no deben menospreciarse las normas litúrgicas ya que toda la liturgia está llena de símbolos y significados que si se pierden convertirían la acción litúrgica en pura escenografía.
A) POR PARTE DE LOS FIELES:
Leer la Monición inicial (cuando lo hace una persona distinta del presidente especialmente un laico) antes de entrar el celebrante al presbiterio o durante la procesión inicial. El momento adecuado de pronunciarla es tras el saludo inicial del presidente a la Asamblea.
Acabar las lecturas diciendo “Es palabra de Dios” en vez de “Palabra de Dios” (también el sacerdote lo hace a veces).
Los lectores deben omitir la frase “Primera o Segunda Lectura” y pasar directamente a decir de quién está tomada la Lectura sin más. De igual modo no debe decirse “salmo responsorial” sino pasar directamente a la lectura de los salmos.
Omitir la reverencia o hacérsela al sacerdote en vez de al altar cuando suben a realizar alguna lectura o para la Oración de los fieles.
Permanecer sentados durante la oración sobre las ofrendas. Es el momento más importante de esa parte de la Misa y todas las oraciones de la Misa se deben oír y responder de pie, que es la actitud propia del orante y del pueblo en marcha y dispuesto. La costumbre de oír sentados esta oración está generalizada y es de difícil desarraigo.
Permanecer de pie durante el momento de la consagración (aunque por razones de edad, incomodidad del lugar, masificación u otras causas se puede permanecer de pie). En cualquier caso la Iglesia nos pide una actitud y postura común como símbolo de unanimidad.
Recitar junto con el sacerdote la doxología final que cierra la Plegaria eucarística (Por Cristo, con Cristo, etc.). El pueblo debe limitarse a responder AMEN como rúbrica y asentimiento de todo lo anterior. No es un AMEN borreguil sino un AMEN de compromiso, de afirmación, que ratifica por el pueblo lo sucedido en el altar.
Leer la Oración de los Fieles desde el Ambón. El Ambón está reservado a la Palabra de Dios y ni la homilía ni la Oración de los Fieles es Palabra de Dios. No obstante se puede hacer desde allí siempre que no haya otro lugar adecuado ya que aunque no es su sitio preferente tampoco la OGMR lo excluye taxativamente (OGMR 309).
Dar golpes triples con el incensario ya que siempre deben ser dobles. Esto es extensible al sacerdote cuando usa el incensario.
Cuando se comulga en la mano la Sagrada Forma se ha recibir con la palma de la mano izquierda abierta y cogerla con la derecha para llevarla a la boca, no tomarla directamente de manos del sacerdote. El símbolo consiste en que es un don que se recibe (lo anterior no excluye otras formas como la de tomar cada fiel su Pan y mojarlo en el Vino o fórmulas parecidas dependiendo del carácter de la celebración).
Para finalizar diremos que en la procesión de las ofrendas se deberían llevar al altar sólo objetos que sean donaciones para el servicio del mismo o regalos para los pobres (por ejemplo el resultado de la cuestación hecha entre los fieles o flores) aunque se ha puesto de moda llevar al altar todo tipo de objetos, lo cual puede justificarse pastoralmente pero sin abusos. Lo primero que debe llevarse siempre es el Pan y el Vino.
B) POR PARTE DEL SACERDOTE:
Predicar desde el ambón. Es preferible hacerlo desde otro lugar más adecuado aunque no está prohibido si no hay otro lugar elegible.
Lavar los vasos sagrados (ablución) después de la comunión en el altar. Debe hacerse o bien al acabar la Misa o discretamente en la credencia. La ablución no tiene ningún valor litúrgico y por eso se prefiere fuera del altar ni es preciso que la haga el Presidente, más bien es competencia de diáconos o acólitos. Debe hacerse sólo con agua.
No mirar hacia el ambón cuando se está proclamando el Evangelio por el diácono o bien por otro concelebrante diferente del Presidente. Todos los que permanecen en el altar deben girarse ligeramente y mirar al Ambón mientras se proclama el Evangelio. El protagonismo está en ese momento en la Palabra.
Disponer el altar lleno con los objetos precisos para la celebración eucarística para “tenerlo todo a mano” por comodidad (vinajeras, cáliz, misal, patena, etc.). El altar debe permanecer lo más escueto posible y colocar sobre él los objetos según se vayan necesitando, retirándolos cuando dejan de usarse. A veces cuesta distinguir al sacerdote tras la cantidad de objetos allí depositados, a los que a veces se suman floreros con ramos de flores y velas en candelabros.
“Inventarse” textos con las oraciones de la Misa, especialmente en la Plegaria eucarística, alegando razones pastorales de difícil justificación. Además de estar expresamente prohibido no hay mejor pastoral que una Liturgia bien hecha.
LA CONCELEBRACIÓN EUCARÍSTICA
La Concelebración de la Eucaristía, expresión de la unidad del sacerdocio, del sacrificio y de todo el pueblo de Dios, es hoy una de las formas habituales de la Santa Misa. El Concilio Vaticano II y los diferentes documentos de la reforma litúrgica determinaron las circunstancias del rito y su desarrollo ceremonial. No hay duda de que la concelebración ha sido una de las novedades más notables.
La misma verdad y belleza de los signos litúrgicos reclama que sean realizados con dignidad, unción interior y escrupulosa fidelidad a lo dispuesto, dentro del margen de espontaneidad y calor humano que los distintos actores de la celebración deben poner en el ejercicio del culto divino.
Para eso vamos a recordar algunas cuestiones relacionadas con la concelebración:
1. Aunque la condición común de los concelebrantes sea el presbiterado, sin embargo es uno sólo el celebrante principal. A él corresponde presidir y realizar una serie de acciones que le están reservadas, tales como incensar el altar, dirigir los saludos al pueblo, recitar o cantar las oraciones presidenciales, etc. y ocupar el puesto principal de la Sede. Cuando concelebra un Obispo, la presidencia litúrgica le corresponde a él, por derecho propio. En cuanto a los ornamentos, el celebrante principal debe llevar los mismos que cuando se celebra la misa individualmente. Los demás celebrantes, cuando hay justo motivo, pueden prescindir de la casulla, teniendo en cuenta que muchas albas deben ser utilizadas con amito por razones de elemental estética. Cuando el Obispo celebra solemnemente está especialmente indicada la concelebración.
2. Si no hay verdaderos diáconos sus funciones las asumen los concelebrantes que están a cada lado del que preside, revestidos como presbíteros.
3. Aun cuando sean numerosos los celebrantes, éstos no deben apropiarse las funciones de los ministerios inferiores al diácono, tales como las de lector, acólito, comentarista, etc. Estas funciones corresponden a los que han sido instituidos para ellas y también a los mismos seglares.
4. Es importante la unanimidad en los gestos y movimientos de los concelebrantes, de acuerdo con lo establecido en el misal.
5. Los textos que competen a todos los celebrantes los pronuncian al unísono, pero en voz baja para que se pueda oír distintamente la voz del celebrante principal. De este modo el pueblo percibe mejor el texto.
6. En cuanto al modo de recitar las distintas partes de la plegaria eucarística conviene recordar:
a) Hay partes reservadas al celebrante principal, que él solo debe decir con los gestos oportunos.
b) Hay partes que deben decir los concelebrantes, en voz baja como se ha indicado antes, y con los gestos siguientes: las manos extendidas hacia las ofrendas en la epíclesis, la mano derecha extendida hacia lo que se va a consagrar (con la palma hacia abajo) durante el relato de la institución y con las manos extendidas después de la consagración. Nunca deben tener los brazos cruzados durante la Plegaria Eucarística.)
c) Hay, por último, partes que se pueden confiar a uno u otro concelebrante, que debe recitar él únicamente con las manos extendidas y en voz alta, mientras los demás escuchan.
7. Las partes de la plegaria eucarística que pueden confiarse a los concelebrantes los especifica la OGMR (219 a 236) y a ella os remitimos, por ser algo tediosa su enumeración. La doxología final la pueden decir todos los concelebrantes, pero no el pueblo. Tanto la doxología como el relato de la consagración pueden ser cantados.
8.- Respecto a la comunión de los concelebrantes, si deben acceder al altar para llegar a comulgar deben hacer genuflexión al llegar.
9.- Los ritos de conclusión se reservan al presidente. Antes de retirarse del altar, los concelebrantes se inclinan en señal de reverencia.
LA PARTICIPACIÓN DE LOS LAICOS EN LA LITÚRGIA
Hablar de creatividad y participación litúrgica es un tema que puede malinterpretarse. La liturgia es ejercicio del sacerdocio de Cristo, que se hace visible en la Iglesia. Toda celebración litúrgica es acción de Cristo. En este sentido, la liturgia es de la Iglesia, no de nadie en particular, por lo cual sus ministros no pueden adueñarse de ella. "A nadie le está permitido, ni siquiera al sacerdote, ni a grupo alguno, añadir, quitar o cambiar algo por propia iniciativa" (SC 22 y también CDC 846). Para mejor ilustrar esta cuestión valgan unas líneas tomadas de un libro del actual papa Benedicto XVI titulado “El espíritu de la Liturgia. Una introducción”. La cita, larga pero obligada, dice así:
“La «creatividad» no puede ser una categoría auténtica en la realidad litúrgica. Por lo demás, este término ha crecido en el ámbito de la cosmovisión marxista. «Creatividad» significa que, en un mundo privado de sentido, al que se ha llegado por una evolución ciega, el hombre crea finalmente un mundo nuevo y mejor, partiendo de sus propias fuerzas. En las modernas teorías del arte se alude con ello a una forma nihilista de creación: el arte no debe imitar nada; la creatividad artística es el libre gobierno del hombre, que no se ata a ninguna norma ni a finalidad alguna, y que tampoco puede someterse a ninguna pregunta por el sentido. Puede que en estas visiones se perciba un clamor de libertad que, en un mundo dominado por la técnica, se convierte en un grito de socorro. El arte, así concebido, aparece como el último reducto de la libertad. El arte tiene que ver con la libertad, eso es cierto. Pero la libertad así concebida está vacía: no libera, sino que deja que aparezca la desesperación como la última palabra de la existencia humana. Este tipo de creatividad no puede tener cabida en la liturgia. La liturgia no vive de las «genialidades» de cualquier individuo o de cualquier comisión”
Pese a lo anterior no debe pensarse que en la liturgia todo está cerrado y los ministros deben limitarse a una mera repetición mecánica de los ritos, oraciones y rúbricas. Liturgia no es sinónimo de rigidez aunque no admite la arbitrariedad. Precisamente la no arbitrariedad es una de las características de la liturgia: se sustrae a la intervención del individuo ya que en la liturgia y mediante ella se entra en contacto con algo superior (Revelación) y se crea una comunión universal que supera las iglesias locales. El Misal es sumamente rico y variado en oraciones, prefacios, misas, como para que pueda decirse que no hay una gran variedad de textos para escoger, dependiendo lógicamente del calendario litúrgico y otras circunstancias. En este aspecto es donde hay que encajar la creatividad litúrgica, escogiendo dentro de la variedad y no inventando lo que no existe. La mejor pastoral que puede hacerse consiste en una buena liturgia, no debe existir esa excusa tan recurrida de lo pastoral para justificar una liturgia mal hecha.
"La participación es un término que viene del latín participatio (partem-capere=tomar parte) y es sinónimo de intervención, adhesión, asistencia". En efecto, hoy día la palabra es usada frecuentemente y todo el mundo pide, en cualquier ámbito de la vida, participar. Para los cristianos, el fundamento de la participación está en el Bautismo, ya que todo bautizado está revestido de la dignidad sacerdotal. Se ha interpretado la participación pensando en que consiste en la intervención del mayor número de personas posibles durante el mayor tiempo posible. ¡Craso error¡ No se trata de multiplicar vana y artificialmente las acciones a realizar pensando que con eso se aumenta la participación ya que la auténtica participación consiste el dar paso a la acción de Dios.
En la liturgia no podía ser menos y es uno de los conceptos claves de la reforma litúrgica. Tiene sus antecedentes más cercanos en el motu propio Tra le sollecitudini de san Pío X y más próximos al Vaticano II en la encíclica Mediator Dei de Pío XII (20-XI-1947). Pero es en la SC cuando este principio de participación toma cuerpo como algo esencial. Es toda la asamblea litúrgica la que está implicada en la acción litúrgica, pero cada uno de sus miembros intervienen de modo distinto "según la diversidad de órdenes, funciones y participación actual" (SC 26). La diferencia entre la participación de los ministros ordenados y los laicos no sólo es de grado sino también esencial.
LOS SIGNOS DE REVERENCIA: LAS POSTURAS
La Ordenación General del Misal Romano da unas normas claras de las posturas corporales que hay que adoptar durante la Eucaristía. Para el Misal Romano "la postura uniforme, seguida por todos los que toman parte en la celebración, es un signo de comunidad y unidad de la Asamblea" (OGMR nº 42)
Las posturas corporales que el Misal Romano indica (OGMR 43) son las que resumimos a continuación:
Ø Estar de Pie: Es una forma de demostrar nuestra confianza filial, y nuestra disponibilidad para la acción, para el camino. El estar de pie significa la dignidad de ser hijos de Dios, no esclavos agachados ante el amo. Es la confianza llana del hijo que está ante el padre a quien respeta muchísimo y a quien al mismo tiempo tiene cariño. Al mismo tiempo, al estar en pie manifestamos la fe en Jesús resucitado que venció a la muerte, y la fe en que nosotros resucitaremos también; el estar agachado y postrado no es la última postura del cristiano; sino el estar en pie resucitado. Estaremos en pie:
o desde el canto de entrada hasta el final de la oración Colecta
o durante la lectura del Evangelio y el canto del Aleluya que le precede
o durante la profesión de Fe (Credo) y la oración de los Fieles
o desde que empieza la oración de las ofrendas hasta la consagración
o después de la consagración hasta después de la comunión
o desde la oración de después de la comunión hasta que el sacerdote abandona el altar.
o Todas las oraciones deben oírse de pie como actitud de respeto y buena disposición. Esta generalizada la costumbre (errónea) de oír sentados la oración sobre las ofrendas.
Ø Sentados: Significa la confianza de estar con los amigos, con paz y tranquilidad. Estamos en casa, cuando estamos en el templo. Sentados podemos hablar con intimidad y largamente con el Señor que está ahí presente. También uno se sienta para escuchar y aprender cuando un maestro habla. Estaremos sentados:
o durante las lecturas que preceden al Evangelio, incluido el Salmo responsorial.
o durante la homilía.
o mientras se hace la preparación de los dones en el ofertorio.
o a lo largo del silencio posterior a la comunión.
Ø De rodillas: Sólo ante Dios debemos doblar nuestra rodilla. Al ponernos de rodillas significa que nos reconocemos pecadores ante Él. La genuflexión ante el Santísimo es un saludo reverencial de fe, en homenaje de reconocimiento al Señor Jesús. Debemos hacerlo en forma pausada y recogida. Estaremos solamente durante la Consagración, aunque por razones de edad, incomodidad del lugar o aglomeración que lo impida se podrá estar respetuosamente de pie.
Ø Postrados: Se usa en ciertos momentos escasos, en que el alma cristiana se siente más indigna de dirigirse a Dios, cargada de responsabilidades, o en un luto universal como el del Viernes Santo por la muerte de Jesús, o cuando la pena y desconsuelo son tan inmensos que no se ve solución. Por ejemplo: el futuro sacerdote, cuando se postra el día de su ordenación sacerdotal; o algunas monjas, el día en que entran al convento o hacen su profesión religiosa, se postran en el suelo, indicando no tanto el abatimiento, sino la necesidad de protección de Dios y la impotencia personal. Es signo de humildad y penitencia.
Ø La Procesión: Más que un gesto litúrgico, es un rito. En las celebraciones habituales, por ejemplo, en la santa misa, los ministros realizan movimientos que tienen carácter procesional: al principio, antes del evangelio, etc. También los fieles adoptan esta actitud al presentar las ofrendas y cuando comulgan. Además, hay procesiones excepcionales unidas al año litúrgico, como la del Domingo de Ramos y la del Corpus Christi, o en circunstancias particulares de la vida de la Iglesia, por ejemplo, la de una comunidad parroquial el día de las fiestas patronales. La procesión simboliza, principalmente, el carácter peregrinante de la Iglesia. También, a veces, es un signo muy expresivo de fe y devoción. Deben hacerse con dignidad y respeto.
Fuera de las posturas propias de la Misa hay otras posturas que pasamos a relacionar. Se pueden adoptar dos clases de posturas corporales: la inclinación y la genuflexión:
Ø La inclinación: Indica reverencia y honor a las personas o a lo que representan y puede ser de dos tipos: inclinación de cabeza e inclinación de cuerpo o profunda, que se hace desde la cintura.
§ La inclinación de cabeza se le hace al nombre de Jesucristo, de la Virgen y del santo en cuyo honor se celebra la Misa. Se debe hacer reverencia profunda en el Credo arrodillándonos si es la Solemnidad de Navidad o la fiesta de la Anunciación del Señor. Asimismo la bendición presidencial que concluye la Misa se debe recibir con inclinación de cabeza.
§ La inclinación de cuerpo o reverencia profunda se le hace al altar cuando no está allí el Santísimo; también se debe hacer inclinación profunda cada vez que se sirva al obispo o se pase por delante de él; se hace antes y después de las incensaciones y en algunas otras ocasiones en que está dispuesto. Deben hacer inclinación profunda al altar que simboliza a Cristo y no al sacerdote como equivocadamente se hace a veces, todas aquellas personas que suban al presbiterio para realizar alguna función como por ejemplo los lectores o los que van a hacer las peticiones de la Oración Universal de los Fieles, que vulgarmente llamamos preces, tanto al llegar como al marcharse.
Ø La genuflexión: Se hace siempre con la rodilla derecha llevándola hasta el suelo y significa adoración. Por ser signo de adoración está reservada al Santísimo Sacramento y a la Santa Cruz en la liturgia del Viernes Santo. En resumen, se debe hacer genuflexión cada vez que pasemos por delante del Santísimo Sacramento e inclinación profunda al altar todos los que se acercan al presbiterio o se alejan de él (por ejemplo los que se han acercado para hacer alguna lectura o petición).
LOS GESTOS LITÚRGICOS
No podemos vivir sin gestos y actitudes corporales. Ellos expresan, provocan o dan realce a lo que pensamos y sentimos: el abrazo, el beso, el apretón de manos, las lágrimas, el silencio,...y todos estos gestos surgen "naturalmente", al compás de nuestros pensamientos y emociones.
El hombre, participa y "crea" la liturgia. Por eso, la liturgia contiene muchos gestos y actitudes con los que intentamos expresar exterior y corporalmente nuestros sentimientos hacia Dios. Los gestos litúrgicos más importantes son: la señal de la cruz; las unciones; la imposición de la ceniza; los ojos elevados al cielo; ciertos gestos relacionados con las manos: manos juntas y plegadas sobre el pecho; manos que se golpean el pecho; manos elevadas y extendidas; manos que dan y reciben la paz; manos dispuestas para recibir el Cuerpo del Señor.
La Iglesia insiste en la necesidad de renovar, actualizar, "entroncar" los gestos con cada cultura, para que las palabras y gestos sean más "significativos" para la mentalidad del hombre moderno e incluso para cada región y comunidad. La liturgia consta de una parte inmutable por ser de institución divina (la fórmula de la consagración por ejemplo), y de otras partes sujetas a cambio, que pueden y aún, deben ir cambiando, como lo ilustra la historia de la Iglesia.
"Por esta razón, los textos y los ritos se han de ordenar de manera que expresen con mayor claridad las cosas santas que significan y, en lo posible, el pueblo cristiano pueda comprender fácilmente y participar en ellas por medio de una celebración plena, activa y comunitaria" (SC 21).
Este deseo de la Iglesia es por demás coherente: la repetición constante de los ritos, realizados generalmente sin conocer su significado, produce un inevitable desgaste y llegan a "no decir nada". La liturgia no es un teatro. La tarea de renovación litúrgica exige reflexión, creatividad y participación. Mientras tanto es necesario conocer el significado de los gestos y ejecutarlos con espontaneidad y convicción, haciendo de ellos auténtica expresión de nuestros sentimientos religiosos. Los gestos más utilizados son:
Manos juntas: Es señal de respeto y de oración. Es un gesto de humildad y vasallaje, y de actitud orante y confiada. Es el gesto más acomodado a la celebración litúrgica cuando las manos no han de emplearse en otros ritos o no se prescribe que se tengan levantadas. Es la mejor postura a la hora de ir a comulgar.
Extender las manos y elevar a la vez los brazos: Son súplicas solemnes; colecta, plegaria de la misa, paternóster, prefacio. Levantar y extender las manos al rezar expresa los sentimientos del alma que busca y espera el auxilio de lo alto. Hoy es un gesto reservado al ministro que celebra la santa misa.
Extender y volver a juntar las manos: Es el deseo del sacerdote de estrechar a la asamblea en un común abrazo de fraternidad, de recoger las intenciones y deseos de todos para ofrecérselos a Dios, y derramar sobre ellos las misericordias de Dios.
Manos que dan y reciben la paz: Las manos extendidas, abiertas y acogedoras simbolizan la actitud de un corazón pacífico y fraternal, que quiere comunicar algo personal y está dispuesto a acoger lo que se le ofrece. Cuando unas manos abiertas salen al encuentro de otras en idéntica actitud, se percibe el sentimiento profundo de un hermano que sale al encuentro de otro hermano, para ratificar, comunicar o restablecer la paz.
Manos que reciben el Cuerpo del Señor: Las manos dispuestas para recibir la Santa Comunión han de ser signo de humildad, de pobreza, de espera, de disponibilidad y de confianza. También son signo de veneración, de respeto y de acogida, pues el Pan eucarístico no se coge sino que se acoge, se recibe.
Señal de la cruz: Es el gesto más noble y el más frecuente y elocuente. No es un garabato, que termina besándose uno el dedo pulgar. Se produce de dos modos: sobre uno mismo, con los dedos extendidos de la mano derecha; o, cuando un sacerdote debe bendecir en nombre de Cristo, sobre las personas u objetos con la misma mano levemente encorvada. Una sola vez, al inicio del oficio divino, se hace sobre los labios con el dedo pulgar para pedirle al Señor que Él mismo “los abra para poder proclamar con la boca sus alabanzas”. Debe hacerse desde la frente hasta el pecho, y desde el hombro izquierdo al derecho. ¿Qué significa hacerse la señal de la cruz? Primero venerar la cruz redentora de Cristo. Segundo, sellar con ella nuestra persona cristiana y así fortalecerla para hacer el bien y evitar el mal. Esa señal comienza en la frente, para que Dios, con su Santa Cruz, nos quite los malos pensamientos y nos proteja los buenos. Después de la frente va al pecho para que nos quite los malos deseos del corazón y nos proteja los buenos. Y finalmente, nos envuelve de izquierda a derecha, para proteger del mal todo nuestro ser.
La reverencia: Consiste en ligeras inclinaciones de cabeza, ante el altar, ante imágenes, al recibir la Sagrada Comunión, cuando el acólito inciensa al sacerdote y al pueblo; o al incensar el mismo sacerdote hace reverencia al crucifijo o a la imagen de los santos, a modo de saludo reverente. Aquí no sólo es señal de cortesía humana, sino que las reverencias están revestidas de culto sagrado. Tienen que ser hechas despacio, y sólo con la cabeza, no con todo el cuerpo, a no ser que sea en la misa después de ofrecer el pan y el vino y antes del lavado de las manos, donde se inclina ligeramente también el cuerpo. Aquí ya no es sólo reverencia, sino total inclinación.
Las miradas: Unas veces invitan a la admiración y adoración callada, de fe sentida y de recogimiento; por eso, clavamos la mirada en la Hostia consagrada y en el cáliz al levantarlos el sacerdote en la consagración, en la custodia de la exposición y bendición del Santísimo. También la mirada del sacerdote a la gente es señal de comunicación fraterna, de saludo cordial. Cuando los ojos están cerrados simbolizan, no tanto que estamos durmiendo, sino que estamos en profundo silencio y recogimiento para saborear la comunión, o las lecturas leídas. Es falta de respeto, cuando se da la homilía, no mirar al predicador. Simbolizaría desinterés total, despecho; también sería falta de cordialidad e interés si el predicador no mirase a los fieles a la hora de predicar. Cuando uno eleva los ojos hacia arriba está indicando petición a Dios o desagravio por los pecados propios y de la humanidad.
Los besos: El sacerdote da un beso al altar al comenzar y al terminar la santa misa; es Cristo quien recibe ese ósculo. Los fieles se dan el beso en el momento de la paz. Son señales de afecto, de gratitud, de adhesión, de veneración y de reconciliación. Besamos las reliquias, el crucifijo, la mano del sacerdote que bendice y perdona. Cada uno de estos ósculos imprime un sello religioso especial en las personas o cosas que los reciben. En muchas partes no es oportuno el beso de la paz, por motivos culturales; entonces se prefiere el apretón de manos.
Golpes de pecho con la mano: Es una de las señales más expresivas de dolor y contrición de corazón, en un pecador. Se hace en la confesión, al momento de decir el acto de contrición. Lo hacemos en el momento del “Yo confieso” de la santa misa. Así, con ese gesto humilde, aplacamos y agradamos mejor a Dios y expresamos más sentidamente nuestra compunción ante los demás hermanos. Los golpes deben ser hechos con suavidad.
La imposición de las manos: Significa varias cosas, transmisión de poderes superiores a personas o grupos de elección, o de algún carisma o misión, o absolución de culpas. También es signo de bendición de Dios y de consuelos en la unción de enfermos. En el momento de la consagración manifiesta el poder maravilloso de los sacerdotes de convertir el pan y el vino en Cuerpo y Sangre de Cristo.
Caminar hacia el altar: No es un simple gesto, es un rito. Es también símbolo de nuestro peregrinar al cielo. Caminamos con otros, no solos. Así, en las procesiones, peregrinaciones, vamos con alegría, sin temores, pues sabemos que Cristo es el Camino vivo y verdadero.
Cantar: El que canta ora dos veces, decía San Agustín. El canto es el afecto del corazón hecho música.
OBJETOS LITÚRGICOS
CRUZ PROCESIONAL: Signo de nuestra Redención, del Sacrificio de Cristo y de su victoria sobre la muerte. Precede toda procesión, y se inciensa por ser signo de Salvación.
ACETRE: Caldero de agua bendita que se usa para las aspersiones litúrgicas. El agua se recoge del acetre y se dispersa con el hisopo.
CÁLIZ: Copa, vasija donde se bebe. Recipiente en forma de copa con ancha apertura. En la Liturgia cristiana, el cáliz es el vaso sagrado por excelencia, indispensable para la Misa ya que debe contener el vino que se convierte en la Sangre Preciosísima de Cristo. Su forma, materia y estilo han variado mucho en el curso de la historia. Los cálices solían ser de oro y tenían a veces un valor extraordinario. Debe ser preferiblemente de metales preciosos. El pie o soporte puede ser de otra materia. El Cáliz debe consagrarse exclusiva y definitivamente para el uso sagrado en la Santa Misa.
COPÓN: Vaso con tapa en que se conservan las Sagradas Hostias, para poder llevarlas a los enfermos y emplearla en las ceremonias de culto. En la actualidad los copones suelen ser de menos estatura que los cálices para distinguirlos de estos.
PURIFICADOR: Servilleta de lino para limpiar y secar el Cáliz, la Patena y el Copón.
CORPORAL: Pieza cuadrada de tela sobre la que descansa la Eucaristía. Sobre ella se pone la patena y el cáliz durante la Misa. Antiguamente la Sagrada Hostia descansaba directamente sobre el corporal desde el ofertorio hasta la fracción. También se pone debajo de la custodia durante la Exposición del Santísimo. Debe de ser de lino o cánamo y no de otro tejido. No debe llevar bordado más que una pequeña cruz. Para guardarlo debe doblarse en nueve cuadrados iguales.
MANUTERGIO: Toallita para secarse las manos.
CRISMERA: Vaso o ampolla donde se guarda el crisma.
CUSTODIA: Recipiente sagrado donde se pone la Hostia consagrada de manera que se pueda ver para la adoración, sobre todo en la Bendición eucarística y las procesiones. También se le llama ostensorium, del latín ostendere, mostrar. Hay gran variedad de tamaños y estilos. Generalmente tiene forma de sol, cruz o relicario.
GREMIAL: Paño cuadrado que se ciñe el obispo durante ceremonias litúrgicas, por ejemplo en el lavatorio de los pies de la Misa del Jueves Santo. El gremial de seda y encaje para las misas pontificas ya no se usa. Uno de lino u otro material puede utilizarse.
HIJUELA: Paño blanco que se coloca sobre la patena (paño circular), o sobre el cáliz (paño cuadrado).
HISOPO: Utensilio con que se esparce el agua bendita, consistente en un mango que lleva en su extremo un manojo de cerdas o una bola metálica hueca y agujereada para sostener el agua. Se usa con el acetre.
INCIENSO: Resinas aromáticas, granulada o en polvo, que se queman en el incensario durante algunas liturgias. Su humo tiene fragancia. Cuando se bendicen son un sacramental. Quemar incienso significa celo y fervor; su fragancia: virtud; el humo que se eleva: las oraciones que ascienden al cielo.
INCENSARIO: Brasero colgado de un nudo por 3 cadenas en el cual se echa el incienso, con una tapa móvil que se acciona por una cuarta cadena. Se utiliza para incensar en las ceremonias litúrgicas.
NAVETA: Recipiente para el incienso, en forma de canoa, con una cucharita para servirlo.
PALIA: Lienzo para cubrir el cáliz.
PATENA: Plato redondo donde se pone la Sagrada Hostia. Debe ser de metal precioso como el cáliz y también debe ser consagrado exclusiva y definitivamente para el uso en la Santa Misa.
PECTORAL: Cruz que llevan al pecho los obispos.
PÍXIDE: Cajita más pequeña que el copón donde se lleva la Eucaristía a los enfermos.
PURIFICADOR: Pequeño lienzo que utiliza el sacerdote en la Misa para purificar el cáliz.
PLATILLO DE LA COMUNIÓN: Para impedir que caigan partículas en la comunión se coloca bajo la barbilla de cada comulgante.
HUMERAL: Paño que cubre los hombros del ministro cuando lleva el Santísimo Sacramento en procesión o cuando da la bendición con El.
VINAJERAS: Las vasijas para el vino y el agua que se usan en la Santa Misa. Generalmente son de cristal y se colocan en una bandeja pequeña. Es permitido que sean de otro material (bronce, plata, oro e incluso de cerámica bien sellada) siempre y cuando puedan dignamente contener los líquidos. Usualmente tienen asas y tapones. Son de diferentes estilos y tamaños. Tradicionalmente, para evitar confusión al utilizarlas, las vinajeras se gravaban las iniciales "V" y "A", por el latín vinum y aqua. Las vinajeras junto con las hostias no consagradas pueden ser llevadas en procesión por dos fieles y presentadas al sacerdote durante el Ofertorio.
VIRIL: Pieza redonda, tradicionalmente de cristal transparente con borde de oro o dorado, en que se pone la Sagrada Hostia para sostenerla en la Custodia.
LAMPARA DEL SANTÍSIMO: Lámpara de aceite, cera o electricidad que arde junto al Sagrario donde está la Eucaristía, y sirve para indicar la presencia del Señor.
CIRIO PASCUAL: Gran vela que se bendice en la Vigilia Pascual, símbolo de Cristo Resucitado. Se enciende en las Misas del tiempo Pascual y algunas otras celebraciones (bautismo, confirmación, primera comunión, funeral).
LA LITURGIA Y EL CULTO
“La verdadera formación litúrgica no puede consistir en el aprendizaje y ensayo de las actividades exteriores, sino en el acercamiento a la actio esencial, que constituye la liturgia, en el acercamiento al poder transformador de Dios que, a través del acontecimiento litúrgico, quiere transformarnos a nosotros mismos y al mundo. Claro que, en este sentido, la formación litúrgica actual de los sacerdotes y de los laicos tiene un déficit que causa tristeza. Queda mucho por hacer”. BENEDICTO XVI.
Para la Iglesia, la liturgia es el culto oficial y público que se tributa a Dios, según definió Pío XII. La renovación litúrgica producida en los últimos años culminó en el Vaticano II, con la Constitución sobre la Sagrada Liturgia "Sacrosantum Concilium" (SC) promulgada por Pablo VI justo cuatrocientos años después de la clausura del Concilio de Trento (4 de diciembre de 1963) devolviéndose a la liturgia su sentido de celebración del misterio pascual. Para la Iglesia posterior al Vaticano II la liturgia es "el ejercicio del sacerdocio de Cristo" (SC 7). Se llaman litúrgicas aquellas celebraciones que la Iglesia considera como suyas y están contenidas en sus libros oficiales y se realizan por la comunidad y los ministros señalados para cada caso como la Eucaristía, los sacramentos en general, la Liturgia de las Horas y los sacramentales. Posteriormente a la SC han ido publicándose otros documentos que aclaran aspectos y la desarrollan, así como advierten de abusos y prácticas no aconsejables. Nos referimos a la la Revisión 2000 de la Institutio Generalis Missalis Romanis y a la Instrucción de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos titulada Redemptionis Sacramentum (RS).
En definitiva, la liturgia de la cual forma parte el culto no es más que la historia de los acontecimientos salvíficos y el ejercicio del sacerdocio de Cristo. En ningún caso debe considerarse la liturgia ni como la parte externa y sensible del culto divino ni como un conjunto de leyes y preceptos que reglamentan los ritos sagrados.
La liturgia, que emplea un lenguaje simbólico, se vale de fórmulas litúrgicas (lecturas bíblicas, salmos, letanías, cánticos, doxologías, himnos, colectas, etc.), de materias litúrgicas (pan, vino, agua, sal aceite, ceniza, fuego, cera, ramos de flores, incienso) y de actitudes y gestos (postraciones, genuflexiones, imposición de manos, señal de la cruz, elevación de manos, etc.). Así mismo existen libros litúrgicos, hoy compendiados en el Misal Romano, Leccionario, Libro de la Sede, Libro de Preces y otros.
Solamente son actos litúrgicos las celebraciones que expresan el misterio de Cristo y la naturaleza sacramental de la Iglesia; todo lo demás son actos de piedad.
Desde que en 1570 Pío V impuso la unificación de los libros litúrgicos, en todo Occidente sólo subsisten algunos casos muy contados de liturgias locales: la mozárabe de Toledo (también llamado rito hispano, propia de España) la ambrosiana de Milán y la lionesa de Lyón. Tras el Vaticano II, la Iglesia quiere de nuevo "conservar y fomentar, con igual honor, otros ritos legítimos" (SC 4) rompiendo la hegemonía de siglos de la liturgia romana sobre las locales. Los ejemplos actuales más espectaculares de liturgias no-romanas nos llevan a pueblos africanos.
También, la liturgia integra dos facetas que se complementan: la anámesis (memorial de lo sucedido) y la mímesis (la imitación de lo acontecido). Nace así la ritualidad que imita lo que la palabra recuerda (caso de la procesión del Domingo de Ramos y de toda la religiosidad popular). En definitiva, en conocida frase, "aquello que la Palabra lleva al oído, la imagen lleva a la vista". De igual manera, lo que oramos es lo que creemos (la lex orandi es la expresión de la lex credendi), según un axioma ya clásico. El memorial que la liturgia realiza no es mero recuerdo de lo sucedido sino una presencia real que se repite.
EL CANTO EN LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA
El canto tiene el deseo de hacer participar al pueblo en los actos litúrgicos.
La función de un coro en la celebración litúrgica, al igual que el resto de la música, tiene varias vertientes:
Ø Función ornamental y artística.
Ø Función dinámica, ya que sirve para unir los corazones.
Ø Favorece la participación, como consecuencia de lo anterior.
Ø Tiene una dimensión evangelizadora y misionera.
Ø Función ministerial, ya que se encuentra al servicio de la acción litúrgica.
Las características que debe cumplir la música litúrgica o ritual como últimamente se la llama deben ser: santidad, bondad de formas y universalidad.
No obstante lo anteriormente dicho, el canto del coro debe tener un principio rector: que no excluya nunca el canto del pueblo, ya que los fieles no vamos a la Asamblea para oír conciertos que otros interpretan sino a participar. No se debe confiar al coro el canto de todo el “propio” y todo el “ordinario” de la Misa excluyendo al pueblo de la participación activa. Hay partes de la Misa que siempre deberían ser cantadas: me refiero a la antífona de respuesta al Salmo y el propio Salmo así como el Sanctus. Recitar el salmo equivale a recitar un villancico en vez de cantarlo.
En la Misa el pueblo puede cantar: el canto de entrada, la respuesta al saludo inicial, el canto de aspersión cuando lo hay, los Kyries, el Gloria, el Amen conclusivo de la oración Colecta, el salmo responsorial, el Aleluya, el Credo, la respuesta a la Oración de los fieles, durante la presentación de las ofrendas, el diálogo del Prefacio, el Sanctus, las aclamaciones a la Plegaria eucarística con el Amen conclusivo, el Padrenuestro, su aclamación el Cordero de Dios, durante la comunión y en la bendición.
Lo anterior no impide que en ocasiones muy solemnes pueda y deba cantar una coral o capilla e incluso algún solista. También, el rector del templo y el equipo de liturgia deben estar coordinados con los cantores, para que no se produzcan interferencias mutuas.
Los principales documentos sobre la música litúrgica que el S. XX nos ha dejado son varios. Podemos citar:
o el motu propio Tra le Sollecitudini de san Pío X (22-11-1903)
o la encíclica Musicae Sacrae disciplina de Pío XII (25-12-1955)
o la Instrucción sobre la Música sagrada de la Sagrada Congregación de Ritos (3-9-1958)
o la Constitución Sacrosanctum Concilium del Vaticano II, la cual dedica su capítulo VI a la música.
o Como documento postconciliar destacaremos la instrucción Musicam Sacram (5-3-1967)
Para terminar podemos citar también las orientaciones que sobre música litúrgica nos da el Misal Romano (OGMR), el Orden de las Lecturas de la Misa (OLM), la Ordenación General de la Liturgia de las Horas (OGLH), el Ceremonial de los Obispos y la Instrucción sobre La Liturgia romana y la Inculturación (25-1-1994) así como el Cantoral Litúrgico Nacional, que recoge los principales cantos de la Misa para los diferentes tiempos litúrgicos y otros temas.
ELEMENTOS ARTÍSTICOS DE LA LITURGIA: LA MÚSICA
La música sagrada es aquella que, creada para la celebración del culto divino, posee cualidades de santidad y de perfección de formas. La música sacra será tanto más santa cuanto más íntimamente esté unida a la acción litúrgica, ya sea expresando con mayor delicadeza la oración o fomentando la unanimidad, ya enriqueciendo de mayor solemnidad los ritos sagrados.
La música sagrada tiene el mismo fin que la liturgia, o sea, la gloria de Dios y la santificación de los fieles. La música sagrada aumenta el decoro y esplendor de las solemnidades litúrgicas. “La música sacra –dirá el papa Juan Pablo II-es un medio privilegiado para facilitar una participación activa de los fieles en la acción sagrada”.
La música no debe dominar la liturgia, sino servirla. En este sentido, antes de San Pío X se celebraban muchas misas con orquestra, algunas muy célebres, que se convertían a menudo en un gran concierto durante el cual tenía lugar la Eucaristía. Ya se desvirtuaba la finalidad profunda de la música litúrgica, la gloria de Dios. Amenazaba la irrupción del virtuosismo, la vanidad de la propia habilidad, que ya no está al servicio del todo, sino que quiere ponerse en un primer plano.
Todo esto hizo que en el siglo XIX, el siglo de una subjetividad que quiere emanciparse, se llegara, en muchos casos, a que lo sacro quedase atrapado en lo operístico, recordando de nuevo aquellos peligros que, en su día, obligaron a intervenir al concilio de Trento, que estableció la norma según la cual en la música litúrgica era prioritario el predominio de la palabra, limitando así el uso de los instrumentos.
Géneros de música sagrada que se permiten en la Iglesia:
San Pío X ofreció como modelo de música litúrgica el canto gregoriano, porque servía a la liturgia sin dominarla. Tras el concilio Vaticano II, con la introducción de la lengua del pueblo en la celebración, la música cambió y se buscaron otras melodías diferentes al gregoriano. Sin embargo, el principio de que el canto debe servir a la liturgia continúa vigente.
Hoy, ¿qué música sagrada permite la Iglesia?: Se permiten el canto gregoriano, la polifonía sagrada antigua y moderna, la música sagrada para órgano y el canto sagrado popular, litúrgico y religioso.
También el Vaticano II permitió la música autóctona de los pueblos cristianos, pero adornada de las debidas cualidades. La Iglesia aprueba y admite todas las formas musicales de arte auténtico, así vocal como instrumental. Pero de nuevo debemos recordar el principio: la música debe servir a la liturgia, no dominarla.
Entre todos estos géneros musicales, la Iglesia da la preferencia al canto gregoriano, que es el propio de la Liturgia romana y al que San Pío X califica de supremo modelo de toda música sagrada, el único que heredó de los antiguos Padres, y que custodió celosamente durante el curso de los siglos en sus códices litúrgicos.
Instrumentos que son admitidos:
Nos contesta el Concilio Vaticano II: “En el culto divino se pueden admitir otros instrumentos, a juicio y con consentimiento de la autoridad eclesiástica territorial competente, siempre que sean aptos o puedan adaptarse al uso sagrado, convengan a la dignidad del templo y contribuyan realmente a la edificación de los fieles” (Sacrosanctum Concilium, n. 120).
Principios que ofrece el Papa para la música dentro de las celebraciones litúrgicas católicas:
“Ante todo es necesario subrayar que la música destinada a los ritos sagrados debe tener como punto de referencia la santidad”.
“No puede haber música destinada a las celebraciones de los ritos sagrados que no sea primero verdadero arte”. Sin embargo, “esta cualidad no es suficiente” advierte el Santo Padre. “La música litúrgica debe en efecto responder a sus requisitos específicos: la plena adhesión a los textos que presenta, la consonancia con el tiempo y el momento litúrgico a la que está destinada, la adecuada correspondencia con los ritos y gestos que propone”.
“El sagrado ámbito de la celebración litúrgica no debe convertirse jamás en laboratorio de experimentos o de prácticas de composición y ejecución introducidas sin una atenta revisión”, dice además el papa. El canto gregoriano, dice luego Juan Pablo II, “ocupa un lugar particular”; pues “sigue siendo aún hoy el elemento de unidad” en la liturgia.
En general, señala el papa, el aspecto musical de las celebraciones litúrgicas “no puede ser dejado a la improvisación, ni al arbitrio de los individuos, sino que debe ser confiado a una bien concertada dirección en respeto a las normas y competencias, como fruto significativo de una adecuada formación litúrgica”. Por ello, en el campo litúrgico, el Papa señala “la urgencia de promover una sólida formación tanto de los pastores como de los fieles laicos”.
El papa Benedicto XVI enumera otros criterios sobre la música sagrada, que son importantes destacar:
o La letra de la música litúrgica tiene que estar basada en la Sagrada Escritura.
o La liturgia cristiana no está abierta a cualquier tipo de música.
o Nuestro canto litúrgico es participación del canto y la oración de la gran liturgia, que abarca toda la creación. Así vencemos el subjetivismo y el individualismo, que llevaría al virtuosismo y a la vanidad.
ALGUNAS NORMAS QUE ESTÁN EN VIGOR AUNQUE SON POCO OBSERVADAS
Vamos a recordar algunas normas que están en vigor pero cuyo cumplimiento parece haberse olvidado.
El ayuno eucarístico: Sigue en vigor. “Quien vaya a recibir la santísima Eucaristía ha de abstenerse de tomar cualquier alimento y bebida al menos una hora antes de la sagrada comunión, a excepción del agua y las medicinas” (CDC nº 919). Se exceptúa a los ancianos, a los enfermos y a quienes los cuidan así como al sacerdote que oficie dos o tres Eucaristías en el mismo día, debiendo guardar el ayuno sólo para la primera Eucaristía.
La abstinencia de carne: o de otro alimento dispuesto por la Conferencia Episcopal se debe guardar todos los viernes de año, que tienen siempre carácter penitencial y no sólo los viernes de Cuaresma, como suele creerse. Ayuno y abstinencia serán solamente el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. La ley de la abstinencia obliga a los mayores de 14 años y la del ayuno a los mayores de edad hasta los 59 años. Las respectivas Conferencias Episcopales pueden determinar la manera en que se cumple el ayuno y la abstinencia, y sustituirlo en todo o en parte por obras de caridad y prácticas piadosas. (CDC nº 1251 y siguientes)
La asistencia a la misa dominical y en las fiesta de precepto: Es obligación de los fieles así como abstenerse de hacer trabajos que le impidan cumplir esa obligación o de disfrutar del merecido descanso, salvando lógicamente las obligaciones laborales ineludibles. De igual manera “todo fiel, después de la primera comunión, está obligado a comulgar por lo menos una vez al año." Este precepto debe cumplirse durante el tiempo pascual, a no ser que por causa justa se cumpla en otro tiempo dentro del año (CDC nº 920).
LOS MINISTERIOS LAICALES
Los Ministerios Laicales que hoy día pueden instituirse han quedado reducidos a dos: Lectorado y Acolitado. Etimológicamente, la palabra acólito procede del griego y significa compañero, derivada a su vez de la voz camino, en referencia al camino que se recorre en compañía. La figura del acólito está recogida desde tiempos pretéritos en los rituales celebrativos de la iglesia, no en vano hay documentos del siglo XVII en los cuales se hace ya referencia a su figura, funciones y atuendo.
Mediante el motu propio Ministeria Quaedam (15-VIII-72) el papa Pablo VI suprimió el subdiaconado y las cuatro órdenes menores (Ostiariado, Lectorado, Exorcistado y Acolitado), estableciendo en su lugar los ministerios antes citados de Lectorado y Acolitado. Se establece así una frontera clara y diáfana entre ministerios ordenados (que se confieren mediante la imposición de manos) y los demás ministerios, que pueden ser instituidos o simplemente confiados a los laicos, de manera estable u ocasional (caso típico del que sale a leer o a decir unas preces en una ceremonia concreta).
Centrándonos en los ministerios laicales instituidos diremos que se instituyen en una ceremonia litúrgica que establece a un varón como lector, salmista o al servicio del altar como ayudante del sacerdote, como ministro extraordinario de la Comunión y de la Exposición del Santísimo. Esta institución la hace el obispo o el superior de una Orden religiosa generalmente dentro de la Misa. Al lector se le hace entrega de una Biblia y al acólito de patena con pan y cáliz con vino, simbolizando su función.
Las funciones del Lector son:
- Proclamación de la palabra, excepto el Evangelio.
- Salmista.
- Director de canto.
- Intencionista en la Oración de los fieles.
- Monitor o comentador.
- Catequista litúrgico.
- Instructor de lectores ocasionales.
EL DIACONADO PERMANENTE
Desde el Vaticano II los ministerios ordenados son de tres grados: diaconado, presbiterado y episcopado. Como ministerios instituidos quedan el lectorado y el acolitado, como sustitución de las antes llamadas "órdenes menores". La mayor novedad estriba en la creación del diaconado permanente y su apertura a los varones casados.
Para ser ordenado diácono se requiere ser varón, mayor de 25 años si se es soltero o mayor de 35 años si se está casado y el consentimiento de la esposa en este caso. Si al ser ordenado se está soltero le afecta el celibato de por vida, si está casado y enviuda no puede volver a casarse.
Antes de ser ordenado diácono (orden que ya pertenece al clero) hay que ejercer los ministerios de lector y acólito y recibir la formación adecuada que en cada diócesis se imparte, además de ser considerado idóneo y digno para recibirlo. Los documentos exigidos los relaciona el CDC nº 1050. Hoy día el diaconado no tiene necesariamente que conducir al orden presbiterial, aunque todos los presbíteros serán antes ordenados de diáconos.
En cada diócesis hay una delegación diocesana para los ministerios y el diaconado permanente, a cuyo cargo está un delegado. Dirigiéndose a los respectivos palacios arzobispales dan la información adecuada.
Diakonía significa servicio. El diácono es un colaborador del sacerdote y estará al lado del presbítero ayudándole en todo lo referente al misal y al cáliz. Le corresponde proclamar el Evangelio como cosa propia y la oración de los fieles, las moniciones dirigidas al pueblo y reparte la comunión. Si no hay otros ministros hace lo de los demás. También da la bendición con el Santísimo.
Su vestidura propia es la dalmática y llevan la estola cruzada del hombro izquierdo a la cintura.
FUNCIONES DEL SACRISTÁN
El sacristán debe conocer los horarios de las misas y dar las campanadas a tiempo: la primera, media hora antes; la segunda, un cuarto de hora; y la última, a la hora de empezar.
Procurará que estén todas las cosas necesarias acomodadas en su sitio, cepilladas, limpias y listas para usarse, en cantidad suficiente (albas, estolas, casulla, cíngulos, etc).
Si falta algo, lo consigue, o avisa a tiempo para que se prevea (hostias, vino, agua). Sobre todo tiene aseado el presbiterio y presentables el altar y el ambón.
Se encarga del ambiente agradable: música ambiental, adorno, aseo, luz, ventilación, temperatura, sonido.
Tiene que consultar el calendario litúrgico para ver las características del día (categoría de fiesta, color, tiempo, elementos). Consulta las tablas de precedencias, conoce el calendario y la tabla de fiestas movibles. Prepara las lecturas del día y abre el Leccionario por la página oportuna.
Avisa cuando hay nuevas vestiduras, u objetos, para la bendición.
Hace genuflexión hasta tocar con la rodilla el suelo al pasar frente al Santísimo; hace reverencia profunda al altar siempre que pase delante de él.
Procura que haya una lámpara encendida ante el Santísimo. Cerca del Sagrario debe haber un vasito con agua para purificarse los dedos y un purificador.
Conoce si la Misa se aplica por algún difunto y pone el oportuno aviso para el celebrante.
CALENDARIO DE JORNADAS Y COLECTAS 2007
v 1 de enero (Santa María Madre de Dios): “Jornada por la Paz”
v 6 de enero (Epifanía del Señor): “Colecta del catequista nativo”
v 18-25 de enero: “Octavario de Oración por la Unidad de los cristianos”
v 28 de enero (Cuarto domingo de enero): “Jornada y colecta de la Infancia Misionera”
v 2 de febrero (Fiesta de la Presentación del Señor): “Jornada de la Vida Consagrada”
v 11 de febrero (Ntra. Sra. de Lourdes): “Jornada Mundial del Enfermo” y “Colecta de la Campaña contra el Hambre en el Mundo”
v 4 de marzo (Primer domingo de marzo):“Día y colecta de Hispanoamérica”
v 19 de marzo (Solemnidad de San José): “Día y colecta del Seminario”
v 6 de abril (Viernes Santo): “Colecta por los Santos Lugares”
v 29 de abril (Domingo IV de Pascua): “Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones”
v 6 de mayo (Primer domingo de mayo): “Jornada y colecta del Clero Nativo y Campaña misionera ‘Primavera de la Iglesia’”
v 20 de mayo (Solemnidad de la Ascensión del Señor):”Jornada Mundial y colecta de las Comunicaciones Sociales”
v 27 de mayo (Solemnidad de Pentecostés): “Día de la Acción católica y del Apostolado Seglar”
v 8 de junio (Solemnidad de la Santísima Trinidad): “Día pro Orántibus”
v 10 de junio (Solemnidad del Corpus Christi): “Día y colecta de Caridad”
v 1 de julio (Primer domingo de Julio): “Jornada de responsabilidad del Tráfico”
v 30 de septiembre (Último domingo de septiembre): “Jornada Mundial de las Migraciones”
v 21 de octubre (Penúltimo domingo de octubre): “Jornada Mundial y colecta por la evangelización de los pueblos”
v 18 de noviembre (Domingo anterior a la Solemnidad de Cristo Rey): “Día y colecta de la Iglesia Diocesana”
v 31 de diciembre (Domingo dentro de la Octava de Navidad): “Jornada por la Familia y la Vida”
CONCEPTO DE LITURGIA
La palabra Liturgia viene del griego (leitourgia) y quiere decir servicio público, generalmente ofrecido por un individuo a la comunidad. Hoy se usa para designar todo el conjunto de la oración pública de la Iglesia y de la celebración sacramental.
El Concilio Vaticano II en la "Constitución sobre la Liturgia" nos presenta un tratado amplio, profundo y pastoral sobre el tema. Citamos algunos conceptos para darnos una idea de lo importante que es vivir la Liturgia, si queremos enriquecernos de los dones que proceden de la acción redentora de Nuestro Señor. "La Liturgia es el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella, los signos sensibles significan y cada uno a su manera realizan la santificación del hombre, y así el Cuerpo Místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro. En consecuencia, toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia". En esta descripción encontramos lo que es realmente la Liturgia:
1. Es el ejercicio del sacerdocio de Cristo. Es decir, en la Liturgia, Cristo actúa como sacerdote, ofreciéndose al Padre, para la salvación de los hombres.
2. Los signos sensibles realizan la santificación de los hombres en lo que quieren decir. Por ejemplo, el agua en el Bautismo significa y realiza la purificación y es principio de vida, el pan en la Eucaristía alimenta el espíritu del hombre.
3. En la acción litúrgica, Cristo y los cristianos, que forman el Cuerpo Místico, ejercen el culto público.
4. Es la acción sagrada por excelencia, que ninguna oración o acción humana puede igualar por ser obra de Cristo y de toda su Iglesia y no de una persona o un grupo. "La Liturgia es la cumbre a la que tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza".
EL TEMPLO
El templo “es el edificio en el que se reúne la comunidad cristiana para escuchar la Palabra de Dios, para orar unida, para recibir los Sacramentos y celebrar la Eucaristía”. Está consagrado para el culto a Dios. Es verdad que Dios está presente en todas partes, pero quiere tener un lugar visible de su presencia en este mundo. Y esto es el templo, la casa de Dios, que más comúnmente llamamos “Iglesia”. Por eso, siempre que vemos una iglesia, nos acordamos de que Dios está presente en el mundo y hacemos la señal de la cruz.
Al inicio, los primeros cristianos daban culto a Dios en casas particulares. Lo requería la discreción y la prudencia, pues los emperadores romanos impedían todo culto público. Fue Constantino en año 313 d.C. el que permitió el culto público y lo revistió de solemnidad y magnificencia. Y fue él, el que mandó construir las basílicas, que eran edificios muy grandes, en un inicio dedicadas al rey o emperador, y después ofrecidas a Dios, el Rey de reyes.
En un templo la cabecera es donde está el retablo mayor y los pies del templo son la entrada principal. El ábside, la cabecera del templo litúrgicamente orientada debe mirar al punto por donde sale el sol. Así Cristo es el sol naciente que trae la luz y la salvación al mundo. Si los judíos orientan sus sinagogas mirando al Templo de Jerusalén y los musulmanes sus mezquitas mirando hacia la Meca, así los cristianos hemos tenido la costumbre considerada como tradición apostólica desde tiempos de la Iglesia antigua de mirar mientras oramos hacia el oriente, de tal manera que el pueblo e incluso hasta hace poco el sacerdote convergían sus miradas en esa dirección. Cristo está simbolizado por el sol naciente que volverá en el último amanecer de la historia.
Los templos tienen fundamentalmente dos lugares bien definidos: la nave, donde está el pueblo participante de la Asamblea y el presbiterio, sitio donde se sitúan los ministros para la celebración. El elemento más importante del presbiterio y centro del espacio celebrativo es el altar, punto de referencia y principio de unidad, centro de toda la liturgia eucarística.
El altar es la mesa del Señor. Así pues es ara y mesa a la vez. Debe ser fijo, estar consagrado y se dedica a Dios. El altar se recubre con un mantel y sobre él o cerca debe haber un crucifijo y dos candeleros al menos. También en el presbiterio se sitúa el ambón, lugar para la celebración de la palabra y la sede, lugar donde se sienta el presbítero que preside la Eucaristía.
Se recomienda que el sagrario ocupe una capilla lateral dentro de la iglesia para que el Sacramento pueda ser adorado fuera de la Misa aunque a veces por falta de espacio el sagrario se encuentre en el mismo presbiterio.
Un elemento al que hoy día no parece prestársele ninguna importancia es la orientación del templo, que siempre ha sido en la tradición cristiana mirando al oriente (oriens significa oriente y orientarse es dirigirse al oriente, al este).
Los templos se pueden construir de diferentes formas:
v Trazados en forma de cruz y orientados hacia el este, es decir hacia Jerusalén.
v Otros se construyen de forma cuadrada. Símbolo del Norte, Sur, Este y Oeste, es decir una iglesia para todas las naciones.
v También se construyen de forma octogonal que simboliza los ocho días desde el nacimiento de Jesús hasta el día de su circuncisión.
Durante siglos se han ido construyendo diversos tipos de templos dedicados a Dios:
Ø Basílica: la basílicas mayores son siete y están en Roma; las menores, por todo el mundo, y ha sido el papa quien ha querido honrarlas con ese título.
Ø Catedral: donde tiene la sede o cátedra el obispo.
Ø Iglesia abacial: donde tiene su sede un abad mitrado.
Ø Iglesia parroquial: para atender espiritualmente a un grupo de fieles y a cargo del párroco y sus colaboradores sacerdotes, en una localidad o territorio delimitado.
Ø Iglesia conventual: que pertenece a comunidades religiosas.
Ø Iglesia Penitencial: que pertenece a una Cofradía.
Ø Capillas
Ø Oratorios públicos, semipúblicos o privados.
LOS LUGARES DE LA CELEBRACIÓN
Para la celebración litúrgica hay unos espacios especialmente significativos. Se entiende por espacio celebrativo los lugares donde se desarrollan las acciones litúrgicas. Estos espacios litúrgicos que alberga toda Iglesia son:
EL BAPTISTERIO: Se trata del lugar destinado a la celebración del bautismo y en el que se encuentra la fuente bautismal. En los templos el baptisterio está cerca de la puerta principal. Ello tiene un significado: nos recuerda que el bautismo es la puerta de entrada en la Iglesia, y, así, a la vida de los hijos de Dios. El ritual del bautismo lo describe así: “El baptisterio –es decir, el lugar donde brota el agua de la fuente bautismal o simplemente, está colocada permanentemente la pila– debe ser reservado al sacramento del Bautismo y ser verdaderamente digno, de manera que aparezca con claridad que allí los cristianos renacen del agua y del Espíritu Santo”.
LA NAVE: Se denomina nave a la parte central del templo, destinada a la asamblea que celebra la liturgia bajo la presidencia del ministro que representa a Cristo. No hay manifestación más transparente de la Iglesia que esta: la reunión de los bautizados para la celebración de la Misa. Este espacio va desde la puerta de entrada hasta el espacio del presbiterio. Es un gran espacio, signo de una comunidad amplia, abierta que tiene su fundamento no en sí misma sino en Cristo muerto y resucitado.
LAS CAPILLAS LATERALES: Son como otras tantas pequeñas Iglesias dentro de la principal. Responden al deseo de dar culto a Santos locales y universales de mayor devoción
TORRES Y CAMPANARIOS: Indican la presencia de Dios en ese lugar. Los campanarios rematan, la mayoría de veces, con una cruz, veleta o gallo. La cruz proclama el signo de Cristo; la veleta recuerda los vaivenes de la fama y lo efímero de la vida; y el gallo es símbolo de la vigilancia.
CRIPTA: Los primeros cristianos la usaban como sepulcro para sus santos mártires y para sitio de reunión en el día del aniversario de su martirio. Con el tiempo, cada cripta sepulcral se convirtió en una pequeña capilla sobre la que se erigieron luego otras iglesias superiores, haciendo coincidir los altares de ambas.
LA SACRISTÍA: Aunque estrictamente no forma parte de los lugares de celebración, tiene un papel importante en la preparación del culto y en su digna realización. Es la sala donde normalmente se revisten y preparan los ministros antes de salir a la celebración. Es también el lugar donde se guardan los objetos, vestidos y utensilios litúrgicos.
EL CONFESIONARIO (Sede Penitencial): Es el lugar donde se celebra el sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación. Toma el nombre del aspecto más característico del mismo, la confesión de los pecados ante el sacerdote. Los confesionarios se encuentran cerca de la nave, una sede (asiento), normalmente de madera para oír confesiones, en un lugar patente y provisto de rejillas entre el penitente y el confesor que puedan utilizar libremente los fieles que así lo deseen.
EL PRESBITERIO: Se llama presbiterio al área en torno al altar, un poco elevado y distinto de la nave. Es un espacio particularmente digno y significativo. El presbiterio debe quedar bien diferenciado respecto a la nave del templo, sea por su diversa elevación, sea por una estructura y ornato peculiar. En el presbiterio existen tres elementos: altar (lugar del sacrificio eucarístico), sede (lugar de presidencia) y ambón (lugar de la proclamación de la Palabra de Dios).
v EL ALTAR: Es el elemento más relevante de lo que encontramos en el edificio de la iglesia. Es el centro de nuestra celebración. Es signo de Cristo y, por tanto, merece toda nuestra veneración: los ministros lo besan, lo inciensan, se inclinan ante él, se ilumina. El altar es, simultáneamente, el ara donde se realiza sacramentalmente el único sacrificio de Cristo en la cruz, la mesa del Señor –dispuesta con blancos manteles– en torno al cual se congrega el único Pueblo de Dios para recibir el alimento, el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
v EL AMBÓN: Es el lugar litúrgico para la proclamación de la Palabra de Dios. La palabra latina “ambo” proviene del griego “anabaino”, subir, y designaba un sitio elevado, la tribuna, con barandilla y atril, cerca de la nave.
v LA SEDE: Es el asiento reservado para el que preside la asamblea litúrgica, modera la oración y exhorta a la comunidad de los fieles reunida para la celebración eucarística. La sede es signo de la presencia de Cristo, a través de su ministro, preside a su iglesia. La sede del Obispo recibe el nombre de Cátedra.
EL SAGRARIO o TABERNÁCULO: El sagrario (lugar donde se guarda lo sagrado) o el tabernáculo (tienda de campaña: de ahí la fiesta de los Tabernáculos o tienda de encuentro) es el lugar donde se conserva la eucaristía después de la celebración para que pueda ser llevada a los enfermos o puedan comulgar fuera de la misa los que no han podido participar en ella. Ahora, la verdadera “tienda” o “tabernáculo” es Cristo mismo. La lámpara que luce junto al sagrario, indica y honra la presencia de Cristo.
MOBILIARIO LITÚRGICO DEL TEMPLO
Veamos el mobiliario litúrgico del templo es decir, el conjunto de muebles y enseres que adornan o completan el templo:
Pila de agua bendita: Es lo primero que se encuentra, al entrar en una iglesia, es una o dos pilas de agua bendita. Es un símbolo: purificarnos antes de comenzar una acción litúrgica en el templo sagrado. Esta agua bendita es un sacramental, que debemos aprovechar con devoción, fe y reverencia.
Pila bautismal: Los antiguos baptisterios han quedado hoy reducidos a una pila de piedra o de mármol, más o menos grande y artística. Se la coloca en un ángulo de la Iglesia contigua al cancel, también en una capilla separada por una verja. Hoy se tiende a emplazarlas en el presbiterio. A todo buen cristiano debe inspirar agradecida devoción la pila, donde fue espiritualmente regenerado y hecho hijo adoptivo de Dios y miembro de la comunidad eclesial.
Púlpito: Estaba adosado al muro o en alguno de los pilares de la nave o del presbiterio. Hoy lo suplen los ambones o simples atriles de la sede presbiteral con su micrófono. Desde el púlpito se predicaban los sermones, la voz llegaba fuerte a la gente y el sacerdote podía ver a todos desde el mismo.
Ambón: Es el lugar desde donde se proclama la Palabra de Dios, hacia el cual se dirige espontáneamente la atención de los fieles durante la liturgia de la Palabra. El Misal señala: “Conviene que en general este sitio sea un ambón estable, no un atril portátil”. En la introducción al Leccionario especifica: “un lugar elevado, fijo, dotado de la adecuada disposición y nobleza, de modo que corresponda a la dignidad de la Palabra de Dios y al mismo tiempo recuerde con claridad a los fieles que en la misa se prepara la doble mesa de la Palabra y del Cuerpo de Cristo”. Se usa sólo para proclamar las lecturas, cantar o leer el salmo responsorial y el pregón pascual, hacer la homilía y la oración de los fieles. No debe usarse para el guía ni para el cantor o director de coro.
El confesionario: donde Cristo, a través de su Iglesia, en la persona del sacerdote, administra y ofrece el sacramento de la confesión para el perdón de los pecados de los hombres. A partir del concilio de Trento, en el siglo XVI, aparecieron los confesonarios cerrados a los lados, con paredes provistas de rejilla. Los confesonarios actuales son funcionales y prácticos, y están situados en lugares especiales de la iglesia o en capillas penitenciales.
Las Alcancías: destinadas a recoger las limosnas de los fieles, para el culto, la caridad de los necesitados, o necesidades de la parroquia, para las vocaciones. Dichas alcancías sirven para fomentar la caridad y la generosidad de todos.
Los Bancos: Para sentarnos y escuchar la Palabra de Dios, pasar un rato de meditación íntima con el Señor.
Las Imágenes: Ya sean pinturas o esculturas. Son incentivos de devoción, medios de instrucción y elementos decorativos para el culto de Dios y de los santos. No deben ser excesivos, deben ponerse en justo orden, y no distraer la atención de los fieles. No son signos de superstición ni de idolatría. A Dios Padre se le representa como un anciano venerable. A Cristo: se le representa en el crucifijo, o el Sagrado Corazón, o sus emblemas: Buen Pastor, el Cordero, el Pelícano. La figura típica del Espíritu Santo es la paloma, o las lenguas de fuego. Los ángeles son figuras aladas. El Vía crucis representa el camino de la cruz y las escenas de la Pasión del Salvador, recordándonos el camino doloroso de Jesús para salvarnos.
Las lámparas: Las velas se encienden para los actos litúrgicos. Siempre queda encendida una lámpara, la del sagrario. Ella es fiel centinela que asiste día y noche, en nombre del pueblo cristiano, al Divino solitario del sagrario, Jesús. Esa lamparita da fe de la presencia real de Jesús sacramentado. Simboliza también nuestra vida que debe ir consumiéndose al servicio de Dios, en el silencio de nuestra entrega generosa y abnegada.
El órgano: En el rito latino ha sido el instrumento más tradicional. Existe para el órgano una bendición ritual, antes de su inauguración para el culto. Así dice el documento del Vaticano II: “téngase en gran estima en la iglesia latina, el órgano de tubos, como instrumento musical tradicional, cuyo sonido puede aportar un esplendor notable a las ceremonias eclesiásticas y levantar poderosamente las almas hacia Dios y hacia las realidades celestiales” (SC. nº 120).
EL ALTAR
Representa a Cristo y es la mesa de su sacrificio y del banquete celestial, para quienes caminamos hacia la eternidad. Es el corazón del templo. Por eso se lo besa, se lo inciensa. Tiene que ser de piedra o mármol, al principio el altar era de madera, pero más tarde se prefirió que fuera de piedra que simboliza a Cristo como roca viva. ¡Es Cristo visible! Ya desde el Antiguo Testamento se construían altares para los sacrificios a Yahvé. Tiene que ser alto, grande.
En la celebración eucarística, el centro del altar lo utiliza exclusivamente el Obispo o el Sacerdote, nunca el diácono ni menos el acólito o laico, porque es ahí donde se realiza el memorial de Cristo: La Eucaristía.
El altar tiene sus accesorios:
v El mantel: pues es banquete lo que se celebra sobre el altar. En esa “mesa” Dios Padre nos servirá a su Hijo Jesús, como Cordero inmaculado, para alimento del alma.
v Candelero: es la luz de la presencia de Cristo.
v El crucifijo: colocado sobre el altar, pues cada misa es Calvario donde participamos de la cruz de Cristo.
v Vasos y utensilios sagrados: El templo es como el palacio de Dios; el sagrario su recámara y como su sala de recepción; el cáliz, la patena, el copón y la custodia son a modo de vajilla sagrada de la mesa eucarística. Todos estos vasos y utensilios son sagrados. El cáliz y la patena se usan para la celebración del Santo Sacrifico de la misa. El copón y la custodia sirven para conservar, trasladar o exponer el Santísimo Sacramento. Vaso subsidiario es la teca o cajita, usada para llevar la comunión a los enfermos.
v También son objeto de culto las crismeras, las vinajeras y el vasito de las abluciones; el incensario con la naveta, la campana o campanilla, las bandejas, el acetre o calderillo con agua bendita para las bendiciones y aspersiones; lleva dentro un hisopo.
LAS VESTIDURAS SAGRADAS
Las vestiduras pertenecen a los elementos materiales de la liturgia. Tienen también su profundo significado. Vestir una determinada ropa significa asumir la personalidad correspondiente, asumir una identidad, puesta de manifiesto en esas vestiduras. Estas vestiduras no indican un poder sobre nadie; sino un servicio a los demás.
El Presidente y los demás ministros de la celebración son los únicos que se revisten de modo simbólico para su ministerio. En los primeros siglos del cristianismo no parece que los ministros se revistieran de modo especial, salvo las vestiduras romanas propias de los días festivos. Con el tiempo, al dejar de usarse estas vestiduras para el uso civil se mantuvieron para los actos de culto y de esas vestiduras derivan las actuales.
Vestiduras del diácono:
Ø DALMÁTICA: Del latín “dalmatica vestis”, túnica o vestidura de Dalmacia. Vestido litúrgico en forma de túnica hasta las rodillas, con mangas amplias, que usan los diáconos sobre el alba y la estola. Los primeros cristianos la tomaron de los romanos y éstos, del pueblo de los dálmatas (hoy países balcánicos). La vestían las personas de dignidad.
Ø ESTOLA CRUZADA: Del hombro izquierdo hacia el costado derecho, en forma descendente.
Vestiduras del presbítero o sacerdote:
Ø AMITO: Pequeño lienzo rectangular, de lino blanco, colocado debajo del alba que pueden usar los ministros sobre los hombros y alrededor del cuello, debajo del alba, para ocultar los vestidos comunes. Tenía un significado alegórico: servía en defensa contra las tentaciones diabólicas y la moderación de las palabras. Hoy ya no se suele usar, porque las albas vienen confeccionadas de forma que cubran el cuello, y ya no con cuello en forma de V.
Ø ALBA: Del latín “alba”, blanca. Es una vestidura litúrgica común a todos los ministros. Es una túnica talar blanca de mangas largas que cubre todo el cuerpo y se reviste sobre el vestido común. El sacerdote representa con esa alba la pureza que el hombre recibe por los méritos del misterio pascual de Cristo. También significa la penitencia y la pureza de corazón que debe llevar el sacerdote al altar. El alba se coloca sobre el clergyman o la sotana.
Ø ROQUETE: Del latín “Rochetum”, especie de alba corta, hasta la altura de las rodillas, que se usa sobre la sotana o el hábito religioso. También se llama sobrepelliz. Puede ser usada por el sacerdote o el diácono para exponer el Santísimo, para una celebración de Bautismo o para un matrimonio.
Ø CÍNGULO: Del latín “cingulum”, cinturón. Es cuerda o cordón con la que se ajusta el alba a la altura de la cintura. Aunque su uso es simplemente utilitario, sin embargo, podríamos ver que con el cíngulo el sacerdote ata a la pureza del alba a todo el mundo, a los fieles y los lleva al altar para ofrecerlos en la celebración.
Ø ESTOLA: Del griego “stolé”, vestido. Es prenda de tela alrededor del cuello del sacerdote, usada para las celebraciones litúrgicas. La usan los obispos y presbíteros, colgando del cuello hacia delante; y los diáconos, desde un hombro hasta la cintura atravesando en diagonal la espalda y el pecho. Es símbolo de los poderes sagrados que recibe el sacerdote, como pastor que lleva a sus ovejas sobre sus hombros, como maestro que enseña a sus discípulos; como guía que conduce a las almas hacia la vida eterna.
Ø CASULLA: Del latín “casula”, cabaña. Vestimenta litúrgica amplia y abierta por los costados para la celebración de la Misa. Se usa sobre el alba y la estola. Confeccionada en tela, tiene la forma de una capa cerrada por delante o poncho. Cambia su color según la celebración y el tiempo litúrgico. Simboliza la caridad que cubre todos los pecados.
Vestiduras del obispo:
Ø MITRA: Gorro que usan los obispos y abades desde el siglo X. Está formado por dos trozos de tela acartonada cosidos o pegados por los costados, y abierto en la parte superior con doble pico. Símbolo del poder y servicio espiritual.
Ø ÍNFULAS: Cintas que cuelgan detrás de la mitra. Significan que el ministro debe poseer la ciencia del Antiguo y del Nuevo Testamento.
Ø ANILLO: Del latín “anellus”, anillo. Insignia propia de los obispos. Simboliza su desposorio con la Iglesia local o diócesis. También pueden usarlo algunos abades y abadesas. El anillo que se impone al obispo significa que contrae sagradas nupcias con la Iglesia. El anillo recuerda también la necesidad de ser sólido “eslabón” en la cadena de la sucesión que le une a los Apóstoles.
Ø BÁCULO: Del latín “baculum”, bastón. Insignia litúrgica propia del obispo como pastor de la comunidad; lo recibe el día de su ordenación y lo usa cuando preside una celebración en su diócesis. Simboliza que es buen pastor de las ovejas, que apacienta, instruye, guarda y las defiende, como Cristo, el Buen Pastor.
Ø SOLIDEO: Del latín “solus”, solo, y “Deo”, a Dios. Gorro de tela en forma de casquillo que usan los obispos, cubre la coronilla y se descubre ante el Santísimo, en la Consagración y en la Adoración de la Cruz del Viernes Santo. Si son obispos, el color del solideo es violeta; si son cardenales, es rojo, y el Papa lo usa de color blanco. Simboliza la protección de Dios y la dedicación a Dios.
Ø PECTORAL: Del latín “pectus”, pecho. Es cruz de metal, madera, marfil que llevan los obispos sobre el pecho, como insignia de su cargo y dignidad. En la celebración de la Misa pueden llevarla sobre la casulla. El día de la ordenación episcopal toman y aceptan sobre sus espaldas, de un modo más comprometido, la cruz de Cristo, que no faltará en su ministerio episcopal.
Ø CAPELO: Sobrero muy aparatoso con borlas rojas, usado por los Cardenales.
Vestiduras del papa:
Ø TIARA: Especie de mitra circular con triple corona que, desde el siglo XII hasta el Papa Pablo VI, usaban los obispos de Roma como insignia propia. Representaba el triple poder del Papa como obispo de Roma, supremo pastor de la Iglesia y jefe de los Estados Pontificios.
Vestiduras de los ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión:
Ø TÚNICA o TOGA: Vestidura sagrada que deben colocarse los ministros para repartir la Comunión. Indica el respeto y la veneración con que hay que repartir la Sagrada Comunión.
Otras vestiduras sagradas son:
Ø CAPA PLUVIAL: Capa de honor que se usa en las procesiones, la bendición eucarística y otras funciones.
Ø HUMERAL: O paño de hombros, especie de rebozo que se pone en la espalda para portar el Santísimo sin tocarlo con la mano.
Ø PALIO EPISCOPAL: Especie de estola de color blanca salpicada de cruces usado por los Arzobispos a modo de escapulario.
En definitiva, las vestiduras sagradas tienen una función pedagógica: distinguen a las diversas categorías de ministros identificándolos, contribuyen al decoro y a la estética de la celebración y con los colores litúrgicos ayudan a entender el misterio que celebramos.
Con respecto a los colores de las vestiduras (sotana) de los clérigos: el blanco es el color propio del Papa, el rojo de los Cardenales, el morado para los Obispos y el negro para los Presbíteros. Las estolas van a juego con el color litúrgico del día. Para administrar el sacramento de la reconciliación se debe usar estola morada (penitencial).
LOS LIBROS LITÚRGICOS
Entre los elementos literarios de la Liturgia se destacan por su importancia y riqueza Los libros Sagrados, los podemos definir, en sentido estricto, como libros que sirven para las celebraciones litúrgicas y están expresamente escritos para ese fin, con las debidas y oportunas autorizaciones. El libro litúrgico es un elemento de la celebración y por tanto se le respeta y venera. No deben sustituirse por ediciones de bolsillo ni por hojas sueltas, salvo casos excepcionales. Los libros litúrgicos tras el Vaticano II son los siguientes:
v EL MISAL ROMANO: (MR 1971 y posterior edición de 2002) Está compuesto por dos libros: El Misal y el Leccionario que a su vez está recogido en varios tomos.
§ EL MISAL (libro de altar): Nos presenta la teología de la misa, la articulación del rito, la función de cada uno de los ministros y de la asamblea, las normas para una correcta celebración y las posibilidades de adaptación. Su contenido comienza con Normas universales sobre el año litúrgico y sobre el calendario (extractadas del Calendarium Romanum), sigue el texto del Misal, dividido en propio del tiempo, propio de los santos, comunes, misas rituales, misas y oraciones ad diversa, misas votivas, misas de difuntos. El rito de la misa está colocado entre el propio del tiempo y el propio de los santos, y a su vez se distingue en rito para la celebración con el pueblo (misa normativa) y rito para la celebración sin el pueblo. Abarca el Misal propiamente dicho y el Ordus cantus missae (sobre los cánticos litúrgicos de las distintas partes de la Misa). Resumiendo podemos decir que el Misal es el libro oficial para celebrar la Eucaristía y que contiene las oraciones y los cantos que dirigimos a Dios (oración colecta, sobre las ofrendas, prefacios, plegarias eucarísticas y poscomunión) además del llamado “Ordinario de la Misa” o sea, lo que es común a todas las misas (saludos, acto penitencial, Gloria, Credo, bendiciones, etc).
§ EL LECCIONARIO (OLM): Repartido en varios tomos, contiene las lecturas bíblicas de todo el año litúrgico, en 3 ciclos anuales (A,B,C). Recoge lo más importante de la Biblia. Son lecturas muy bien escogidas y concuerdan con el espíritu del ciclo anual temporal y santoral, y particularmente dominical.
v LA LITURGIA DE LAS HORAS (LH 1979): Oración de alabanza de la iglesia, que tiene por objeto extender a las diversas horas canónicas la glorificación de Dios que alcanza su cumbre en la oración eucarística. El nombre actual viene a sustituir al más antiguo de Oficio Divino y sustituye al Breviario. Comprende cuatro volúmenes: I. Tiempo de Adviento y de Navidad; II. Tiempo de Cuaresma y de Pascua; III. Tiempo ordinario (semanas 1-17); IV. Tiempo ordinario (semanas 18-34). Tiene su propio Leccionario.
v EL PONTIFICAL ROMANO: Son las celebraciones propias del obispo (ordenaciones, bendición de oleos, confirmación, institución de los ministerios laicales, Coronación de Sagradas Imágenes, dedicación de Templos y altares, etc.). Consta de los siguientes:
§ Ritual de la Confirmación (RC 1976)
§ Ritual de ordenación del diácono, del presbítero y del obispo (RO 1977)
§ Ritual para instituir acólitos y admitir candidatos al diaconado y al presbiterado, y para la promesa de observar el celibato (RLA)
§ Ritual de la consagración de vírgenes (RCV)
§ Ritual de la bendición de un abad o una abadesa (RBNA)
§ Ritual de la bendición del óleo de los catecúmenos y enfermos y de la consagración del crisma (RBO)
§ Ritual de la dedicación de iglesias y de altares (DCA1980) y el Ceremonial de los Obispos (CO)
v EL RITUAL DE LOS SACRAMENTOS Y SACRAMENTALES: (bautismo, matrimonio, reconciliación, etc.). Consta de los siguientes:
§ Ritual del bautismo de niños (RB 1970)
§ Ritual de la iniciación cristiana de adultos (RICA 1976)
§ Ritual de la penitencia (RP 1975)
§ Rito de la sagrada comunión y del culto de la eucaristía fuera de la misa (1974)
§ Ritual del matrimonio (RM 1970)
§ Ritual de la unción y de la pastoral de enfermos (RUE 1974)
§ Ritual de la profesión religiosa (RPR 1979)
§ Ritual de exequias (RE 1971)
§ Bendicional (B), con 41 ritos de bendición referidos a personas, objetos, objetos litúrgicos,etc.
v EL GRADUAL: con la música de los cantos interleccionales.
v EL ORACIONAL: Es el libro de la oración de los fieles, que se reza después del Credo y donde elevamos nuestras peticiones por la Iglesia, por el mundo y nuestras necesidades particulares.
v RITO DE CORONACIÓN DE IMÁGENES DE VIRGEN
v EL CALENDARIO LITÚRGICO
v EL MARTIROLOGIO
Al inicio de la Iglesia sólo se usaban el Antiguo y el Nuevo Testamento. Al desarrollarse las ceremonias litúrgicas también se hizo necesario el desarrollo de los libros para una riqueza litúrgica. Así nació el Canon de la Misa, con los primitivos dípticos para recordar las intenciones y nombres recomendados de la comunidad cristiana.
Actualmente, para la celebración de la Misa sólo son necesarios algunos de estos: el Misal Romano, que consta del Misal propiamente dicho y que es el libro de altar por contener las oraciones de la Misa y el Leccionario, que contiene las lecturas sagradas.
EL LECCIONARIO
En lo referente a las lecturas de la Misa (OLM) que la Iglesia propone a lo largo de todo el año litúrgico se hallan recogidas en los diversos tomos de que consta el LECCIONARIO.
Como criterios generales observados al elegir los textos podemos decir que en los domingos y fiestas se proponen los textos considerados más importantes, a fin de que se cumpla lo que la SC nº 51 dispone referente a que en un ciclo, en este caso de tres años, se lean a los fieles las partes más relevantes de la Sagrada Escritura. Esto se debe a que la mayoría de los cristianos practicantes suelen tener contacto con la palabra de Dios fundamentalmente en la misa dominical. El resto de la Escritura que no se lee los domingos o fiestas está asignado a los días feriales, siguiendo otros criterios ya que la serie ferial se desarrolla en dos años (pares e impares) durante el tiempo ordinario y en un solo ciclo anual durante los tiempos llamados fuertes, o sea, Adviento-Navidad, Cuaresma y Pascua.
El Leccionario se halla dividido en varios tomos:
Ø Tomos I, II, III: Ciclos dominicales y fiestas A,B,C
Ø Tomo IV: Lecturas para las ferias del Tiempo Ordinario.
Ø Tomo V: Lecturas para el Propio y Común de los Santos y difuntos.
Ø Tomo VI: Misas Votivas y por diversas necesidades.
Ø Tomo VII: Lecturas para las ferias de Adviento-Navidad y Cuaresma-Pascua.
Ø Tomo VIII: Rituales.
Para las Misas con niños puede existir un Leccionario propio, si así lo acuerda la Conferencia episcopal. En España este leccionario está publicado haciendo el Tomo IX. También han aparecido para las Misas votivas de la Virgen María un Misal con su correspondiente Leccionario. También existe uno especial que contiene el Evangelio de las fiestas más solemnes denominado “Evangelario”, libro que se porta en alto en la procesión de entrada (cuando la hay) y que recibe una especial veneración y respeto.
Para los domingos del Tiempo Ordinario hay establecido un ciclo de TRES AÑOS, conocido por las letras A, B y C. Aquí se procura que la primera lectura tenga relación con los Evangelios, que son también los sinópticos. En el año A se lee el evangelio de San Mateo, el año B se lee a San Marcos y el año C a San Lucas. Dividiendo el año en curso por el número tres si da de resto cero (división exacta) corresponderá a año C. A partir de ahí se deduce que cuando el resto de la división sea uno será año A y si el resto es dos será año B. La Misa dominical comprende pues tres lecturas, que son obligatorias: la primera, del Antiguo Testamento, excepto en Pascua, que es de los Hechos de los Apóstoles; la segunda, del apóstol, o sea, de las cartas y del Apocalipsis, y la tercera evangélica.
Para el Leccionario ferial cada misa tiene dos lecturas, tomadas la primera del Antiguo Testamento o del Nuevo (en el tiempo pascual se toma de los Hechos de los Apóstoles como ya dijimos) y la segunda siempre es del Evangelio. En el Tiempo Ordinario, en las ferias de las treinta y cuatro semanas, las lecturas evangélicas se distribuyen en un solo ciclo, que se repite cada año. En cambio, la primera lectura se reparte en dos ciclos, que se leen en años alternos: el ciclo I en años impares, y el ciclo II en los pares.
En el Leccionario de los santos hay que distinguir una doble serie de lecturas: la del propio de los santos, siguiendo las solemnidades, fiestas y memorias contenidas en el calendario; y la del común de los santos. En el primer caso se trata de textos propios o más adecuados para la celebración de cada santo, y en el segundo de repertorios de lecturas distribuidas de acuerdo con las diferentes categorías de santos (mártires, pastores, vírgenes, etc.).
En los tiempos fuertes de Adviento, Cuaresma y Pascua, las lecturas son siempre las mismas todos los años, habiendo sido elegidas de acuerdo con las características propias de cada uno de estos tiempos litúrgicos. En el tiempo pascual el leccionario ferial toma la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles y el evangelio que se lee es el de San Juan. Los domingos pascuales se lee como primera lectura los Hechos de los Apóstoles y de segunda la primera carta de san Pedro (ciclo A), la primera carta de san Juan (ciclo B) y el Apocalipsis (ciclo C). Los evangelios escogidos nos relatan las apariciones de Cristo Resucitado y pasajes escogidos del Buen Pastor y oración del Señor tras la última cena. Como se observa no hay lecturas del Antiguo Testamento para subrayar que estamos en un tiempo nuevo.
LOS LIBROS DE LA BIBLIA
Libros del Antiguo Testamento (46 Libros)
PENTATEUCO (5)- Génesis - Éxodo - Levítico - Números – Deuteronomio
HISTÓRICOS (16)- Josué - Jueces - Ruth - I Samuel - II Samuel - I Reyes - II Reyes- I Paralipómenos o Crónicas- II Paralipómenos o Crónicas - Esdras- Nehemías - Tobías - Judit - Ester - I Macabeos - II Macabeos
POÉTICOS Y SAPIENCIALES (7)- Job - Salmos - Proverbios - Eclesiastés - El Cantar de los Cantares - Sabiduría – Eclesiástico
PROFETAS MAYORES (6)- Isaías - Jeremías - Lamentaciones de Jeremías - Baruc - Ezequiel – Daniel
PROFETAS MENORES (12)- Oseas - Joel - Amós - Abdías - Jonás - Miqueas - Nahúm - Habacuc - Sofonías - Ageo - Zacarías- Malaquías
Libros del Nuevo Testamento (27 Libros)
LOS EVANGELIOS (4)- Evangelio según San Mateo - Evangelio según San Marcos - Evangelio según San Lucas - Evangelio según San Juan
- Hechos de los Apóstoles
CARTAS DE SAN PABLO (13)- A los Romanos - I a los Corintios - II a los Corintios - A los Gálatas - A los Efesios - A los Filipenses - A los Colosenses - I a los Tesalonicenses - II a los Tesalonicenses - I a Timoteo - II a Timoteo - A Tito - A Filemón
- Carta a los Hebreos
CARTAS CATÓLICAS- Epístola de Santiago - Epístola I de San Pedro - Epístola II de San Pedro - Epístola I de San Juan - Epístola II de San Juan - Epístola III de San Juan - Epístola de San Judas – Apocalipsis.
ELEMENTOS ARTÍSTICOS DE LA LITURGIA:
EL CULTO A LAS IMÁGENES
“Las imágenes de Cristo, de la Virgen, Madre de Dios, y las de otros santos, hay que tenerlas y guardarlas sobre todo en los templos y tributarles la veneración y el honor debidos. No es que se crea que en ellas hay algo de divino..., sino que el honor que se les tributa se refiere a los modelos originales por ellos representados. Por tanto, a través de las imágenes que besamos y ante las cuales, descubrimos nuestra cabeza y nos postramos, adoramos a Cristo y veneramos a los santos cuya semejanza ellas evocan”(Concilio de Trento, Ses. XXV).
El cardenal Ratzinger dice: “El icono (imagen) conduce al que lo contempla, mediante esa mirada interior que ha tomado cuerpo en el icono, a que vea en lo sensorial lo que va más allá de lo sensorial y que, por otra parte, pasa a formar parte de los sentidos. El icono procede de la oración y conduce a la oración, libera de la cerrazón de los sentidos que sólo perciben lo exterior, la superficie material y no se percatan de la transparencia del espíritu, de la transparencia del Logos en la realidad. En el fondo, lo que está en juego es el salto que lleva a la fe...Si no tiene lugar una apertura interior en el hombre, que le haga ver algo más de lo que se puede pedir y se puede pesar, y que le haga percibir el resplandor de lo divino en la creación, Dios quedará excluido de nuestro campo visual...Sólo cuando se haya entendido esta orientación interior del icono se podrá comprender, en su justa medida, la razón por la cual el II Concilio de Nicea, y todos los sínodos siguientes que se refirieron a los iconos, apreciaron en el icono una profesión de fe en la Encarnación y consideraron la iconoclastia como la negación de la Encarnación, como la suma de todas las herejías. La Encarnación significa, ante todo, que Dios, el Invisible, entra en el espacio de lo visible, para que nosotros, que estamos atados a lo material, podamos conocerle”.
El Concilio Vaticano II en su constitución sobre la Sagrada Liturgia dice: “el arte que se emplee en todo lo relacionado con la liturgia debe orientar santamente a los hombres hacia Dios y debe estar de acuerdo con la fe, la piedad y las leyes religiosas tradicionales” (SC. n. 122). Por tanto, “tiene que ser un arte digno y reverente. Se debe buscar más una noble belleza que la mera suntuosidad. Hay que excluir, por lo mismo, aquellas obras artísticas que repugnen a la fe, a las costumbres y a la piedad cristiana, y ofendan el sentido auténticamente religioso, ya sea por la depravación de las formas, ya sea por la insuficiencia, la mediocridad o la falsedad del arte” (SC. n. 124).
Sobre las imágenes sagradas, se dice: “deben exponerse a la veneración de los fieles, pero con moderación en el número y guardando entre ellas el debido orden, a fin de que no causen extrañeza al pueblo cristiano ni favorezcan una devoción menos ortodoxa” (SC. n. 125). “Al edificar los templos, se debe procurar que sean aptos para la celebración de las acciones litúrgicas y para conseguir la participación de los fieles” (n. 124).
El cardenal Ratzinger en su libro “El espíritu de la Liturgia” nos resume así los principios fundamentales del arte asociado a la liturgia:
o La ausencia total de imágenes no es compatible con la fe en la Encarnación de Dios. Ciertamente, siempre habrá altibajos según los tiempos, y por tanto, también habrá tiempos de cierta pobreza en las imágenes. Pero jamás podrán faltar por completo. La iconoclastia no es una opción cristiana.
o El arte sagrado encuentra sus contenidos en las imágenes de la historia de la salvación, comenzando por la creación, desde el primer día, hasta el octavo: el día de la resurrección y de la segunda venida, en el que se consuma la línea de la historia cerrando el círculo. Forman parte de él, sobre todo, las imágenes de la historia bíblica, pero también la historia de los santos como concreciones de la historia de Jesucristo, como fruto maduro de esa semilla de trigo que cae en tierra y muere a lo largo de toda la historia.
o Las imágenes sirven para poner de manifiesto la unidad interna de la actuación de Dios. Remiten al sacramento –sobre todo al bautismo y la eucaristía- y en ellos están contenidos, de tal manera, que apuntan también al presente. Guardan una íntima y estrecha relación con la acción litúrgica. La historia llega a ser sacramento en Jesucristo, que es la fuente de los sacramentos. Por esto mismo, la imagen de Cristo es el centro del arte figurativo sagrado. El centro de la imagen de Cristo es el misterio pascual: Cristo se representa como crucificado, como resucitado, como aquél que ha de venir y cuyo poder aún permanece oculto. Cada imagen de Cristo tiene que reunir estos tres aspectos esenciales del misterio de Cristo, y ser, en este sentido, una imagen de la Pascua.
o La imagen de Cristo y las imágenes de los santos no son fotografías. Su cometido es llevar más allá de lo constatable desde el punto de vista material, consiste en despertar los sentidos internos y enseñar una nueva forma de mirar que perciba lo invisible en lo visible. La sacralidad de la imagen consiste en que procede de una contemplación interior. La imagen está al servicio de la liturgia; la oración y la contemplación en la que se forman las imágenes tienen que realizarse en comunión con la fe de la Iglesia. La dimensión eclesial es fundamental en el arte sagrado y, con ellos, también la relación interior con la historia de la fe, con la Sagrada Escritura y con la Tradición.
o No deben existir normas rígidas: las nuevas experiencias religiosas y los dones de las nuevas instituciones tienen que encontrar su lugar en la Iglesia. Pero sigue habiendo una diferencia entre el arte sacro (en lo que respecta a la liturgia) y el arte religioso en general. El arte sacro no puede ser el ámbito de la pura arbitrariedad. De la subjetividad aislada no puede surgir el arte sacro.
¿Qué significa todo esto en la práctica?
La veneración de las imágenes, tanto en pinturas, esculturas, relieves, cerámicas u otras representaciones constituyen “un elemento relevante de la piedad popular” tal como el Directorio sobre la piedad popular afirma. Pero hay que advertir que si esa veneración no se apoya en conceptos teológicos adecuados se corre el riesgo de caer en desviaciones que en definitiva hagan a los fieles sustituir lo representado por la materialidad de la figura concreta cayendo si no en idolatría, que tal vez sea excesivo, si al menos en prácticas ajenas a una auténtica religiosidad cristiana aunque estén llenas de buena fe. Las imágenes según la enseñanza de la Iglesia son: signos santos, ayuda para la oración, estímulo para su imitación, forma de catequesis y en definitiva traducción iconográfica del mensaje evangélico.
La imagen no se venera por ella misma sino por lo que representa. No se puede tampoco olvidar el aspecto artístico y el decoro que las imágenes deben tener aunque siempre teniendo en cuenta que la función principal de la imagen sagrada es ayudarnos a introducirnos en el Misterio y no el deleite estético. Cuando ambas funciones se encuentran gracias a la gubia o pincel de un genial artista se produce el milagro de aquellas imágenes que despiertan la universal devoción.
EL ESPÍRITU DE LA LITURGIA
En primer lugar diremos que, si importante es hacer las cosas bien más importante es saber el sentido que tiene, vivirlas. Toda la Liturgia está llena de símbolos y gestos que pretenden acercarnos al contenido, que significan algo y que no se hacen por capricho. En la acción litúrgica no estamos ante una representación o función teatral donde el incienso equivaldría a los llamados “efectos especiales”. La Liturgia es ante todo el ejercicio del sacerdocio de Cristo y mediante los actos litúrgicos Cristo se hace de nuevo presente entre nosotros. No cabe duda de que la liturgia actual, fruto de una evolución histórica, recoge elementos que nos ponen en comunión con generaciones pasadas de cristianos.
Pero si los actos litúrgicos no son un teatro es porque encierran una pedagogía, mejor llamada una mistagogía que no se debe despreciar o infravalorar. Habría que aprovechar las riquísimas oportunidades que ofrece la Liturgia para catequizar. Podría decirse que no hay mejor pastoral que una Liturgia bien hecha, rica y participativa tal como el Vaticano II en la Sacrosanctum Concilium dispone. En definitiva, la liturgia de la cual forma parte el culto no es más que la historia de los acontecimientos salvíficos y el ejercicio del sacerdocio de Cristo. En ningún caso debe considerarse la liturgia ni como la parte externa y sensible del culto divino ni como un conjunto de leyes y preceptos que reglamentan los ritos sagrados.
La liturgia, que emplea un lenguaje simbólico, se vale de fórmulas litúrgicas, de materias litúrgicas y de actitudes y gestos. Todos estos elementos tienen detrás un significado profundo, nada se hace por capricho. Los actos externos deben responder al sentimiento interno.
Una adecuada formación implica conocimientos básicos de Liturgia. Es fácil encontrar a hermanos de nuestras cofradías que no tienen muy clara las partes de la Misa. Probemos a hablar de la oración colecta, plegaria eucarística u otra oración y veremos que hay muchas dificultades para situarlas dentro de la Misa. Ritos iniciales, Liturgia de la Palabra, Liturgia eucarística y ritos finales de despedida son partes que se deben conocer con exactitud. Después vendría explicar el significado de lo que se hace y por qué.
El incienso resina de olor agradable, expresa respeto y reverencia hacía un símbolo y es asimismo ofrenda de los creyentes para con Dios. Durante la Misa las incensaciones se dirigen a los símbolos sacramentales de la presencia del Señor: altar, cruz, evangelio, presidente, asamblea (pueblo de Dios), al Pan y al Vino consagrados.
La luz que producen las velas son signos de respeto, como expresión de veneración o de celebración festiva nos dice el Misal. Las tinieblas son signos de error, de esclavitud.
La inclinación indica reverencia y honor a las personas o a lo que representan y puede ser de dos tipos: inclinación de cabeza e inclinación de cuerpo o profunda que se hace desde la cintura. La inclinación de cabeza se le hace al nombre de Jesucristo, de la Virgen y del santo en cuyo honor se celebra la Misa. Se debe hacer reverencia profunda en el Credo o Símbolo al iniciarse las palabras “Y por obra del Espíritu Santo...” arrodillándonos si es la Solemnidad de Navidad o la fiesta de la Anunciación del Señor. Asimismo la bendición presidencial que concluye la Misa se debe recibir con inclinación de cabeza.
La inclinación de cuerpo o reverencia profunda se le hace al altar cuando no está allí el Santísimo; también se debe hacer inclinación profunda cada vez que se sirva al obispo o se pase por delante de él; se hace antes y después de las incensaciones y en algunas otras ocasiones en que está dispuesto. Deben hacer inclinación profunda al altar que simboliza a Cristo y no al sacerdote, como equivocadamente se hace a veces, todas aquellas personas que suban al presbiterio para realizar alguna función como por ejemplo los lectores o los que van a hacer las peticiones de la Oración Universal de los Fieles, que vulgarmente llamamos preces, tanto al llegar como al marcharse. Los acólitos que portan algo en las manos deben abstenerse de genuflexiones y reverencias.
La genuflexión se hace siempre con la rodilla derecha llevándola hasta el suelo y significa adoración. Por ser signo de adoración está reservada al Santísimo Sacramento y a la Santa Cruz en la liturgia del Viernes Santo. No se debe hacer genuflexión a imágenes.
LA LITURGIA DE LAS HORAS
La Liturgia de las Horas (antes llamada Oficio divino o Breviario) es la oración de la Iglesia que alabando a Dios e intercediendo por los hombres, prolonga en la tierra la función sacerdotal de Cristo. La Iglesia la formamos todos los bautizados y por eso la Liturgia de las Horas está llamada a ser la oración de todo el Pueblo de Dios.
En ella, Cristo mismo "sigue ejerciendo su función sacerdotal a través de su Iglesia" (SC 83); cada uno participa en ella según su propio lugar en la Iglesia y las circunstancias de su vida. Con ella los fieles (clérigos, religiosos y laicos) ejercen el sacerdocio real de los bautizados. Celebrar la Liturgia de las Horas exige "adquirir una instrucción litúrgica y bíblica más rica especialmente en los salmos" (SC 90).
En definitiva podemos decir de la Liturgia de las Horas que es una oración estructurada que realiza la Iglesia. En esta oración se rezan himnos, antífonas, salmos, estando la mayoría extraída de la Biblia de tal manera que al leerlas, meditarlas, y dirigirlas a Dios estamos usando las mismas palabras con las que Él nos ha hablado y asimismo esperamos que, al repetirlas, las reconozca y nos atienda. Al mismo tiempo le escuchamos y nos acercamos al Misterio de Dios. También son oraciones que realiza una parte de la Iglesia en el nombre del todo el pueblo cristiano, es la oración que la Iglesia ha hecho suya. Para los religiosos, monjas, sacerdotes y consagrados es una obligación a la que también se invita a sumarse a todos los fieles (CDC nº 276.3). No es pues cosa solamente de los canónigos, de los ministros ordenados o de los religiosos obligados al coro sino de todo el pueblo de Dios. "Los fieles que celebran la Liturgia de las Horas se unen a Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, por la oración de los salmos, la meditación de la Palabra de Dios, de los cánticos y de las bendiciones, a fin de ser asociados a su oración incesante y universal que da gloria al Padre e implora el don del Espíritu Santo sobre el mundo entero." (Catecismo de la Iglesia Católica 1196).
Esta oración, también llamada Oficio Divino, está estructurada de tal manera que la alabanza de Dios consagra el curso entero del día y de la noche teniendo como finalidad la de santificar los diversos momentos de la jornada.
A lo largo de la historia han variado tanto las Horas como el contenido de la oración. Al Oficio divino o Breviario se prefiere llamarlo hoy Liturgia de las Horas. Constaba de ocho momentos distintos: Maitines, Laudes, Prima, Tercia, Sexta, Nona, Vísperas y Completas. El Vaticano II suprimió la hora de Prima, dio prioridad a Laudes y Vísperas, de las llamadas horas intermedias (Tercia, Sexta, Nona) dejó que se eligiese una de ellas, creó el Oficio de Lecturas (que aún llama Maitines) aunque no se sujeta a hora nocturna y que las Completas fuese siempre oración para el fin de la jornada. Los monjes, frailes, monjas y consagrados obligados a coro mantienen la obligación de las ocho horas canónicas.
Los dos momentos principales de esta oración son Laudes y Vísperas, antiguamente llamadas Horas Mayores, y por ello tienen que tener el lugar más destacado. Laudes se reza al comienzo de la jornada y Vísperas al finalizar el trabajo del día.
Los principales elementos del Oficio Divino son:
§ Introducción a la oración.
§ Himno: introduce a la celebración. Parte de las maneras de hablar de cada pueblo e introduce en las maneras de hablar de Dios.
§ Salmos: núcleo central de la Liturgia de las Horas. Son cánticos y salmos bíblicos del Antiguo y Nuevo Testamento. Los salmos se rezan como plegaria y así todo el oficio cobra vida, llegando a ser verdadera oración.
§ Lectura Bíblica: se suele hacer una lectura breve, que introduce el diálogo: no sólo hablamos a Dios sino que también lo escuchamos.
§ Responsorio breve.
§ Preces: se dirigen directamente a Dios y piden por la Iglesia y el mundo.
§ Padre Nuestro: concluye y culmina la plegaria de la Iglesia, el que corona toda la celebración.
§ Oración final y conclusión del Oficio: se desea e implora la bendición de Dios.
La Institutio Generalis Liturgiae Horarum de 1971 es el documento que motiva y orienta la celebración de la Liturgia de las Horas.
LAS HORAS DEL OFICIO DIVINO
Estas horas se llaman "horas canónicas". No es necesario para los laicos rezarlas todas para participar de esta oración. Pueden reducir el oficio a estas dos horas: Los Laudes antes de ir a trabajar y las Vísperas al terminar los trabajos.
v MAITINES: (la oración de la mañana) también llamadas (matutinae laudes o alabanzas matutinas). El nombre es del latín matutinus. La primera de las horas canónicas. Antiguamente se cantaban los maitines durante las primeras horas del día, poco después de la media noche.
v LAUDES: que significa "alabanzas". Es, con las vísperas, una de las horas principales. Consiste de un himno, dos salmos, un cántico del Antiguo o del Nuevo Testamento, una lectura corta de la Biblia, el Benedictus, responsorios, intercesiones, el Padrenuestro y una oración conclusiva.
v HORAS MENORES:
Ø Prima: primera hora después de salir el sol, aprox. 6AM
Ø Tercia: tercera hora después de salir el sol, aprox. 8AM
Ø Sexta: sexta hora, aprox. 11AM
Ø Nona: novena hora, aprox. 2PM
v VÍSPERAS: (viene de "vesper": tarde). Es el oficio de la tarde. Consiste de un himno, dos salmos, un cántico del Antiguo o del Nuevo Testamento, una lectura corta de la Biblia, el Magnificat de la Santísima Virgen, responsorios, intercesiones, el Padrenuestro y una oración conclusiva.
v COMPLETAS: oraciones del oficio divino al acostarse.
v En los monasterios suelen cerrar el oficio las antífonas de la Santísima Virgen María, costumbre que parte del siglo XIII
v También se reza diariamente el Oficio de las lecturas que consiste en tres salmos y de dos lecturas, una de la Biblia y la otra de otra fuente, generalmente de los Padres, de los santos o de un documento de la Iglesia.
Organización del Oficio Divino: Como aparece en el Breviario, el oficio está dividido en:
· El Propio del Tiempo, con lecturas bíblicas y homilías.
· Solemnidades del Señor.
· El Ordinario (el orden regular cuando no hay una fiesta señalada)
· El Salterio (salmos para las diferentes horas) que sigue un ciclo de cuatro semanas.
· El Propio de los Santos, con secuencia de fiestas.
· Oficios Comunes, para las Misas votivas.
· El Oficio de los Muertos.
· Un suplemento contiene cánticos y lecturas de la Palabra para las vigilias, pequeñas oraciones de intercesión, e índices detallados.
La revisión del Breviario desde el Concilio Vaticano II prescribe:
Oficio de las Lecturas, Oración de Laudes (mañana), Oración del Día (optar por una de las menores), Oración de Vísperas (Atardecer) y Completas (Oración de la Noche). Estas incluyen las antífonas apropiadas, así como las oraciones, salmos, cánticos, himnos, y responsorios que aparecen en el breviario.
Para todo el clero, religiosos y religiosas, el Oficio Divino continúa siendo obligación formal. Su primer cometido es orar por el pueblo y en nombre del pueblo que se les ha encomendado. Lo ideal es que el clero rece con su pueblo en cuanto sea posible. Aunque no es obligación para los laicos, la Iglesia recomienda a todos los fieles que recen el Oficio Divino. San Pío X, en 1903 exhortó encarecidamente al pueblo cristiano a participar en el Oficio Divino. El Concilio Vaticano II confirmó esta recomendación que aparece también en el Catecismo de la Iglesia Católica: “Los fieles que celebran la Liturgia de las Horas se unen a Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, por la oración de los salmos, la meditación de la Palabra de Dios, de los cánticos y de las bendiciones, a fin de ser asociados a su oración incesante y universal que da gloria al Padre e implora el don del Espíritu Santo sobre el mundo entero”. Aparece también en la actual ley canónica: "Se invita encarecidamente también a los demás fieles a que, según las circunstancias, participen en la Liturgia de las Horas, puesto que es acción de la Iglesia".
DICCIONARIO LITÚRGICO
Abstinencia: (del latín abstinentia, acción de privarse o abstenerse de algo) Gesto penitencial. Actualmente se pide que los fieles con uso de razón y que no tengan algún impedimento se abstengan de comer carne, realicen algún tipo de privación voluntaria o hagan una obra caritativa los días viernes, que son llamados días penitenciales. Sólo el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo son días de ayuno y abstinencia.
Anunciación del Señor: Solemnidad que se celebra el 25 de marzo, nueve meses antes del día de Navidad. Se recuerda el anuncio del ángel a María y la Encarnación del Verbo de Dios. Es una fiesta de carácter cristológico y, al mismo tiempo, mariano.
Ascensión del Señor: Solemnidad litúrgica que se celebra cuarenta días después de Pascua (trasladada del jueves al domingo siguiente). Recuerda el misterio de Cristo resucitado que sube al Padre en cuerpo y alma.
Ayuno: (del latín ieiunium, ayuno, abstinencia) Privación voluntaria de comida por motivos religiosos. Es una forma de vigilia, un signo que ayuda a tomar conciencia (ej.: el ayuno del Miércoles de Ceniza recuerda el inicio del tiempo penitencial) o que prepara (ej.: el ayuno eucarístico predispone a la recepción que en breve se hará del Cuerpo de Cristo). La Iglesia lo prescribe por el espacio de un día para el Miércoles de Ceniza, con carácter penitencial, y para el Viernes Santo, extensivo al Sábado Santo, con carácter pascual; y por una hora para quienes van a comulgar.
Candelaria: Nombre que popularmente se da a la fiesta de la Presentación del Señor, que tiene lugar el 2 de febrero (40 días después de Navidad). La Misa de ese día comienza con una procesión con velas (de ahí su nombre) en recuerdo del ingreso del niño Jesús en el Templo.
Ceniza: (del latín cinis) Material proveniente de la combustión de algo por el fuego. Simboliza la muerte, la fragilidad de la vida y también la humildad y la penitencia. Las que se imponen el Miércoles de Ceniza se preparan quemando palmas y olivos benditos el Domingo de Ramos del año anterior.
Corpus Christi: (en latín: Cuerpo de Cristo) Nombre común con el que se conoce la solemnidad litúrgica del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. Establecida en 1264 por Urbano IV para celebrar la presencia real y, al mismo tiempo, sacramental de Cristo en la Eucaristía. Es común en este día que se realicen procesiones llevando por las calles el Santísimo Sacramento.
Cuaresma: (del latín quadragesima, cuadragésima) Tiempo litúrgico penitencial durante el cual la Iglesia se prepara para la celebración gozosa de la Pascua. El Tiempo de Cuaresma va desde el Miércoles de Ceniza hasta la Misa de la Cena del Señor, el Jueves Santo. Durante este tiempo no se dice el Aleluya. Queda prohibido, como signo penitencial, adornar con flores el altar, y los instrumentos musicales se permiten sólo para sostener el canto (de estas normas se exceptúan el domingo laetare, las solemnidades y las fiestas). El color litúrgico propio es el morado.
Cincuentena Pascual: Período de tiempo que media entre el Domingo de Pascua y el de Pentecostés. Tiene un carácter tan festivo que debería celebrarse como si fuera un solo día, un gran domingo. El cirio pascual permanece durante toda la Cincuentena en el presbiterio. La primera semana de este tiempo es la Octava de Pascua. El color litúrgico propio es el blanco. También se la llama Tiempo pascual.
Domingo de la Pasión del Señor: Sexto y último domingo de Cuaresma. Ese día comienza la Semana Santa. También se le llama Domingo de Ramos, o Domingo de Ramos en la Pasión del Señor.
Jueves Santo: Último día de Cuaresma. En la mañana de este día el obispo, rodeado de su presbiterio, celebra la Misa Crismal en donde consagra los santos óleos y en la que el presbiterio renueva sus promesas sacerdotales. Por la tarde se abre el solemne Triduo Pascual con la Misa de la Cena del Señor donde suele realizarse el lavatorio de los pies; en esta celebración se consagra el pan necesario para la comunión del Viernes de la Pasión del Señor, ya que ese día no se celebrará el sacrificio eucarístico. Luego de la comunión se traslada el Santísimo Sacramento hasta el lugar donde se reserva y es adorado por los fieles hasta la media noche. En este día se conmemora la última cena en la que Cristo, dando muestra de su actitud de humilde servicio, lavó los pies a sus discípulos. En las palabras sobre el pan (“Esto es mi cuerpo entregado”) y el vino (“Este es el cáliz de mi sangre derramada”) la tradición católica ha visto la institución de la Eucaristía y del Orden Sagrado y en el lavatorio de los pies, el signo más claro del mandamiento del amor.
Miércoles de Ceniza: Miércoles anterior al primer domingo de Cuaresma. Este día, con la imposición de las cenizas, comienzan las prácticas penitenciales del tiempo que prepara a la Pascua.
Nacimiento de San Juan Bautista: Solemnidad litúrgica que se celebra el 24 de junio.
Presentación del Señor: Fiesta litúrgica que se celebra el 2 de febrero, cuarenta días después de Navidad, en conmemoración de la presentación del niño Jesús en el Templo de Jerusalén. Esta fiesta es también conocida como la Candelaria, ya que en ese día se suelen bendecir velas que simbolizan a Cristo, la luz del mundo.
Pascua: (del griego páscha; del hebreo pesaj, paso, tránsito) Tercer día del Triduo Pascual. Solemnidad central del calendario litúrgico que gira en torno a ella. Es la más importante de todas las solemnidades cristianas ya que celebra la Resurrección de Cristo. La fiesta de Pascua se prolonga durante una octava solemne y luego durante seis semanas (Cincuentena Pascual) hasta la fiesta de Pentecostés. Hay testimonios de que al menos a mediados del siglo II los cristianos ya celebraban anualmente la fiesta de Pascua. En Asia menor y oriente lo hacían el día 14 de nisán (de acuerdo con el calendario judío); pero en Roma y occidente se prefirió el domingo siguiente a esa fecha (como recuerdo del primer día de la semana en el que los discípulos del Señor tuvieron su experiencia pascual). En el Concilio de Nicea (año 325) se estableció para toda la Iglesia que la Pascua se celebrase el domingo siguiente al plenilunio, después del equinoccio de primavera (del hemisferio norte). Así se hizo hasta el siglo XVI, cuando los orientales, al rechazar el calendario gregoriano, comenzaron a diferir de los occidentales en el día festivo.
Pentecostés: (del griego pentekostós, quincuagésimo) Solemnidad litúrgica que se celebra cincuenta días después de Pascua recordando la venida del Espíritu Santo sobre María y los apóstoles (Hech 2, 1 y ss). En este día la Cincuentena Pascual llega a su plenitud y finaliza. Los judíos llamaban Pentecostés o fiesta de las semanas a la fiesta de la cosecha agrícola que recordaba también la alianza del Sinaí. En este día se canta la secuencia Veni, sante Spiritus. El color litúrgico propio es el rojo.
Procesión: (del latín processus, progresión, acción de avanzar) Caminar comunitario de unas personas detrás de otras con sentido religioso. En la liturgia romana de la Misa hay varias procesiones: la procesión de entrada, cuando se dirige al presbiterio el presidente precedido de los ministros, mientras se entona la antífona o canto de entrada; la procesión del Evangelio, cuando se dirige al ambón quien va a proclamar el Evangelio; la procesión de presentación de los dones, cuando se acercan al altar el pan y el vino que serán consagrados; y la más importante, la procesión de la comunión, cuando la comunidad se acerca a recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Durante el año litúrgico están señaladas procesiones especiales para la fiesta de la Presentación del Señor, siguiendo a Cristo Luz del mundo; para el Domingo de Pasión, recordando la entrada de Jesús en Jerusalén; el Jueves Santo, acompañando al Santísimo Sacramento hasta el lugar de la reserva; el Viernes Santo, para la adoración de la cruz; en la Vigilia Pascual, detrás del cirio encendido; el día del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (Corpus Christi). También en la celebración del Bautismo y en las Exequias se prevén procesiones dentro del templo. Además suelen hacerse procesiones fuera del templo llevando el Santísimo Sacramento bajo palio o las imágenes de Cristo y la Virgen María o de los santos en sus fiestas.
Santísima Trinidad: Solemnidad litúrgica que se celebra el domingo después de Pentecostés.
Sábado Santo: Segundo día del Triduo Pascual en el que se recuerda a Jesús en el sepulcro. Es un día alitúrgico ya que no se permite celebrar la Eucaristía, ni ninguna otra acción litúrgica, salvo el rezo de la Liturgia de las Horas, hasta la celebración de la Vigilia Pascual. Y la Sagrada Comunión sólo puede llevarse como viático.
Semana Santa: Última semana del tiempo de Cuaresma, la que prepara inmediatamente y comprende al Triduo Pascual. Comienza el domingo de la Pasión del Señor, o de Ramos, y llega hasta el Sábado Santo.
Triduo Pascual: Celebración anual de la Pascua, comprende el Viernes Santo, Sábado Santo y Domingo de Pascua, siendo la Misa vespertina del Jueves Santo su prólogo o introducción. El Triduo Pascual de la pasión, sepultura y resurrección del Señor es el punto culminante de todo el año litúrgico. Estos tres días se celebran como si fueran uno solo: ni el viernes, ni el sábado se celebra la Eucaristía (son días alitúrgicos) y su cumbre es la Vigilia Pascual.
Tiempo Ordinario: Período de las 33 o 34 semanas en el curso del año en las cuales se celebra el misterio de Cristo en su plenitud, principalmente los domingos. Es el tiempo de la Iglesia que espera el regreso de su Señor haciendo presente su misterio de salvación. Comienza con la fiesta del Bautismo del Señor y se prolonga hasta el Domingo 34º (fiesta de Jesucristo, Rey del Universo) con la semana que le sigue. Es interrumpido, el Miércoles de Ceniza, para la celebración anual de la Pascua y retomado el lunes después de Pentecostés. El color litúrgico propio de este tiempo es el verde.
Vela: (en latín: candela) Candela para uso litúrgico, elaborada con cera de abeja. Cuando se desarrolla una acción litúrgica se encienden velas sobre o en torno del altar. Antiguamente tenían una función práctica: iluminar; hoy sólo sirven para simbolizar a Cristo-Luz del mundo (particularmente cumple esta función el cirio pascual) y significar la fe y la oración de los fieles en presencia del Señor. La piedad popular encuentra en la vela encendida que permanece en el templo, delante del altar, de una imagen de la Virgen María o de algún santo, una continuación simbólica del creyente; ya que el fiel no puede permanecer en oración porque otras ocupaciones lo reclaman, deja una vela encendida que lo representa.
Vía crucis: (en latín: El camino de la cruz) Ejercicio piadoso que consiste en meditar el camino de la cruz por medio de lecturas bíblicas y oraciones. Esta meditación se divide en 14 o 15 momentos o estaciones. San Leopoldo de Porto Mauricio dio origen a esta devoción en el siglo XIV en el Coliseo de Roma, pensando en los cristianos que se veían imposibilitados de peregrinar a Tierra Santa para visitar los santos lugares de la pasión y muerte de Jesucristo. Tiene un carácter penitencial y suele rezarse los días viernes, sobre todo en Cuaresma. En muchos templos están expuestos cuadros o bajorrelieves con ilustraciones que ayudan a los fieles a realizar este ejercicio.
Vía lucis: (en latín: El camino de la luz) Ejercicio piadoso realizado para meditar y celebrar las apariciones del Señor resucitado, especialmente durante la Cincuentena Pascual. Se divide en estaciones al modo del Vía crucis.
Viernes Santo: Primer día del Triduo Pascual consagrado a la proclamación de la Pasión del Señor y a la adoración de la cruz, en la cual se ofreció definitivamente Cristo para liberar a los hombres de la esclavitud del pecado. Es un día alitúrgico ya que no se celebra la Eucaristía ni ningún otro sacramento, salvo por razones gravísimas. La liturgia de ese día es una celebración de la Palabra seguida de la plegaria universal, la adoración de la cruz y la comunión. El ayuno de este día no tiene sentido penitencial sino de preparación para la celebración de la solemnidad de Pascua de Resurrección.
Fuente:
"Diccionario de Liturgia” de Ricardo Pascual Dotro y Gerardo García Helder, A. MI. CO., Bs. As., 2002
EL VÍA CRUCIS
El Vía Crucis cuaresmal y el Vía Lucis, su equivalente pascual, son formas de devoción popular muy queridos, especialmente el ejercicio del Vía Crucis en el cual se recorren los momentos más sobresalientes de la Pasión y Muerte de Cristo a través de sus catorce estaciones.
I. Primera estación: Jesús condenado a muerte
II. Segunda estación: Jesús es cargado con la Cruz
III. Tercera estación: Jesús cae por primera vez
IV. Cuarta estación: Jesús se encuentra con su Madre
V. Quinta estación: Jesús es ayudado por el Cirineo
VI. Sexta estación: La Verónica seca el rostro de Jesús
VII. Séptima estación: Jesús cae por segunda vez
VIII. Octava estación: Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén
IX. Novena estación: Jesús cae por tercera vez
X. Décima estación: Jesús es despojado de sus vestiduras
XI. Undécima estación: Jesús es clavado en la Cruz
XII. Duodécima estación: Jesús agoniza en la Cruz
XIII. Decimotercera estación: Jesús muerto en brazos de la Virgen
XIV Decimocuarta estación: Jesús es sepultado
A cada estación se suele añadir un pasaje evangélico, si lo hay, y una meditación que concluye con la frase ¡Te adoramos Cristo y te bendecimos¡ respondiendo el pueblo ¡Porque por tu santa Cruz redimiste al Mundo¡ y se reza un Padrenuestro aunque se puede añadir Avemaría y Gloria. Como el lector ya sabrá, hay algunas estaciones del Vía Crucis (como el relato de las caídas, la Verónica o el despojo de las vestiduras) están tomadas de los Evangelios apócrifos aunque la tradición cristiana las ha asumido como ciertas.
LETANÍAS LAURETANAS A LA VIRGEN
Señor. Ten piedad
Cristo. Ten piedad
Señor. Ten piedad
Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos
Dios Padre Celestial, ten piedad de nosotros
Dios Hijo, Redentor del Mundo
Dios, Espíritu Santo
Santa Trinidad un solo Dios
Santa María. Ruega por nosotros
Santa Madre de Dios
Santa Virgen de las Vírgenes
Madre de Cristo
Madre de la Iglesia
Madre de la Divina Gracia
Madre Purísima
Madre Castísima
Madre y Virgen Madre sin mancha
Madre Inmaculada
Madre amable
Madre admirable
Madre del buen consejo
Madre del Creador
Madre del Salvador
Virgen prudentísima
Virgen venerada
Virgen laudable
Virgen poderosa
Virgen clemente
Virgen fiel
Espejo de justicia
Sede de sabiduría
Causa de nuestra alegría
Vaso espiritual
Vaso honorable
Vaso insigne de devoción
Rosa mística
Torre de David
Torre de Marfil
Casa de oro
Arca de la Alianza
Puerta del Cielo
Estrella de la mañana
Salud de los enfermos
Refugio de los pecadores
Consuelo de los Afligidos
Auxilio de los cristianos
Reina de los Ángeles
Reina de los Patriarcas
Reina de los Profetas
Reina de los Apóstoles
Reina de los Mártires
Reina de los Confesores
Reina de las Vírgenes
Reina de todos los santos
Reina concebida sin pecado original
Reina llevada al cielo
Reina del Sacratísimo Rosario
Reina de la paz
Se responde: Ruega por nosotros
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, Perdónanos Señor
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, Escúchanos Señor
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, Ten piedad de nosotros
Oración: Concede Señor y Dios nuestro, a tus siervos gozar de perpetua salud de alma y cuerpo; y por la gloriosa intercesión de la Bienaventurada siempre Virgen María, líbranos de las tristezas presentes y llévanos a gozar de las eternas alegrías, por nuestro Señor Jesucristo. Amen.
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CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA. Madrid, 1992.
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BAC-documentos nº 24. Madrid 2002
EL CALENDARIO. Cuadernos Phase nº 80. Centro de Pastoral Litúrgica. Barcelona
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INSTRUCCIONES PARA APLICAR LA SACROSANCTUM CONCILIUM. Cuadernos Phase nº 120.
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ORDENACIÓN GENERAL DEL MISAL ROMANO. 3ª Edición. Comentario de J. Aldazábal.
Dossier CPL nº 106.Centro de Pastoral Litúrgica. Barcelona, 2005.
REDEMTIONIS SACRAMENTUM. Instrucción de la Congregación para el Culto Divino y
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